[MENSAJE ESCRITO DURANTE EL 7 DE ENERO DE 2019, DE ALEJANDRO CISNEROS] Hoy tuve una pelea con Elvin. Solo un par de empujones, aunque solo él fue el que me gritó e insultó durante todo el altercado. Yo por mi lado traté de mantenerme más pacífico, hacer que, con algo de suerte, respirara. Me disculpé por lo que sea que hubiera dicho, porque ni ahora mismo tengo claro exactamente qué fue aquello que logró romperle los nervios. Quizás tenga que ver con que Tanya y yo hemos salido un par de veces sin avisarle a él antes. Si es eso entonces, no le juzgo, pero Tanya no ha estado pasando por una buena situación familiar estos días; el asunto de su hermano sigue siendo grave, y visto lo visto, ella está más tranquila cuando estoy a su lado, en calidad de amistad, por supuesto, imaginar siquiera algún escenario romántico con ella me es imposible. El único flechazo que he tenido aquí ha sido por Elvin mismo, y sinceramente no sé ni cómo manejar esta situación, por lo que he dejado que el sentimiento se lo lleve la corriente. Cada vez hay algo más de tensión, una que no sé si siempre estuvo latente o si ha germinado en el último tiempo. De todas formas, como puedes ver no fue un escándalo enorme, y ciertamente no podría decir tampoco que fuera por algo en realidad severo. Tanya me ha dicho que no me preocupe, que suele tener esos momentos en los que parece odiar a todo el mundo; le he hecho caso, pero no puedo dejar de pensar en que quizás debería hablar con él, darle algo de calma o solo ayudarle a relajar su mente de lo que sea que le esté presionando en estos momentos. Aunque, bueno, tiene pinta de que esto quedará en el aire, como usualmente. No moveré nada, no quiero romper algo incluso si es por accidente. - - - Literatura, por fin, la última clase del día y la que más me interesa, como debería ser obvio. La cabeza me pesa tanto que bien podría ser el frontón del puto partenón griego de Atenas, o uno de esos monolitos extraños que hay por el país. Definitivamente filosofía es una asignatura que me logra drenar las energías sin importar qué. Aunque al menos no lo suficiente como para caer en el estado de hibernación en el que cayeron los de la última fila. … ¿Puedo juzgarles siquiera? Es bastante obvio que no, con gusto habría hecho lo mismo. Mientras estoy moviéndome por los pasillos a paso de borracho, siento cómo algo se choca contra mi pecho con una fuerza considerable que me logra hacer retroceder dos pies. Lo único que ha evitado que me caiga y deje un bonito mosaico con mis dientes por todo el suelo ha sido que me agarré de una taquilla. Ventaja número uno de tocar el bajo, la fuerza de tus dedos aumenta, no tanto como para romper cosas con ellos, pero sí lo suficiente como para salvarte de estos apuros. Dirijo mi mirada hacía delante. Hacía el agresor, el perpetrador, el intento de homicida, el… Estoy jugando solamente, es una estegosaurio verde, bajita, con una camiseta que pone “oppai” y una carpeta de Neón Génesis Raptorgelion. Espera. Rebobina un momento. Está llevando una camiseta que pone “oppai”. … No sé cómo debería sentirme con ese dato. Aunque esto me recuerda a algo bastante pintoresco de hecho; un triceratops que tenía los rulos tintados de azul y que una vez llevó puesta una sudadera de ahegao al instituto creyendo, no irónicamente, que era una buena idea. El pobre recibió más burlas de las que eran merecidas. Aunque no se asemeja en lo más mínimo a lo que el concierto de VVURM DRAMA fue en cuanto a material y cantidad de ellas. Supongo que en Boston la gente era más consciente, de alguna forma. Todos eran conscientes. Todos menos… … Yo mismo, supongo. … Ese monólogo interno se sintieron como eones hasta que la estegosaurio me sacó de mis pensamientos. – ¡Uh! Lo siento, lo siento… — me dijo aceleradamente. ¿Debería plantearme la posibilidad de que haya chocado conmigo a propósito para hacer una escena parecida a un anime? No, no creo. Espero que no. Por Jesús Raptor, rezo para que no sea así. – No pasa nada, mala mía, estaba muy concentrado en… — hago una pausa mientras agarro un folio del suelo que había caído de su carpeta — los próximos exámenes — le di la vuelta a la hoja y vi un dibujo de Sailor Moon en bañador, y en un movimiento veloz me lo quitó de las manos. – Ehm, pero, si no tenemos exámenes marcados aún — creo que estaba intentando poner una expresión de molestia. – No quiere decir que no los vayamos a tener — contesté mientras reordenaba un poco mi cabello, que probablemente tendría que parecer un gato negro despeinado en esos momentos. – Oh… Bueno… – En fin, nos vemos, supongo. Levanté mi mano y ofrecí una pequeña sonrisa a esa extraña que hace unos segundos podría haberme dado mi primer viaje a la enfermería de la escuela. Contestó de la misma manera, aunque de forma mucho más activa. Entonces dimos un paso cada uno a nuestra clase. Y otro. Y otro. … – ¿Qué clase te toca? – ¡Literatura! — me contestó, ensanchando su sonrisa. … No me gusta la frecuencia con la que me ocurre esto. – Igual que yo, aparentemente — le sonrío otra vez. De todas maneras, no parece tan mala. De hecho, su energía es algo contagiosa, a diferencia de la de Naomi. La estegosaurio da un saltito de celebración. Me siento como en un anime ahora mismo, y no por las mejores razones, pero por un demonio, no voy a arruinar la alegría de esta criatura, me hubiera gustado en mi segundo año de secundaria en España poder haber prolongado esa pasión por el anime. Que pena que no duró tanto, conforme más sabía sobre la realidad japonesa, más me daba cuenta que sus series eran solo el reflejo de lo que le gustaría que fuera su sociedad misma, y no lo que era. … Llegamos a clase, durante el trayecto descubrí que el nombre de la estegosaurio es, de