Las horas se escapan Y el hoy se vuelve mañana Y yo no puedo hacer nada Para que se detengan. – Alejandro Matías Cisneros, “Sollozos y Medianoche”, 2020. - - - Hace frío. Es Viernes, primera hora. Tengo algo de sueño, incluso si no trasnoché para las pruebas iniciales. Y mi mano no deja de tomar apuntes. – Oye, Alejandro. — Ese español es estereotípicamente mexicano, hasta yo lo siento como un insulto siendo que soy del país colonizador. Y eso ahora no me deja concentrarme Stella se encuentra en el pupitre izquierdo y la voz proviene justamente del lado contrario. Se trataba de una amiga que la estegosaurio quiso presentarme, y que faltó el día anterior a la clase por tener que hacer los preparativos del Club de Jardinería, ya que al parecer era la presidenta; Rosa es su nombre, aunque con su carácter puedo decir de buena manera que no es frágil como la flor. Nos caímos bien, nos brillaron los ojos cuando empezamos a hablar en español, algo que echaba de menos hacer en persona con alguien, porque las llamadas rápidas con mis padres no eran suficiente para cubrir la necesidad de usar mi lengua madre. – ¿Qué? — Le respondo mientras sigo tomando apuntes sobre las características de la Illiada de Homero. – ¿Puedes pasarme los apuntes del día anterior? Rodé un poco los ojos para después sacar con prisas la página correspondiente de mi portafolio y dársela. Miré de reojo a Stella al notar que no había dicho nada en un buen rato, y me percaté de que su probable déficit de atención había logrado enfocarse. Un pequeño alivio, tanto para mí como para sus estudios, supongo. – Gracias — me dijo. – De nada — contesté. Y listo, ya acabé el resumen. Lo que es mejor es que, como me leí la Illiada hace relativamente poco en vacaciones, no tengo que leer ahora. Un rato libre que puedo usar para… … Siento como mi cráneo se transforma nuevamente en mármol y, tras unos instantes de lucha, me rindo y solo dejo caer mi cabeza sobre mi cuaderno para después cerrar mis ojos en un sentimiento de satisfacción como pocos hay en esta vida tan triste. No, no dormí muy bien anoche, demasiadas pesadillas con sonidos de calibre 22 como para hacerlo. … – Wey, ¿estás bien? Esos instantes de sueño se ven fragmentados por la pregunta. Me esfuerzo para que mi boca dé una respuesta coherente. – Estoy hecho una puta mierda — Contesté dando un suspiro. – ¿Y pa’ qué vienes entonces? – No puedo dejar que mi promedio baje. – Ah, entiendo — hizo una pausa, quizás pueda regresar a mi sueñecito — ¿No dormiste bien anoche? – No, he estado teniendo pesadillas con… — Traté de forzar mi memoria — Una torre, creo. Levanté mi cabeza de la mesa, ya había renunciado a dormir. Mis neuronas no dejaron de moverse todo el rato igualmente, por lo que no pude evitar dejar escapar algo de aire de mi nariz al darme cuenta del detalle. – ¿Qué sucede? — Preguntó Rosa. – Cuando Stella me sacó las cartas, salió la Torre — Le contesté mientras señalaba con mi pulgar hacía la estegosaurio — Me da algo de risa simplemente. – Ay sí, esa pequeña brujita, por mucho que la quiera está así bien endemoniada la cabrona. Me reí un poco y tras ello sentí a Stella moverse de su silla. – ¿De qué están hablando? ¿Es sobre mí? — Dijo con la mayor de las inocencias. Rosa sonrió. – Sí, Alex estaba diciendo que eres buena en literatura — Respondió la dinosaurio mexicana. Me reí un poco ante la afirmación, aunque no era mentira del todo. Supongo que voy a seguirle el juego. Stella por su parte pareció conseguir una tonalidad algo rosada en su cara que rápidamente cambió a un rostro de molestia inflando las mejillas. Ciertamente esto logra darme algo de pena ajena, pero, la criatura es feliz como ya dije, no tengo derecho a quitarle eso. – ¿Cómo puedes decir eso cuando en las dos primeras tareas sacaste más puntuación que Naomi? — Me contestó reprochándome como en… Un anime. Me encogí de hombros. – No sabía ni que eso había pasado, honestamente — Le contesté. – No me sorprende, sueles estar leyendo cuando estamos en clase — Añadió Rosa por detrás mientras me daba una fuerte palmada en la espalda. Y cuando digo fuerte, no estoy exagerando. – Bueno, lo malo es que me estoy quedando sin libros para leer. Stella ya estaba recogiendo sus cosas cuando dije eso, lo que me hizo revisar la hora en un vistazo rápido para llevarme la sorpresa de que, efectivamente, Einstein tenía mucha razón al decir que el tiempo era algo relativo. Cuando volví a mirar a Stella, se encontraba a unos mal calculados veinte centímetros delante de mi cara, lo que hizo que mi corazón sufriera, por cuarta vez en la semana, una tentativa de infarto. – ¿Necesitas alguno en especial? — Me preguntó con una serenidad que me hizo tragar algo de saliva. – Eh… Sí, El Horror de Dunwich — Hice una pausa — de Lovecraft, claro está. La estegosaurio color maría me dio una mirada analítica que probablemente detectó más cosas de las que mi pediatra me detectaría en todos mis años de infancia puestos juntos. – Pensé que ya te habrías leído todo lo de él. – Casi — Hice especial énfasis en esa palabra — todo, pero no todo. Alejó su cara de mí, y sus ojos comenzaron a brillar. – La activaste — Me dijo Rosa. – ¿Eh? — Fue el monosílabo que alcanzó a salir por mi boca. Pude ver claramente como esa dinosaurio comenzaba a hacer uso de sus neuronas consumidas por cantidades ingentes de ficción. Justo cuando pensé en detenerla dio un pequeño grito al mismo tiempo que sonaba el timbre y comenzábamos a levantarnos de las sillas. – ¡Hay una copia en la biblioteca! Podrías pasar después de clases. Vaya, eso fue… Espera – ¿Estás en el equipo de la biblioteca? – ¿De dónde crees que saca sus cosas de brujas? — Me contestó Rosa. Oh, tiene sentido. Y su cara de molestia exagerada también. Rosa se echó a reír un poco y le dio un abrazo a la estegosaurio mientras esta seguía tratando de mantener la cara de molestia. – Tranquila Stella, sabes que sigues siendo mi amiga aunque seas satánica como solo tú puedes ser. No lo voy a negar, sería divertido comentarle a Rosa que durante algunos años sí me junté con satánicos un par de veces, pero eso será para otro día. No me quiero arriesgar a que me mande a rezar siete Padres Nuestros delante de un altar. … Tras un par de intercambios verbales más, nos separamos y fuimos a distintas clases. Logré aprenderme el horario escolar el primer día, y lo que me toca ahora es algo peor que cualquier horror lovecraftiano: matemáticas. Y después economía, aunque esa la llevo mejor. … Va ser duro. *** Y fue, en efecto, duro. Mi cerebro está licuado, mi muñeca duele y creo que si Dios existe, me ha abandonado. Aunque algo me dice que esta última afirmación es una cuestión de la que llevo siendo consciente desde hace años. La única bendición es que no puedo permitirme sobre pensar demasiado, lo que es a su vez una maldición como hoy llegue a estar en una situación complicada. Y tiene pinta de que va ser el caso. Mientras estoy en la cola para que me den el almuerzo estoy, a su vez, tratando de no chocar con ningún dino. Tengo planeado hacer uso de mi tarjeta teniendo en cuenta las cifras que me van a clavar a fin de curso en la espalda; las calculé ayer más o menos; no son horribles, ciertamente, pero no quiero gastar demasiado de todas formas. Entonces un olor familiar invade mi olfato de manera agresiva. Miro a mi lado, y la imagen que se me devuelve es rosa, pero no tiene sabor a fresa. Probablemente lo más cercano al sabor que tenga un adicto sea beberse un batido de fármacos variados, algo que ya hice una vez y que no estaría muy dispuesto a repetir. Reed se había puesto a mi lado sin que me diera cuenta. Cuando se percató de que ya noté su existencia, dio un pequeño silbido y pasó su brazo por encima de mis hombros. – ¡Hombre…! Qué tal está mi hermano de pizzas favorito… Río un poco, no puedo evitarlo, aunque poso mi dedo índice sobre mis labios para darle una señal de que, incluso si hay más gritos aquí que en Auschwitz, no es algo que debería decir en voz alta. Suspira con una sonrisa. – Tú relájate bro… — Hizo una pausa larga, creo que se le acaba de resetear el cerebro — ¿Y qué tal todo…? – Ah, ahí voy. Asintió para después mirar mi mano. – ¿Y eso…? — Preguntó señalándolo. – Pues, esto es la tarjeta del almuerzo. Reed abrió sus ojos como platos, dejando su boca a medio cerrar en el proceso y sacando su brazo de mis hombros para después arrascarse la nuca. No tengo claro qué dije, pero parece haberle consternado un poco. – ¿Qué? ¿Pasó algo? — Dije tras pensar cada malinterpretación de mis palabras posible, cosa que, alerta de spoiler, no tuvo éxito. El velociraptor drogadicto suspiró, parecía que había vuelto a la realidad. – No… Nada Hombre… Solo… — Hizo una pausa, su cerebro debía estar yendo a la mayor turbo velocidad que su mente le podía permitir — tiene que ser jodido eso, como, ya sabes — Volvió a rascarse la nuca — ¿Nuevo en la escuela y necesitas la tarjeta del almuerzo? Podrías como… Venir conmigo y la banda, ¿sabes? No he visto que te juntes con gente en los recesos además de Naomi y Naser. Primero, qué es este tipo de clasismo tan condescendiente y amable. Segundo, no está mintiendo ciertamente, Stella y Rosa suelen estar ocupadas con otras cosas. Por lo que sí, suelo estar con los otros dos tórtolos. … – Quizás, no estaría mal, aunque tampoco quiero molestar. – ¿Es por Trish? — Dijo enarcando una ceja. Pues, en realidad puede que sí. … – ¿Eh? No, para nada. — Contesté mientras movía mi mano de un lado a otro. Reed se me quedó mirando fijamente, puedo sentir cómo lee mis pensamientos tal y como si fuera un libro semiabierto para él. Debería saber ya que no se le puede mentir a una mente que se encuentra en otro plano astral después de haber consumido cosas que ningún otro ser vivo siquiera ha olido antes. – Ella es bastante agradable cuando la conoces bro, no te preocupes — Hizo una pausa y dirigió su vista a nuestro lateral derecho, a lo que reaccioné de la misma forma — Y hablando de la reina