hecho, Stella. Un nombre bastante bonito, sin lugar a dudas. De todas formas, había cometido el pequeño error de mencionar su carpeta de Neón Génesis Raptorgelion, y eso provocó una avalancha de preguntas respecto a mi opinión sobre algunos fragmentos del anime. Un momento agónico en cierta forma, pero no desagradable del todo. Y sí, sus ojos están brillando y su voz es algo aguda, pero no rompe los tímpanos al menos, a diferencia de cierta parasauropholus naranja que conozco. La cantidad de basura que le estoy echando al tejado de Naomi es espectacular. – ¿Y qué opinas de la escena en el metro durante el capítulo 9? Cuando lo vi por primera vez quedé muy impactada por cómo Hideaki Anno… — le interrumpí a la mitad mientras nos sentábamos en un pupitre el uno al lado del otro. – Está bien dirigida, por cómo lo veo, los ángulos en los que se enfoca a Shinji eran muy cinematográficos — hago una pausa — también el guión estuvo muy bien, pero eso ya lo sabes. Sí, ciertamente estoy intentando salir del paso. De todas formas, esa pasión es tierna en alguna manera, si hubiera tenido una hermana pequeña habría sido como Stella casi que con toda seguridad. Llegó el profesor, Bogumil Danielewski; ese apellido me trae ecos pasados de algo, aunque no recuerdo el qué. Conforme comienza a hablar, empieza a introducirnos el primer tópico la clase tras presentarse a sí mismo. Y el primer temario será… Literatura sumeria. Esto es una sorpresa, parece que en vez de tomar una perspectiva gringo centrista vamos a tener la suerte de explorar más letras que solo las que fueron escritas en inglés. Lo que no quitará que me voy a quedar dormido de igual forma en la clase dedicada a Shakespeare o la que de forma inevitable hablen sobre Charles Dickens. Lo siento, pero creo que hasta el adicto al hachís de Rimbaud podría haber escrito mejores cosas que Dickens. En el caso de Shakespeare, es jodidamente desesperante tratar de entender su inglés sin ser como poco alguien con un manejo nativo en el idioma. Que, aclaro, es mi caso, pero no quita que siga siendo insufrible de igual forma. Me percato que Stella está muy atenta a la explicación, casi tanto como yo. Debí saber que la fanática del anime probablemente también disfruta la literatura. Cuando tienes una rareza, es usual que suelas encadenar varias más; es lo que nos hace ser lo que somos al final del día de una forma u otra. No necesariamente lo que nos define, pero sí lo que nos condiciona de forma parcial. Un tira y afloja entre la persona que somos y la identidad que termina siendo plasmada en el cuadro que es nuestra vida. … – Por ende, con esta breve introducción al contexto histórico de lo que se puede considerar los pueblos sumerios, vamos a establecer una lectura sin lugar a dudas fundamental — procedió a explicar Danielews ki mientras sacaba de su maleta un libro. Y es, como me imaginaba, Gilgamesh el Sumerio. Lo he leído antes, para ser literatura con el triple de años que tiene de por sí el invento de la maldita imprenta, es bastante bueno, sobre todo si sabes apreciar su valor histórico. *** – ¿Y a dónde vas ahora? — hizo una pausa — ¡Oh, oh! ¿Te gustaría que viéramos Don’t Bully Me — extiendo la mano y toco su hombro, interrumpiendo su gradual balbuceo en el proceso. – Tengo que hacer tareas y algunos proyectos, Stella— su cara agarró un semblante menos brillante mientras esas palabras provenían de mis labios — podemos intentarlo el que viene quizás. No es una forma de decir que no va ocurrir, vio mi perfil en Twitter, me puede mandar mensaje en cualquier momento. Ese último pensamiento me logra un pequeño escalofrío. – Claro… Hubo algo de silencio entre ambos, asiento con la cabeza y me doy la vuelta. Debo llegar al auditorio pronto, no me he olvidado del “llegar antes que vosotros” que le solté a Fang hace algunas horas. En otro momento, Stella. – Nos vemos entonces, tengo que ir a lo que te dije. – Vale — pausa — ¡Oh! Espera un momento, espera un momento — la energía le había regresado de una sola vez. Suspiro y me doy la vuelta para encontrarme frente a frente con un mazo de cartas que no reconozco, están boca abajo. Tengo un presentimiento. – ¿Puedo hacerte una lectura? Jesús Raptor con ascendente en capricornio, estoy cansado de por sí, no me hagas esforzarme tanto, debo reservar todas esas fuerzas para dentro de unos momentos. … No voy a romperle las ilusiones tampoco de todas formas, se la ve emocionada. – Oh, huh, supongo que puedo darle un intento. Ella asintió de forma eufórica y con mucha fuerza, hasta el punto en el que dudé cómo no se había hecho una contractura en el cuello. Supongo que es porque a diferencia de mí, todavía tiene ilusión real y energías. Extiendo mi mano y saco del mazo una de las cartas, completamente elegida al azar. Le doy la vuelta sin pensarlo mucho. Y la imagen que me devuelve el pedazo de cartón que tengo entre mis manos es una torre en llamas, con todas las personas que alguna vez estuvieron seguras entre sus paredes sufriendo la más absoluta de las crispaciones y desesperaciones mientras se tiran en caída libre hacía una muerte certera. Un caos probablemente espontáneo que, sin ninguna clase de notificación previa, les embistió, haciendo cualquier esfuerzo de supervivencia en vano. “Los babilónicos se han olvidado que no puedes desafiar a la vida”. Acabo de sufrir un déjà vú bastante grave. Creo que casi pierdo el equilibrio. – ¿Y qué salió? La sonrisa de la estegosaurio de color jade me hizo suspirar y regresar del mundo de mis pensamientos a la realidad basal como el resto de mortales. – “La Torre” — pongo mis ojos sobre los suyos, su expresión ya no es tan alegre como antes de que le diera la respuesta — ¿qué significa? – Oh, eh… Bueno, es la primera