de Roma… – Su fuego arde — Añado yo. Reed me hizo el gesto de pistola con una mano. Trish llegó a los pocos segundos con Reed, se le notaba algo de sudor en la frente y una respiración algo acelerada. Sus rulos estaban un poco deshechos también. Se dirigió al velociraptor sin pensar. – Lo siento Reed, voy a tener que darte la palanca un poco más tarde — Dio una bocanada de aire mediana — También me encargué de otro de los imbéciles del concierto. – ¿Esas dos están relacionadas por algún casual? La triceratops pareció caer en la cuenta de que estaba allí gracias a esa pregunta. La sonrisa presumida que tuvo durante la práctica del auditorio regresó a su cara. – ¿Quién pregunta? – Definitivamente no la Interpol — Respondí, tratando de ocultar como mis instintos de supervivencia me estaban diciendo que no había sido buena idea cuestionar eso. No sé quién logra darme más desconfianza, siendo honesto, si Trish con sus tentativas de dinocidio o Naomi con su aura brillantemente oscura. – De todas formas, ¿qué hace aquí el skinnie? — Pronunció la triceratops morada. – Pues… Coincidimos en la cola y eso… Además de que le estaba diciendo sobre venir con la banda. – Qué — La sequedad de ese tono por parte de Trish es bastante extraña, habría esperado una respuesta más agresiva. Dios mío, tengo la sensación de que me voy a hundir más en la miseria, por alguna razón. – Es como… Super pobre y eso… Así que pensé en dejar que se quedara más con nosotros… — Contestó Reed. Creo que me ha dado un tic en el ojo derecho. – ¿Qué tan pobre? — Añadió Trish, otro clavo a mi ataúd mental. – Oigan eh… Y fui interrumpido por Reed. – ¿Sabes sobre esas tarjetas que anuncian para el almuerzo en los folletos del instituto? – Me tienes que estar jodiendo — La triceratops se encontraba bastante seria al decir eso. Por favor, basta, no puedo soportar tanto clasismo hacía mi persona. Cuando tengo ese pensamiento, el velociraptor drogadicto y lengua suelta agarra mi brazo izquierdo, teniendo aún yo en sujetada con mi mano la tarjeta del almuerzo, y se la señala a Trish. – Pero… – Oh Dios, pobre alma — Exclamó la cuernitos. – Literalmente — Y el último disparo a mi dignidad me lo propició Reed, probablemente sin ser muy consciente de lo que estaba diciendo. Me siento como si me hubieran hecho un combo de Mortal Kombat por accidente en este preciso instante. Dios se apiade de mi pobre existencia. … Ni yo mismo me ayudo. Aunque, qué podría esperar de mi propia mente en primer lugar. … La situación se está tornando demasiado incómoda para mí simplemente, quizás lo más sabio sea irme con Naomi y Naser incluso si tengo que soportar la diabetes que me provoca el comportamiento de la primera hacía este último. Pero, llegados a este punto y teniendo mi ya de por sí poco ego destruido, cualquier cosa está bien para mí ahora mismo. – Sí, bueno, eh… Piensa algo, te están mirando. – Debería, como, ir a comprar en la máquina expendedora — Acerté a decir por fin. La triceratops sonríe y me devuelve una mirada algo fulminante. – ¿No vas usar la tarjeta del almuerzo? Esta vez no me vas hacer una encerrona. Mi maquinaria cerebral comienza a fabricar una respuesta completamente válida ante eso, hasta que todos los procesos químicos necesarios para ello se ven interrumpidos por las palabras a medio pronunciar de Reed. – Oh… ¡Hola Fang! … Dios, sé que me odias, me lo has dejado en claro en estos últimos dos años, pero al menos trata de ser más sutil cuando quieras joderme, por favor. – ¡Fang! ¿Qué tal? ¿Qué te hizo tardar tanto hoy? — De repente el dinosaurio púrpura parecía haber sido golpeado por una ráfaga considerable de alegría. ¿Estarán esas dos saliendo juntas? … No, no se ven como una pareja ni se tratan como una conforme más me detengo a pensarlo. El cansancio genuinamente me está llegando a poder demasiado hoy. – Ciencias fue una mierda… Oh, hey Alex — Me saludó con la mano, le devolví el gesto — ¿vas a venir con nosotros? Abrí la boca para contestar, pero el velociraptor drogadicto fue más rápido desenfundando su arma verbal. – Le vendría bien, es pobre. – Super pobre — Remarca Trish. Fang enarca una ceja y dirige una mirada hacía mí. – Quiero decir, viste como si se hubiera quedado atrapado en la época del rock de los noventa, pero… — Hizo una pausa y regresó su mirada hacía Reed — ¿Qué tan pobre? – ¿Sabes esas tarjetas del almuerzo que se anuncian cerca de la oficina del director? … Fang me lanza una mirada a medio camino entre la risa y la más pura lástima posible. – Eso es hilarante y deprimente a partes iguales, siendo sincere. Estoy bastante de acuerdo, aunque por otros motivos. – ¿Qué esperabas de alguien que tocó Homage con el bajo encima de un escenario de todas maneras? — Le contesté tratando de desviar el tema de conversación, la respuesta fue una sonrisa presumida que me dio un leve destello a Trish. La diferencia, sin embargo, es que esa sonrisa no era para molestarme de manera seria al menos. – Touché — Me respondió la pterodáctilo. Para ese momento Fang y Trish se pusieron a hablar de moda mientras obteníamos nuestra comida. Yo simplemente me quedé en silencio, fingiendo que estaba mirando algo en mi teléfono cuando la realidad era que ya había agotado todo el contenido que podría haber en mi bandeja de redes sociales para esas horas. Eso fue hasta que Reed se acercó un poco a mí con su olor a historia dinohumana y abrió la boca. – Entonces… ¿Qué opinas de Stirner bro…? Qué. Espera, ¿está en mi clase de filosofía? Hago un recorrido mental en cuestión de microsegundos, y efectivamente, se sienta antepenúltima fila del salón, cerca de la ventana. … Oh Dios, eso quiere decir que este tipo no se leyó la página de wikipedia de Heráclito para hacer su referencia en la canción. No, es peor que eso, algo más aterrador. Este velociraptor drogadicto sabe de filosofía, y lo que es más sorprendente, quiere hablar de ella. No sé si sentirme emocionado al respecto. – Eh, está bien, quiero decir… — Empecé a tratar de buscar una forma coherente de expresarlo — Realmente su filosofía del anarquismo egoísta es como poco curiosa de revisar, y no diría que es una mala lectura, de hecho, es interesante. Reed entrecerró sus ojos y los clavó en los míos. – ¿Eres socialista? ... La pregunta se la llevó el aire, simplemente respondí con un rostro de confusión y el velociraptor al instante suspiró. – No importa bro, no juzgo a nadie… Aunque… ¿Pachystation o Xrox? Está haciendo las preguntas realmente importantes. – Nintenda — Contesté. El politoxicómano rosado se congeló por un momento ante esa respuesta, reacción que me hizo tener un pequeño estallo de risa. – Es broma, es broma… Pachystation, crecí con sus juegos y la nostalgia es más poderosa que cualquier arma. – Dímelo a mí hombre… Me pasa algo similar con Xrox, una pena que Halo murió… Al final estuvimos charlando sobre videojuegos todo el rato en la fila. En paralelo pude interceptar que Fang y la pequeña triceratops morada hablaban algo sobre leotardos, y en general continuaban con su charla anterior, un tema de conversación en el que no me podría haber metido incluso si hubiera querido, porque algo me dice que sería inmediatamente humillado por cómo me visto. Quizás debería irme a comprar algo de ropa en alguna tienda de segunda mano que haya cerca, o incluso en una venta de garaje. Hace tiempo que no voy a una de esas. Reed sigue en sus divagaciones mentales, de alguna manera ha pasado de hablar sobre Halo a hablar sobre la saga de juegos que hizo Bungie previamente; Marathon, y la verdad es que suena lo suficientemente interesante como para al menos darle una probada durante los fines de semana. Una vez conseguimos la comida, decidimos ponernos en una mesa que por obra divina se encontraba libre, para después proceder a sentarnos. Le doy un bocado a un delicioso bocadillo de filete de pollo empanado. – Ah, por cierto Alex — Dijo Fang. – ¿Uhm? Tenía la boca llena, no pude contestar. Fang comienza a abrir su mochila mientras Trish y Reed se encuentran algo expectantes; tras rebuscar un poco pone encima de la mesa un pedal con una construcción similar al mítico BOSS naranja, que, sin embargo, se encuentra en un color azulado que parecía haberse rasgado en algunas partes. Supongo que este era el pedal de distorsión, lo revisé por unos momentos y tras finalmente tragar el bocado, hablé. – ¿De qué marca es? — Pregunté – Lo hicimos Reed y yo cuando empezó a hacer pedales — Me contestó con una sonrisa orgullosa, el mencionado asintió y me guiñó el ojo. – ¿Reed hace pedales? – Sí bro… — Me dijo — en el garaje de mi casa además… Así como… Como si fuera Steve Jobs haciendo Macintosh… Esa comparación definitivamente sonaba mejor en su maltratado cerebro. – ¿Es de distorsión? – ¿De qué sería si no? ¿De lanzas? — Saltó a decir Trish sonriendo como solo ella sabe sonreír, en un mal sentido. – Quizás tiene efecto de sonido de un calibre veintidós, qué sé yo — Respondí. Cuando volví a enfocar mi atención en mi bocadillo, mis ojos se abrieron lentamente conforme me di cuenta de lo que había respondido. Levanté mi campo de visión de nuevo, me encontré con la mirada de Reed por unos momentos algo confundida, para luego regresar a su expresión de desconexión habitual; la de Fang seguía la línea que había abandonado la del velociraptor. Trish parecía haberse callado por un momento. El cansancio me está pasando factura. – Que respuesta más estúpida, ¿en serio no estás usando tus neuronas de mono? — Salvado por la triceratops. – No siento que merezca la pena pelearse por algo así de estúpido, es todo. La dinosaurio morada abrió la boca para después volver a cerrarla y mirarme con un odio solo comparable al de Donald Rawmp cuando habla sobre cualquier etnia que no sea de color blanco y costumbres asociadas al cristianismo. Después simplemente se resignó y sacó su teléfono tras decirle a Reed que le echase un vistazo a algunas ofertas que había encontrado para hardware de segunda mano. Estaba a punto de dar