sacada del mazo, así que representa tu pasado. – Eso… — alargo la palabra mientras enarco una ceja — no responde mi pregunta del todo. ¿Es bueno o malo? – ¿Estaba derecha o invertida? — me preguntó entrecerrando los ojos. – Derecha. Desvía su mirada, y a los pocos segundos escucho un murmullo que confirma mi sospecha. – Es terrible. Prefiere no preguntar, y honestamente, yo por mi parte no tengo planes algunos de ahondar en ello tampoco. Estoy bastante exhausto de tener que pensar tanto en días pasados y no en días presentes. Stella tomó aire, su energía regresó, de nuevo. Creo que hizo la fotosíntesis. – ¡Saca otra! Ahora veamos tu presente. Isabel la Católica ordena, Isabel la Católica obtiene. … – “La Luna”, está derecha. Stella suspira, supongo que mi suerte no es demasiado buena. – Ese es tu presente, era algo predecible. No soy quien para juzgar, pero no me está agradando mucho esta sesión de psicoanálisis en base a cartas de fiabilidad sumamente cuestionable. – Otra, la última, para definir tu futuro. Supongo que esta es la importante. Podría hacer algo de teatro para subir los ánimos. Coloco mi mano cubriendo mis ojos y extiendo mi mano libre. – Por favor Dios, dame algo de suerte esta vez. Escucho una pequeña risita que acabo compartiendo, supongo que ha funcionado. Saco una carta y la levanto en dirección a Stella, teniendo aún yo los ojos tapados. – ¿La ves? – Sí — contesta de inmediato, su tono me revela que esta vez quizás salió algo decente — es… – No me lo digas. Hay una pausa, le debe haber descolocado un poco. – No creo en estas cosas, pero, pienso que es más divertido que la bruja que ha predicho mi destino sepa cuál es y no yo. Trato de regresar la carta a su mazo aún con los ojos cerrados, Stella me facilita el proceso. Me destapo los ojos y pongo una pequeña sonrisa, algo que ella responde de igual forma. – Bueno, guardaré este conocimiento arcano entonces. Eso sonó como si estuviera haciendo roleplay. No voy a mentir, me ha dado una puntada en el pecho que lo haya dicho de esa forma. Porque justamente es algo que yo alguna vez habría dicho, cuando era más joven y estúpido. Esta nostalgia que siento es buena. – Bien, bien — suspiro con algo de dramatismo — es bueno tener una bruja de confianza. Su cara se pone molesta, supongo que está bromeando también, o eso espero. Sí, es el caso. Tras algunas palabras más, le devuelvo las cartas que había tomado y me dirijo rápidamente al auditorio mientras saco mi teléfono para revisar la hora. Por suerte solo había perdido tres minutos de mi tiempo, por lo que estoy a salvo de quizás llegar antes que Fang y el resto de VVURM DRAMA. Mientras mis pisadas recorren el mismo camino que hice el día previo, cuando ocurrió el desastre del concierto, no puedo evitar pensar aunque sea un poco en las cartas. Siguen siendo supersticiones en mi mente y nada más, pero no quita que sean buen material para tener algo de inspiración o alguna idea para escritos. La pena es que, no se me ocurre nada por el momento. Es una fiera batalla entre el bloqueo creativo temporal y yo mismo, en mi cerebro, tratando de que el músculo imaginario mal llamado “creatividad” me arroje algún resultado. Perdí esa pequeña odisea y también esa pelea. Y cuando lo hice, estaba a punto de comenzar un nuevo desafío. Abrí la puerta del auditorio, y lo que regresó a mí fue una imagen algo melancólica; estaba todo listo, varios instrumentos en el escenario y las luces preparadas, pero no había nadie. Supongo que habrán ido por algo que les faltaba. No llegué el primero, pero al menos voy a poder tomar por sorpresa a Fang, supongo. Aunque no sé qué tanto les agradan las sorpresas a los otros dos, especialmente a la triceratops morada cuyo nombre es, por lo que puedo suponer, Trish, aunque prefiero que se presente antes de hacer cualquier afirmación precipitada. Camino entre las filas de sillas, pasando por delante del asiento en el que estuve ayer durante el incidente lácteo. He escuchado que hay rumores sobre quién lanzó la pizza, pero ninguno apunta a mí por el momento, por lo que estoy a salvo al menos. Siento que no debería preocuparme por ello. Pero a la vez me preocupa de igual forma. La contradicción de una mente mareada en su propia enfermedad y miseria, supongo. Al menos no está tan mareada como cuando tuvo que escuchar al terceto del caos menos armónico posible tocar en el concierto, aquello realmente casi me manda al Cielo pero por todos los motivos equivocados. Con algo de suerte, la prueba de la guitarra puede salir bien hoy. Me niego a creer que esta gente toque mal en realidad, su técnica no era mala en lo más mínimo por lo que pude ver, solo sus decisiones creativas. Si no es el caso y terminan siendo un poco de lo mismo supongo que siempre puedo hacer el paso a la francesa; marcha atrás y bandera blanca. Aunque en ese último caso me quedaré con las ganas de tener un pedal. Subo al escenario y comienzo a revisar los instrumentos apoyados en la pared lateral del sitio a excepción de la batería, la cual no puedo evitar preguntarme de dónde la han sacado. Por otro lado, el bajo de precisión negro de Fang logra llamarme un poco la atención, más que nada por sus pegatinas. “T Fighters” y una pegatina de VVURM DRAMA. También tiene un corazón con la bandera no binaria en la parte trasera del cuerpo, algo que se me hace bastante lindo en realidad. Me da por revisar la pala para ver la marca del bajo. Es un Squier, lo cual me sorprende un poco, en cuanto bajos de precisión nunca suelen ser la primera opción al haber de otras marcas un poco más asequibles y con la misma calidad. Supongo que tendrá el dinero para permitírselo. Después de ese análisis posiblemente innecesario y exhaustivo del bajo de Fang, me dirijo