otro bocado dando por zanjado el asunto cuando la voz de Fang se pronunció. – ¿Por qué calibre veintidós específicamente? … Alejé el bocadillo de mi boca. – ¿Por qué crees? – ¿Lo has probado? – ¿Crees que lo he hecho? Su expresión se torna claramente algo molesta, y me lanza un sobre de ketchup sin abrir la cara. No dolió, pero se entendió la intención. – Si no quieres decírmelo no tienes por qué hacerlo — Alcanza a decirme. … – Sí, podría decirse que lo probé. Fang me mira, analizándome de arriba abajo en proceso. … Dios, tratar de acallar toda la marea de mierda mental que está queriendo invadirme ahora mismo está siendo verdaderamente exhausto. Quizás el ajedrez sí pueda considerarse un deporte después de todo. … No pienso indagar en eso aquí, de todas formas, no quiero que se repita una escena de un ataque de ansiedad con tintes de estrés post-traumático ahora mismo. – ¿Qué? ¿Demasiado pobre para tener un arma? — Puse una sonrisa genuina, aunque fue algo complicado. Clava su vista en mis ojos, sonríe levemente y trata de contener una risa, con un éxito parcial, dejando escapar algo de aire. – Más bien, lo suficiente como para tener una. Mi respuesta es otra risa, aunque sin contenerla, y conforme más dejaba que se extendiera, más adolorida me parecía. Espero ser el único que ha notado eso, de todas forma. Sin embargo esa risa se congela junto a la charla de Trish, Reed y Fang cuando escucho una voz dolorosamente familiar detrás de mí pronunciar el hechizo para invocar mi presencia. – ¡Alejandro! — Con ese tono afable que perturba sistemas auditivos, Naomi dijo mi nombre. El trío caótico de VVURM DRAMA recogió sus cosas en tiempo record y de forma envidiablemente rápida y manteniendo un equilibrio sorprendente, se esfumaron. – Suerte con eso. Creo que me lo dijo el velociraptor, o quizás la pterodáctilo, no lo sé. Para ese momento ya estaba me estaba girando en la dirección de Naomi, aceptando mi destino. Solo espero que esta muerte por sobreinformación sea lo suficientemente aturdidora y rápida. Nada más Naomi se paró a mi lado, me miró junto a Naser. Ella mantuvo una sonrisa que me hizo sentir calambres en las mejillas, y el último simplemente estaba mirándonos a nosotros y vigilando que se mantuviera al menos algo de calma generalizada en el lugar. – ¡Oh Alejandro! ¿Era esa la hermana de Naser? ¿No es más correcto el término “sibling” en lugar de “sister” teniendo en cuenta que Fang es no binarie? … Voy a ignorar eso, al menos por ahora. – Eh, sí, era ella y su banda — Contesté. Sus ojos brillaron como un terrón de azúcar pulido ante esa respuesta. – ¡Ya veo, ya veo! Me alegra que estés haciendo finalmente amigos — Hizo una pausa mientras ella y Naser se sentaban en frente de mí — ¿Y de qué hablaste con Fang? Me encantaría saber todo al respecto, ¿habéis pensado ya en compartir música? … Esta marea de preguntas logran golpear mi cerebro con la suficiente fuerza como para buscar, gritando a todo pulmón hasta desgarrar mis cuerdas vocales y quedar afónico, decirle que por favor me dé al menos dos segundos de silencio. Es extraño, de todas formas, Stella se comporta de forma similar y no me molesta en lo más mínimo en realidad, pero con Naomi simplemente parece que hay algo que está fuera de lugar. – Hablamos algo sobre música, sí — Respondí con algo de exhaustividad mientras trataba de leer la expresión de Naomi. Ella siguió con algunas preguntas más hasta que por fin me percaté de lo que me ocurría exactamente; podría ponerle un mechero encendido al lado de esa sonrisa, y se derretiría, porque es tan falsa como el plástico más barato disponible en alguna fábrica de China. No me había dado cuenta hasta ahora, y es porque realmente es buena actriz. Demasiado buena. Y las personas así no son de confiar precisamente. – ¿Y has pensado en tocar con Fang? — Abrí la boca para responderle. – Cariño, dame un momento. Silencio, por fin. Y entonces Naser puso su vista sobre mí, extendió su brazo y colocó su mano encima de mi hombro. – ¿Estás bien Alex? Te noto algo ido. Este pterodáctilo con un sentido de la moda equivalente al de Tarantino para los protagonistas de sus películas me está dando una rama de olivo, no sé si de forma inconsciente, pero lo está haciendo. – Ah, eh… — Hago una pausa, realmente el cansancio sí me anda consumiendo, hablar con Fang y los otros me mantenía activo, pero con Naomi no es el caso, como era predecible — Solo estoy bastante cansado, no dormí bien. – ¿Discusiones en casa? — Preguntó el pterodáctilo. – No, vivo solo — Sus ojos se abren un poco cuando digo eso, supongo que no es algo común, y suena razonable que no lo sea — Solo tuve pesadillas, es todo, ni siquiera puedo tener una buena excusa. Naser sonrió un poco ante la respuesta. – Bueno, no es como si decir que mi hermane estuvo quedándose mirando dino nuggets hasta las dos de la mañana fuese una excusa mejor tampoco. Ambos nos reímos un poco. – Hablando de ella — Naomi interrumpe — ¿qué te pareció Trish? Mis ojos vuelven al plástico naranja, comienzo a analizar la pregunta con las neuronas que aún no se me han muerto por la falta de sueño. Después de tres nanosegundos mentales que se sintieron como años desde mi perspectiva, abro la boca. – Está bien, supongo, aunque siempre está sobre mi cuello incluso si no me reí durante el concierto. Naser estaba a punto de darle una mordida a su bocadillo de carne, y ahora ha parado en seco. Quizás debí pensarme mejor lo que iba decir. – Ella es solamente así, no le hagas mucho caso, a mí me ha tratado de embestir demasiadas veces desde ese desastre — Añadió mientras volvía a dar algunos mordiscos, aunque su expresión parecía inundada de un sentimiento familiar para mí; arrepentimiento. … Me gustaría tener una charla en solitario con él, se ve que es buen tipo, sinceramente. – ¡Lo que me recuerda! — Naomi tuvo un chispazo sobresaliente de energía en esas palabras, más todavía — ¿Viste quién fue el responsable de que lanzaran la pizza? Me enteré esta misma mañana y tanto Naser como yo le estamos buscando. Y mi paz mental breve fue de nuevo interrumpida. Este día no parece que vaya acabar nunca, por Jesús Raptor. – No, nope, nein, ingen, nie, non, nah, nei — Ambos se me quedaron viendo algo sorprendidos. Creo que eso quizás ha levantado más sospechas de las necesarias, se me están quedando viendo. – Hablando en serio, no, solo vi cómo la pizza llegó a la cabeza del tipo, pero poco más. Las mentiras se van acumulando, poco a poco, en silencio y como espinas que ya serán problema del Alejandro que deba ir a dormir esta noche. Aunque siento más penas por mentir a Naser que a Naomi, porque a juzgar en base a las observaciones que he hecho hoy, ella está en una obra de teatro perpetua y el otro desgraciado será Augusto Pérez de Niebla si tiene demasiada mala suerte. – Una pena — Comentó Naser mientras suspiraba— Realmente le debo un favor porque gracias a eso la banda pudo salir sin muchos problemas de allí. – Bueno, lo más seguro es que incluso con esas no quiera que le descubran por riesgo de alguna represalia — Contesté al pterodáctilo. – Ciertamente — Hizo una pausa — Y eso tampoco pudo evitar que luego Trish decidiera echarme todas las culpas de igual forma. Naomi agarró del brazo a Naser, apretándolo contra su pecho. Pensándolo mejor, quizás no debería haber puesto mi mirada ahí. – No te preocupes cariño, ya sabes que no son capaces de apreciar nuestra amabilidad. El tono algo agrio de esas palabras es algo que fuera díficil de captar, pero imposible de ignorar una vez me percaté de ello. No diría que mi reacción al respecto sea visceral, pero me está mareando tanta poca naturalidad tan junta. Hasta que por fin sonó el timbre. Me despedí de Naser dándole un toque en el hombro. A Naomi solo le levanté la mano y la agité. Con algo de suerte, el resto del día sería más manejable. *** Tic, tic, tic, tic, tic, tic… El sonidito infernal del reloj me molesta de forma insistente mientras continúo rellenando los huecos de las preguntas que el Señor Jingo ha decidido darnos para el resto de la hora. Me quedan solo cuatro ejercicios por el momento, así que con algo de suerte, quizás habré acabado antes de que la hora termine y podría darme un momento para relajarme. Un momento para quizás escribir algo que se ha ido formando en mi mente durante toda la mañana desde que acabó el receso. … Listo, terminado. Me doy la vuelta y procedo a sacar un cuaderno pequeño, con una tapa de cartón negra que ha visto días muchísimo mejores. Lo abro de par en par, con miedo a que se me olviden los versos. I won't live This whole life Trying to fix Broken wishes. En efecto, aparentemente estar rodeado de gente que toca instrumentos ha logrado que en mi cabeza comience a formarse algo. Nunca he escrito una canción antes, pero supongo que la inspiración llega más temprano que tarde. 'Cause yesterday Following my tears I saw how I'm falling Inside darkness, Waiting just for you Breathing so hard That's hard to believe How my lungs still here, Inside me. Lo leo detenidamente. El ritmo comienza a ser algo extraño a partir del cuarto verso. Inside the darkness, No es ideal, pero de esa manera queda un poco más balanceado, o eso voy a pensar por el momento. Ahora se repite el cuarteto inicial, que como estribillo creo que funciona… – ¿Qué estás escribiendo? Mi corazón y sus tentativas de infarto no han ocurrido hoy, lo que no quita que la pregunta me haya hecho sentir un vacío en mis entrañas lo suficientemente fuerte como para casi tener un sobresalto. Lo bueno es que el agotamiento no me permite hacer tal cosa. Giro mi cabeza y me encuentro con el pico de pterodáctilo de Fang, frontalmente, y sus ojos ámbar, a unos centímetros bastante seguros de mi cara pese a todo. Proceso el comentario, y me dispongo a lanzar mi evasiva. – ¿No deberías estar haciendo tu tarea? — Contesté haciendo el intento de una sonrisa maliciosa. – ¿No deberías estar haciéndola tú? — Me respondió con la misma expresión – Ya la