al otro, un bajo de jazz rojo que… Oh Jesús Raptor. Esto tiene una de las mayores anomalías de ingeniería que he podido observar nunca en un instrumento, solo comparable con el Frankenstein de la Martin D-18e de Kurt Cobain, una guitarra acústica que contaba, por razones que solo los fabricantes de la marca Martin sabrían, con dos pastillas de guitarra eléctrica en un intento de crear el híbrido más extraño posible. Solo que aquí era peor, porque la anomalía en sí misma no podía usarse salvo en contadas ocasiones. El bajo de jazz que estaba frente a mí tenía un maldito trémolo en el puente. Cómo mierda había llegado eso ahí, y peor aún, cómo el bajo podía seguir funcionando en condiciones siquiera son preguntas que no puedo responder. El trémolo siempre estuvo pensado para guitarras eléctricas, no para bajos. Aunque me da algo de curiosidad saber cómo suena de forma limpia. Pongo mi vista sobre la entrada del auditorio, no parece que vaya a haber alguien aquí hasta dentro de algunos minutos más. Puse mi vista sobre el bajo anómalo, nuevamente. ¿Debería? … Vale, será rápido. Doy algunas zancadas hacía el conjunto de cables de los amplificadores, y tras identificar el que pertenecía sin dudas al amplificador que se encontraba conectado al bajo de jazz, pongo el enchufe donde corresponde. Acto seguido me dirijo rápidamente al amplificador y lo prendo, escuchando el click del interruptor y el pequeño zumbido inicial de encendido. Saco mi teléfono y con una velocidad acostumbrada a horas interminables de escritura, tecleo la única canción que me gusta de Pink Floyd. The Great Gig In The Sky, que originalmente no cuenta con líneas de bajo, pero con el tiempo se han hecho algunas muy bien elaboradas que decidí aprender después de dejar Bostón y estar un tiempo en Seattle. Bien, ya está listo. Me acerco al bajo de jazz, lo levanto y para mi sorpresa pesará, a lo sumo, la mitad de lo que pesa el mío. Paso la correa por encima de mi cabeza y, finalmente, ya estoy en posición para tocar. … Presiono el botón de reproducción y la canción comienza. El principio es lento, muy calmado. La imagen mental de una playa con un oleaje pausado en medio de la noche salta a mi cabeza. Es aquí, cuando toco las notas más serenas de la canción, que decido ya darle uso instantáneo al trémolo; el efecto resultante es, lejos de algo terriblemente verde en términos de ingeniería de sonido, armonioso, muy adecuado. De hecho, puedo decir más. Suena bien. Mis dedos siguen moviéndose con calma por el mástil, no es una canción especialmente movida para ninguno de los instrumentos que la tocan, si acaso solo para la batería. Así que, como si fuera un niño recibiendo por Navidad una Pachystation, disfruto con calma el momento y lo saboreo, moviéndome de forma lenta por el escenario, casi como en un vals solitario que disfruta los gritos perfectamente entonados de la canción, generando una atmósfera como pocas he sentido. Este es el motivo por el que es la única canción que me gusta de Pink Floyd; no se siente para nada como algo compuesto por ellos. Es una pieza que fluye por el cuerpo, inunda la mente con su melancolía e impregna el ambiente de un sentimiento más poderoso que cualquier otra en su época. Habla sin decir ni una sola palabra, y el cuerpo lo entiende y conoce estas sensaciones; no puede hacer nada más que rendirse ante ellas. Es perfecto. O lo estaba siendo hasta que el sonido de la puerta abriéndose rebotó, con algo de retraso, en mis neuronas anestesiadas por la música. Y hubo un grito que no pertenecía a la canción que hizo que abriera mis ojos. Era la triceratops, y se estaba dirigiendo de forma bastante rápida hacía mí. Los segundos de reacción pasaron lentos como una película dirigida por Zack Snyder, mis neuronas comenzaron a arder, respondiendo con chispazos por todo lo que habían tenido que pensar durante el día. Sin tener muy claro qué mierda hacer, simplemente levanté los brazos y dejé de tocar. La canción continuaba, ya estaba a punto de acabar de todas formas. Aunque quizás mi vida también estaba a nada de terminar teniendo en cuenta la mueca de molestia tan marcada que invadía el rostro con cuernos de aquella chica mientras se acercaba. Y finalmente sube al escenario de un salto, estamos frente a frente. – ¿¡Qué coño haces con mi bajo skinnie de mierda!? No digas ninguna palabra especista, Alejandro, no puedes caer igual de bajo, no eres así. – Probando el trémolo, me dio curiosidad — dije con un tono que rozaba un leve gruñido. Pudo haber sido más suave, pero tampoco es que ella esté siendo un ejemplo de serenidad como para tener una respuesta más calmada. – Debería haberte sacado la mierda esta misma mañana, fanático de las lanz… — no termina la frase. – ¡Trish! — grita Fang desde unos metros atrás. El tono de algo manchado de preocupación en ese grito y no de rabia contenida logra aliviarme. Es irónico, ahora es ella quien me está salvando el culo mientras estoy encima del escenario. La vida tiende a dar vueltas graciosas. Aunque probablemente soy el único idiota que lo encuentra divertido. Trish se sobresalta, mira a Fang y después dirige su mirada hacía mí, coloca sus dedos en forma de pinza sobre el puente de su nariz y simplemente me quita el bajo. El tirón que me ha dado ha sido notable. – A la próxima, skinnie, no creo ser tan amable. – Ni que fuera a romper el bajo por Dios — contesto mientras me alejo un poco, por precaución, más que nada. La mirada asesina que tengo en respuesta, junto al gruñido visceral, me hace saber que no debería tentar demasiado a la suerte. … – Perdón de todas formas. Suspira y simplemente se acerca al amplificador para comprobar los ajustes. – Pero Trish… Que el pobre hombre estaba… Fluyendo y eso… No seas tan dura… Pese a lo calmado de esa voz doy un pequeño salto del susto. ¿Cómo mierda se ha puesto detrás mía sin que yo lo note? Y peor aún, cómo ha ocultado su claro olor a estupefacientes. Mi nariz tendría que haberlo notado antes que cualquier otro de mis sentidos. – Es fácil cuando estás distraído… … No voy a preguntar. – De todas formas… ¿Eras tú el bro del concierto no…? El que… Ya sabes… – El que lanzó la pizza, sí. El raptor rosa cerró los ojos, asintió y dibujó una sonrisa sobre su cara mientras me extendía su mano abierta. – Reed… Un placer conocer a un hermano… Extiendo mi mano y correspondo el saludo. – Alejandro, un gusto. Voy a tener que lavarme las manos después. – Huh… ¿Puedo llamarte Alex? – Por poder puedes. Porque sí, durante todo este tiempo me han estado diciendo “Alexander”, que es demasiado largo hasta para mi gusto. De hecho, en España me llamaban “Ale”, ni siquiera decían mi nombre completo. – Genial… Fijándome más detenidamente en Reed no puedo negar que el cómo arrastra las palabras es en parte hipnotizante, en parte gracioso y por otro lado muy preocupante. Me pregunto qué tomará, tiene que pegar más fuerte que la infancia de Oliver Twist como mínimo. – Carfe bro… … Voy a ignorar que este tipo parece poder leerme la mente y diré que es casualidad nacida de un estado a medio camino entre la inconsciencia y el Nirvana. Carfentanilo, definitivamente no es muy buena idea acercarse demasiado a este raptor que es probable que naciera ya con un porro liado entre manos. Fang se acerca a nosotros dos, y mira cómo nuestras manos han seguido saludándose durante toda la interacción para después mirar a Reed. – Reed, ¿podrías encargarte de los cables y dejar de manosearte con Alex? Ahora que lo pienso, tener hand-holding con un politoxicómano no es lo que tenía pensado que ocurriría en el segundo día de mi vida académica en el Instituto Volcano, supongo que este sitio es una caja de sorpresas. Reed se ríe y con algo de lentitud se dirige a mover el poco cableado que realmente tiene que ajustar. Fang clava su mirada en mí, y pone una sonrisa algo jocosa. – Espero que te sientas halagado, se puede decir que vas a tener un concierto para ti solo. Recuerdo el pedal de la apuesta. Creo que Fang y yo no estamos en la misma página ahora mismo. Aunque una parte de mí sí tiene ganas de que esto salga bien, no me gusta ver artistas dándose cabezazos contra el mismo muro una y otra vez, eso solo tiene derecho a hacerlo un emigrante. Me encojo de hombros y doy un suspiro exagerado. – Supongo que sí, aunque será mejor con la guitarra de todas formas. – ¿Guitarra? — preguntan Trish y Reed al unísono, de hecho, me sorprende escuchar sobriedad por parte del último tomando en cuenta la primera impresión que he tenido. Fang clava la uña de su dedo pulgar en el índice. Mi instinto de intento de Sherlock me dice que no han hablado esto antes. Y viendo cómo es la triceratops morada, no me extraña. … Bueno, ella me ha salvado una vez a cambio de la primera vez que yo lo hice, supongo que podemos encadenar una más a la ecuación respectivamente y darme la licencia de jugar como abogado un rato. – Sí, mientras estábamos en clase de música tuvimos… — hago una pausa, Trish me mira enarcando de forma notable su ceja derecha, y Reed creo que me está escuchando mientras continúa ocupado con los cables — Una conversación, y pensé que sería interesante ver qué podéis hacer con una guitarra incluída en el grupo. – Y es por eso que tengo ganas de que se coma sus palabras — miré a su mano, había dejado de clavar su uña. Supongo que la respuesta ha sido una salvada buena dentro de todo. El rostro de Trish solo me refleja confusión ahora mismo. Está mirando a Fang. – ¿Y te pareció buena idea? Fang, elegimos esto democráticamente y tenemos que ensayar para cuando encontremos un sitio. – Además de que… Es como… Un sonido más único y eso… — añadió Reed desde atrás. – Sí, sería una pérdida de tiempo… La triceratops enfadada con la vida parece perder todo atisbo de autoritarismo fascistoide que pudiera haber llegado a tener siquiera hace unos segundos atrás en cuanto estuvo a punto de terminar esa misma frase. Siguiendo su mirada, pude percatarme sin mucho problema del motivo de ello; aquellos soles que Fang tiene por ojos daban como resultado del comentario de Trish una rabia autocontenida que se manifestaba en un brillo similar a un atardecer en el Infierno. Esa olla en ebullición que debía haber formado una tormenta en su cabeza poco a poco se disipó, hasta que solo quedaban las ascuas de una hoguera casi extinguida que aún daba leves llamaradas por lo que estuvo a punto de decir su amiga. – ¿Qué sería una pérdida de tiempo, Trish? — su voz raspa un poco al decir esas palabras, y el dedo señalador no ayuda a que el momento sea menos tenso. Trish suspira y toca el puente de su nariz por algunos segundos. Es obvio que está buscando cómo no cagarla con sus palabras. Una vez sale del trance, comienza a hablar de forma calmada. – Practicar con la guitarra, Fang. Tenemos dos bajos, no hay motivo para que probemos cuando ya hemos tomado una decisión sobre ello — pausa, coloca una vista severa sobre mí — menos cuando es por el skinnie que nos podría haber arruinado el concierto más de lo que los otros retrasados lo hicieron ya. Algo en esa simple oración que, en otras circunstancias, no me habría afectado, logra despertar un pequeño latido más fuerte que el resto. Uno tiende la mano y le devuelven el dedo medio bien levantado, aparentemente. Mi boca se abre un poco, pero decido cerrarla de vuelta. Trish parecía esperar que contestara algo, pero estoy demasiado cansado hoy como para provocar un conflicto más. Y realmente, tampoco tengo ganas, no es como si no tuviera