terminé. – ¿Y crees que yo no? Bueno, en realidad tiene cierto sentido ahora que lo pienso, es probable que sepa más de teoría musical que Trish al menos. Y más que yo, aunque tampoco es muy difícil eso, nunca fui a ningún conservatorio ni nada similar. Quizás eso me habría servido para distraerme, lástima que no vivo en Beverly Hills como para poder permitirme eso. – Tiene sentido — Suspiro mientras cierro el cuaderno. – ¿No me vas a decir qué estabas haciendo ahí? – Un poema rápido que se me había ocurrido, simplemente. Fang entrecerró sus ojos para después abrirlos de nuevo y poner una sonrisa algo presumida en su pico. – ¿Puedo ver? Quizás hasta y puedas hacerle competencia a Reed. – Nada puede superar a Rimbaud, es lo que tiene no estar sobrio — Me reí un poco mientras decía eso, la respuesta de Fang fue similar. – ¿Me lo vas a enseñar entonces? Jesucristo redentor, aquí vamos de nuevo en otra edición de tener que enseñar tus escritos a alguien que no conoces. La única diferencia es que es Fang. … Y Fang es artista también, me refiero, y la conozco; desde hace solo un par de días, pero la conozco. … Por qué no, en el peor de los casos se reirá y seguirá con otra cosa. Abro la libreta por la página correspondiente, ella extiende su mano y se la doy. Comienza a leerlo en silencio, y en determinado momento veo que saca un lápiz de su estuche para comenzar a medir la cantidad de sílabas. Tic, tic, tic… Mi único entretenimiento mental termina siendo el reloj, con su golpeteo constante. Tic, tic, tic… Con el tiempo me he dado cuenta que mi cerebro no aprecia el silencio en realidad, aprecia demasiado la distracción no muy ruidosa. Es algo que descubres sobre todo cuando no puedes dormir por mucho que lo intentes, por más silencio que haya. Tic, tic, tic… Anoche estuve dando vueltas en la cama hasta las dos de la mañana. Tic, tic, tic… No sé qué tan diferente sea hoy, y quizás debería pensar en comprarme manzanilla. Quiero evitar las pastillas por el momento o cualquier cosa que implique alterar mi sistema nervioso, suficientes malos tragos he tenido ya al respecto. Tic, tic, tic… A las muy malas puedo leerme algo de J.K Rowling, sus libros son el somnífero perfecto al fin y al cabo. Tic, tic, tic… Justo cuando me estaba poniendo más nervioso ante la ausencia de algo que hacer, siento algo pinchar mi brazo, lo que me quita el cansancio y de paso me saca de la divagación mental en la que me encontraba. Obviamente se trataba de la pterodáctilo, había acabado de leer mi insulto al género lírico. – Está bien teniendo en cuenta que no eres hablante nativo. Parecía bastante seria al respecto, lo cual fue un alivio. – ¿Algo que reseñar además de que todavía se nota que soy español? – No se nota siquiera, solo necesitas más práctica, la poesía en general es así — Me contestó, sentí que mis ojos se abrían un poco más conforme hablaba — Tienes una base más que decente dentro de todo, ¿has llegado a escribir algo más? Siento un pequeño chispazo cálido recorriendo todas y cada una de mis vértebras. Hacía tiempo que no tenía una charla sobre proceso creativo, al menos presencialmente. – Algunas cosas, hace años era bastante mejor porque lo hacía de forma regular. Quedó algo pensativa ante mi respuesta. – ¿Tienes alguno todavía? ¿O están publicados en algún lado? Entonces la calidez de mi columna desaparece Y lo sustituye un serpeante escalofrío, que sube hasta rodear mi nuca en un suspiro gélido que logran retorcer mis pies un poco. La mayoría de mi poesía aparecieron en algunas publicaciones de Boston. Buscarlas sería buscar mi nombre y el de la ciudad juntos, y eso podría arrojar el peor resultado posible si se comienza a escarbar hacía donde no se debe. ¿Cuántos Alejandros Cisneros hay en Estados Unidos? Obviamente no muchos, Sherlock de cuarta. Tic, tic, tic… … – Nah, alguno debe haber por ahí, pero en general creo que perdí la mayoría — Respondí mientras hacía ademanes con las manos. – Vaya, eso es una mierda. – Sí, bueno, tampoco es que quiera una carrera como poeta, prefiero la prosa. – ¿Tienes algo escrito sobre eso que pueda leer? ¿O también me vas a decir que es lost media ? Analizo los riesgos. No hay ninguno, nunca publiqué un relato en ningún lugar, y la mayoría comencé a escribirlos luego de irme de Boston, lo cual es perfecto. – Tengo algunos, si quieres te los puedo traer mañana. La pterodáctilo refunfuñó un poco. – O puedes darme tu Whosapp en vez de dar más vueltas que un mono de feria incluso si ya lo eres. La respuesta me descoloca un poco. Tiene razón. … Me encojo de hombros y doy una risita. – ¿Pidiéndome mi número de teléfono? Muy atrevido de tu parte, no te lo voy a negar – Por Dios, cállate — Su risa delata que puedo seguir con el chiste sin problemas. Arranco un pequeño trozo de papel de mi libreta, lo apunto rápido y se lo dejo en su pupitre. – Ahí tienes, atrevide . Me sonríe y me saca el dedo medio en respuesta. Me rio un poco de nuevo. El timbre suena, y con ello, mis ansias de libertad