en parte algo de razón; arruiné el concierto. Pero lo arruiné para salvarles el culo. … Me está importando más de lo que me corresponde quizás. – La idea es demostrarle a un bobo que no está en lo correcto. — respondió Fang — no creo que haya algo malo con eso ¿no? Los ojos de Trish rodaron, suspiró y colocó la sonrisa más insultantemente presumida que he visto nunca en toda mi vida. – Supongo que sí — clavó sus ojos sobre mí, a diferencia del encuentro en clase de arte, esta vez ese cruce de miradas se convirtió en un juego algo más intenso por su parte, y más contenido por la mía — toma asiento, skinnie, y disfruta esto como si fuera una orquesta. Supongo que es correcto que lo llame de esa manera, porque no se me ocurre mejor orquesta para entrar al Infierno junto a Dante que esa mezcla de sonidos pesados y desiguales con más filtros de distorsión que una canción de Linkin Park. Traté de colocar una sonrisa sobre mi boca y rápidamente salté del escenario hacía los asientos en primera fila. Mientras todos se preparaban me pude percatar de que todavía quedaban algunas manchas de queso en la silla que tenía al lado. Supongo que esa será mi primera marca en este instituto. Ya es más de lo que pude dejar en los anteriores. Y, lo que es más importante, mejor que la marca que dejé en Boston. … La charla entre la banda amateur me sacó ese pensamiento de la cabeza a patadas. – Entonces, ¿qué tal si tocamos “Los gritos de Frank Sinatra en el Infierno logran penetrarme el alma”? Casi se me escapa una carcajada limpia. Mantuve la compostura, de todas formas. Se nota quién de la banda escribe los títulos, y con algo de suerte para Comedy Central, las letras también. – Me parece cool… Es corta y me viene bien… Ando cansado y eso… – ¡Me parece perfecto! — Esa sonrisa es genuina. Me estoy cuestionando si Trish sufre de alguna clase de bipolaridad. Y entonces comenzó el desastre. Traté de analizar la letra, pero era batalla perdida; puedo confirmar que el liricista es Reed y aunque tiene referencias hasta al puto Heráclito, la realidad es que se mantiene algo inentendible por el caos de la melodía. Eso y que, incluso si nunca en mi vida he pisado un conservatorio, pude entender cuáles eran los errores que lograban quebrar el intento de melodía hasta el punto de poder ser catalogada como un cognitopeligro andante. Las líneas de bajo de Fang eran una mezcla entre aprendizaje básico de bajista y los trucos que hace un guitarrista cuando se le da un bajo; irregular en el mejor de los casos. Su técnica no era mala, de todas formas, pero para experimentar con el sonido se necesita mucha más comprensión y cariño por el instrumento. Trish, por otro lado, no tenía ningún problema en sus líneas más que uno muy evidente: no compaginaba con las de Fang ni por casualidad, y parecían estar más pensadas, efectivamente, para una guitarra. Cuando esos bramidos de las bestias de la Ciudad Sin Nombre de Lovecraft acabaron, traté de recomponerme. Miré alrededor hasta que me percaté que a un lado del escenario se encontraba una funda que, siendo la única que no estaba tirada al fondo del escenario, asumí era la que pertenecía a la guitarra. Por un momento mis piernas no respondieron, pero finalmente lo lograron y me levanté de mi asiento. El grupo se veía exhausto, Fang se había despeinado un poco y caían algunas gotas de sudor desde sus plumas. No se veía mal ni por lejos de todas maneras. … Subí al escenario por las escaleras mientras mis pasos se mezclaban con el silencio expectante de todos. Llegué a la funda, la tumbé sobre el suelo y la abrí. Tras ponerle la correa, me acerqué a Fang con ella. Trish me estaba lanzando una mirada algo resignada. – No está mal experimentar como te di a entender en clase de música, pero… — hago una pausa, su ámbar dubitativo mira mis ojos, lo que casi me da un infarto por más vírgen que suene, y ella misma se quita el bajo para tomar la guitarra en su lugar — También me reafirmo en que el sonido necesita madurar, y para eso, hay que empezar primero testeando lo más clásico. – Ugh, ¿en serio? ¿Y quién eres tú, un simio, para poder decirlo con tanta seguridad? — repuso Trish. En cierta forma tenía algo de razón. De hecho, siendo aún más justos, lo que haga VVURM DRAMA me la debería traer floja incluso con lo que hice en el concierto. Pero por otra parte está Fang, que no ha contestado y está mirando la guitarra como un veterano de Vietnam mira un fusil de asalto. “Cuando llegue el momento, no huyas.” No sé si te referías a esta ocasión en particular, probablemente no, Spears fantasmal que me habla en forma de ecos dentro de mi cabeza, pero a riesgo de parecer esquizofrénico, seguiré el consejo. – Soy bajista, Trish, eso te debería decir algo — contesté mientras me redireccionaba completamente hacía ella. El cómo su rostro levemente agresivo aumentó de forma abismal en microsegundos logró bajar algo de mi sangre,y gritarme la amable sugerencia de salir corriendo antes de que no tuviera piernas algunas para hacerlo. – ¿Qué carajo vas a saber de música? — fue lo que alcanzó a decirme. – Bueno, con más motivo deberíamos probarle que es así — Fang había salido del trance, para mi sorpresa, y aparentemente también para sorpresa de Trish. – ¿En serio te estás poniendo de su lado? — replicó la triceratops. – No, solo no veo cuál es el problema. – Que lo elegimos democráticamente, ¿verdad Reed? Reed carraspea un poco. Esa garganta claramente está más seca que el Sahara entero. – Sí pero… Pensándolo y eso… Somos como… Tres personas… Trish. La pequeña triceratops vuelve a tocar el puente de su nariz. Supongo que ya he metido el pie en el fango hasta el fondo, qué podría salir mal llegado este punto. Eso y que, bueno, no voy a negar que el poder conseguir un pedal de distorsión también es un buen aliciente. – ¿Alguna vez le habéis dejado tocar la guitarra a Fang? Eso quebró algo. Trish me miró algo sorprendida, y comenzó a desviar la mirada hacía otros lugares en el auditorio. – La verdad es que no, fue algo que decidimos en nuestra primera práctica. Bingo, es hora de golpear entonces. – Teniendo en cuenta que sois amigos y que Fang es claramente la estrella entonces… — hago una pausa, por Jesús Raptor, el cansancio me está pasando tanta factura que solo estoy diciendo mierda ahora mismo — Deberíais dejarle al menos que pruebe, más teniendo en cuenta que es realmente excelente con el instrumento. Hablando del gobernante de Roma, su cara es un cuadro ahora mismo, algo me dice que está más acostumbrada a sostenerse ella sola que a ser defendida por alguien. Entiendo ese sentimiento en parte. Quizás sea por eso que estoy intentando darle chance. Eso y que los pedales de distorsión de buena calidad están algo caros para mi bolsillo. Trish está a punto de abrir la boca, pero al igual que yo hace unos momentos, vuelve a cerrarla y suspira con fuerza. Supongo que por fin se ha percatado de que esta es una situación en la que sencillamente hablar de más significaría un conflicto bélico verbal insostenible, y de seguro también insoportable para la banda. – Como sea, podemos darle un intento, supongo — dijo mientras colocaba su bajo de nuevo, ya que la correa se le había bajado un poco entre los gestos y la charla algo acalorada. Bendita lengua de oro que puedo llegar a tener. Fang se veía algo emocionada al respecto. Reed creo que dejó de prestar atención desde hacía ya algunos minutos. Y de nuevo bajé del escenario para volver a mi lugar. – Bien, entonces, ¿tocamos “Estoy en prisión por ayudar a Unabomber a escaparse en disfraz de oso”? Esta vez no puedo contener totalmente la risa y se me escapan varias ráfagas de aire que, en un intento desesperado por ocultarlas, finjo que simplemente se trata de un poco de tos. – Sí, estará bien — respondió Trish a Fang. – Claro… Por qué no… Y luego descansamos…— dijo Reed con algo de tardanza. Trish suspira en respuesta. Ahí viene, comienzo a rezar y… Esto es punk como Los Ramones mandan, menos mal. Las líneas de bajo de Trish quedan en una complementación perfecta entre la batería sorprendentemente enérgica de Reed para esta canción, que parece requerir bastante más de él por el tono desenfrenado de la misma, y las líneas de guitarra parcialmente improvisadas de Fang. Solo a oído puedo darme cuenta de qué tan cierto era lo que pensaba con anterioridad; estaba trabajando el bajo con una mentalidad que simplemente le pertenecía al instrumento que está tocando ahora mismo. Trish le da por usar el trémolo justo cuando Fang hace una pequeña pausa que probablemente también ocurría cuando usaba el bajo. El resultado es algo grunge en cierta forma, pero no me desagrada. Y justo cuando parecía que Reed iba hacer un solo de batería, la canción acaba. Corto, bastante más de lo que esperaba. Pero me encontraba satisfecho, y a juzgar por la expresión de la pterodáctilo casi monocromática, compartía ese sentimiento. Se encontraba sudando bastante más que antes, pero esa sonrisa que lanzó hacía Trish dejaba en evidencia que el fuego pasional y musical dentro de ella se había realzado con mucha fuerza. Para cuando me di cuenta, me estaba sonriendo a mí. Actúe por reflejo y me levanté de un salto de la silla al darme cuenta que todos andaban expectante. Otro numerito más por hoy, y creo que me puedo ir a la cama tranquilo. Comencé a dar el aplauso más sonoro que mis manos podían permitirse. Me acerco a las escaleras que llevan hasta la parte superior del escenario y comienzo a subirlas. – ¡Ahora, eso es lo que necesitaba ver por Jesús Raptor! — hago una pausa mientras comienzo a reírme un poco, creo que la sonrisa de Fang se ha ensanchado más y escucho a Reed estirarse y silbar — sabía que no me equivocaba, menos mal. Aquellas últimas palabras no eran algo que dijera por casualidad, las seleccioné cuidadosamente por un motivo. El grupo en general clavó sus ojos sobre mí, Trish estaba probablemente dudando en si estrellar su bajo sobre mi cabeza o no, Reed estaba calmado como era de esperar y Fang pasó primero a la confusión, y luego a la realización de que, efectivamente, había perdido la apuesta y yo iba a tener un bonito pedal de distorsión para mí y mis vecinos, que probablemente vayan a pedir un sicario un día de estos con todo el ruido que hago. … Quizás debería plantearme buscar algún lugar para tocar el bajo con calma, pero ya para otro momento. – ¡OH MIERDA! — hizo una pausa, extendió su cabeza hacía arriba y dio un suspiro — Por Dios… – No te quejes tanto, sabes que quedó bien — le contesté. Diría que te hice hasta un favor bastante considerable. Pedal, Alejandro, enfócate en tu premio también. Ese último pensamiento no duró mucho cuando Trish se quitó de manera brusca su correa y apoyó, con la mayor de las iras contenidas que he visto en todo lo que llevo en Estados Unidos, el bajo en la pared. – Bien, como sea, votemos entonces — la calma de esa voz es solo un lobo haciéndose pasar por cordero — ¿quién cree que deberíamos mantener el bajo? Solo ella levantó la mano, esperable en cierta forma. También era predecible que su ira se iba acentuar en el tono de su siguiente pregunta. – ¿Y quién vota por la guitarra? Fang y Reed levantaron la mano. Ah, coño, si yo también la he levantado incluso. – Tú no te metas en esto, skinnie — me dijo Trish, bajé la mano por mera educación y porque sentía que ya había gastado mi cupón diario de suerte hasta el punto de estar en números rojos. Eso no detuvo el chillido rompe tímpanos nivel Naomi que ocurrió justo a mi