se ven saciadas gracias a que era la última hora del día. Comienzo a recoger mis cosas. – ¿Te vas? — Me pregunta Fang. – Uh, sí. ¿Tú te vas a quedar? – Sí. – ¿Algún motivo en especial? – Ensayos con la banda, bobo. Ah, debí suponerlo. – Entiendo. Bueno, entonces mucha suerte — Respondí mientras colocaba mi mochila sobre mi espalda. – Gracias, suerte también — Me contestó mientras se dirigía al estante de instrumentos de la clase. Antes de irme vi que había agarrado una guitarra acústica. Y aunque puede ser algo narcisista por mi parte y no es algo que me agrade precisamente, me di el lujo de sonreír por esta vez. Supongo que no fue mala idea intervenir después de todo. - - - Llevar el amplificador hasta la puerta del auditorio no ha sido fácil, pero el hecho de que no esté muy lejos de la clase de música del Señor Jingo ya me ha hecho más fácil ese desafío. Trish y Reed suelen llegar los primeros, así que al menos no tendré que cargar con ambas cosas todo el camino hasta el escenario, que es algo que mis alas no necesitan ni de broma. Abro la puerta empujándola con mi hombro, escucho murmullos y eso logra darme una sensación de alivio considerable. – ¡Ah! ¡Fang! — Gritó Trish desde el escenario — ¿Necesitas una mano? – Sería jodidamente conveniente, no te voy a mentir. Trish se ríe por la respuesta, asiente y simplemente viene corriendo a ayudarme. Mientras bajamos la cosa, me percato de la ausencia de mi adicto al carfe favorito. – ¿Y Reed? – Está buscando algunos cables jack de más para unos nuevos pedales que quiere probar — Me contesta mientras llega al escenario con el amplificador. – Huh, ¿cuál es el efecto de sonido? – Una especie de fuzz, creo que le puso algo de distorsión también. – ¿Es para tu bajo entonces? – Quiero decir, desde luego no va ser el tuyo desde que decidisteis no usarlo — Respondió mientras lo colocaba, ignorando completamente que ese comentario sonaba más pasivo agresivo de lo que le gustaría a nadie. … Siempre ha sido así, pero lo superará, espero. ¿Debería preguntarle de todas maneras? … – Trish, eh, si no quieres usar la guitarra… – No, está bien — Me dijo mientras conectaba el amplificador — Perdimos la publicidad, pero saldremos al éxito de igual forma. Eso no suena muy convincente. Simplemente suspiro y abro la funda de la guitarra. – Es solo que me molesta. Aquí vamos. – ¿El qué? – El simio. – ¿Alex? – Desde luego no va ser Spears — Clavó su vista en mí — Es como… Algo extraño, Fang, simplemente. Me quedé parade por unos momentos, pensándolo. Entiendo a qué se refiere en realidad. – ¿Es porque apareció de la nada? — Pregunté, dudando. – Y nos ayudó de la nada — Añadió mientras suspiraba — ¿Si tú estuvieras en tu situación qué habrías hecho? Lo mismo, quizás hasta algo más. Pero esa respuesta probablemente no le va gustar, y lo sé, porque ese vacío de intenciones es algo que he notado por mí misme. La actitud de Alejandro no suele salir de lo común, pero en clase a veces había momentos donde su mirada se perdía; parecía perder el foco, incluso cualquier brillo que después, cuando hablábamos, tenía de nuevo sin problemas. Es algo casi imperceptible, estúpido incluso, y realmente no quita que me sienta agradecida con él, tanto por ayudarme en la discusión de la guitarra como por lo del concierto; pero igualmente es extraño. Un rompecabezas que crees poder visualizar perfectamente, pero que cada pieza después parece tener menos sentido que la anterior. Y al final, no sabes si realmente es un puzzle o un mosaico hecho con piezas rotas. Trish siguió hablando ante mi silencio. – Exacto, no habrías hecho nada — Su expresión se tornó cada vez algo más severa — Y cuando tocó el bajo… — Trish continúo con su monólogo. – Lo hizo bien — Intervine. – ¿Eh? Quiero decir, no lo hizo terrible al menos, lo cual es sorprendente para un skinnie como él — Hizo una pausa — Me refería más a que… No sé, como si hubiera algo mal con él, es todo. Hay algo de silencio, Trish se acerca a su bajo y comienza a afinarlo mientras mi cerebro se funde con la información recibida. – Da la sensación de que le faltara algo, incluso — Dijo finalmente. Trish tosió y comenzó a hablar algo sobre las líneas de la guitarra, nada que necesite mucho de mi atención, solo poner un par de agudos más para que, junto al bajo, algunas secciones de la melodía no se noten excesivamente gruesas. Desde que tenemos la guitarra, el enfoque ha cambiado un poco en ella, lo cual supongo es bueno. … No termino de prestar atención de todas formas. Porque esas últimas palabras que dijo me hicieron entender una cosa, y es que sí que le faltaba algo a Alejandro. Probablemente lo esté sobrepensando, pero creo que esas miradas no son solo pena. Son también pérdida . [NOTES] Casi un mes cocinando esto, lo lamento, realmente me costó sacarlo adelante por la cantidad de cosas que tengo que hacer IRL. Con algo de suerte el siguiente capítulo tardará menos, aunque adelanto que posiblemente será uno más breve en cantidad de palabras.