lado. La cola de Fang se estaba moviendo rápido de la emoción. Reed parecía suspirar con… ¿Acaba de expulsar algo de humo de su boca? … Vamos a dejarlo en que probablemente él también está bien. – Y ahí se nos fue nuestra mejor oportunidad de marketing — murmuró Trish, aunque creo que los otros dos no la escucharon. – ¿Tendremos entonces como… Reescribir todas las canciones y eso…? — preguntó el raptor politoxicómano. – Nah, es solo una línea, no tardará casi nada — respondió Fang. – Perfecto entonces — expresé yo mientras me estiraba un poco y volvía a bajar del escenario, esta vez de un brinco — mañana me das el pedal sin problemas. Supongo que puedo cantar victoria. – ¡No tan rápido! — El tono tan calmado y a la vez satisfecho de Trish no me daba buenas vibras ni de lejos, me di la vuelta lentamente y la miré directo a los ojos, los de arriba. Y esta vez, mi mirada era la más dolida de las dos — ¿no piensas en serio que me voy a tragar eso de que eres bajista como si nada, no? ¿O es que tu cerebro de tira lanzas no te dejó pensar eso? Victoria de Samotracia, por qué mierda me has abandonado a último momento. – ¿No me viste tocar tu bajo? — arrojé tratando de defenderme. – La canción estaba terminando para cuando llegamos — me contestó mientras volvía a dibujar esa sonrisa presumida sobre su rostro. Me he hecho una encerrona yo mismo, soy idiota. Sherlock Cisneros, gente, con la rapidez mental de un conejo hasta el punto de condenarse con la misma velocidad. – ¿Y bien? — su sonrisa solo aumentó. – Trish — La triceratops desvía su mirada a Fang — puedo asegurarte que es bajista, me lo demostró en clase de música. Supongo que me está devolviendo el favor de antes ahora mismo. … No sé cómo sentirme exactamente al respecto, pero no es malo, creo. – Sí, pero quiero escucharle yo misma, Fang — contestó con una convicción que, para mi situación, es preocupante. Fang se limita a hacer una rueda con los ojos y me mira. Siento más presión en el pecho de la que es probable que cualquier médico recomendaría. – Quiero decir… Trish yo me quiero ir a casa ya y eso… Aparentemente Reed es en serio un buen tipo y ha decidido, sin motivo real, apoyarme en esto. O en serio está cansado, no lo sé. – Solo serán unos minutos, por Jesús Raptor en piedra — contesta Trish mientras toca, por tercera vez, el puente de su nariz. Ahora sí que me he quedado sin opciones. Esto es lo que obtienes al entrar en el laberinto de Creta, supongo. Suspiro y me rasco un poco mi nuca, siento ya sudores fríos en mis manos y mi espalda cuando siquiera he accedido a la propuesta que sencillamente no puedo negar. ¿Me debería importar siquiera? Quizás no. Quizás podría ignorar todo e irme por la puerta y negarme. “Cuando llegue el momento-” No huyas. Sí, cállate, Spears imaginario, por Jesús Raptor. – ¿Y bien, skinnie? Me tiemblan las piernas un poco. Alejandro, cálmate, si pudiste lucirte con un bajo acústico frente a Fang, esto debe ser como poco un paseo por el parque. A quién coño, en nombre de todos los sofistas, quiero engañar yo. Este pánico escénico ha estado a punto de matarme hoy dos veces, y dos veces no lo va lograr. Al menos lo intentaré. – Claro — Estoy poniendo todas mis fuerzas en no vacilar en ninguna forma — ¿cuál bajo…? – Puedes usar el mío — me contesta Fang al instante, dudo un momento pero ella sonríe un poco y cierra los ojos mientras suspira — no tengo problema con ello. Asiento rápidamente varias veces consecutivas y simplemente trato de mantener una débil firmeza mientras vuelvo a ascender los escalones de vuelta, Trish y Fang dan el brinco abajo del escenario. Yo por mi parte comienzo a elegir la canción con el teléfono de Reed, que parecía estar conectado a un altavoz y listo para ser usado por mí. Traté de pensar un poco. Y en las tinieblas de mi mente, de ahí surge la idea de usar Homage en particular como la canción que voy a tocar. La explicación es que fue de las primeras que practiqué demasiadas veces, y también tiene que ver el hecho de que no puedo permitirme poner una línea de bajo más simple sin que Trish, con mucha probabilidad, vaya a mancillar cualquier tipo de dignidad que me quede. Está listo Cuando Reed pasa por mi lado me da una palmada en el hombro y se acerca a mi oído. – Tú… Tranquilo… — dijo alargando las tónicas de esa frase — seguro que lo harás bien… Hombre… No sé si eso debería darme más ansiedad, pero creo que mi corazón a punto de explotar no puede procesar nada más como para contestar esa pregunta. Supongo que al menos debo agradecer los ánimos. – Sí, gracias. Reed me hace un gesto de pistolas con los dedos y se baja del escenario. Me paso la correa del bajo de Fang por encima. – ¿Necesitarás púa, skinnie? — preguntó Trish, no quise mirarle a la cara. Calma, relájate. No dejes que la presión te rompa. Inspira, espira, inspira, espira. Sécate las palmas en los vaqueros de color ceniza, como en la que siento que se van a convertir mis dedos en unos momentos. Dios. – No, para esta los dedos son mejores. Y con eso dicho, la canción comienza. - - - El auditorio comienza a llenarse de una melodía retumbante que hace eco por todo su interior. Las notas se esparcen en una constante reverberación que, pese a los sonidos de golpes secos en las cuerdas del instrumento y algunos deslices al arrastrar un acorde a otro, termina siendo el fruto de una conversación melancólica a la vez que llena de ansiedad entre el bajista obligado y su propio instrumento. No había lágrimas. Pero la emoción era igual de notable. Trish esperaba de todo; un circo con un espectáculo lamentable, un ensayo sencillo del que burlarse e incluso había contemplado la idea de que el joven de chaqueta vaquera marrón desgastada simplemente fuera en verdad bueno y lograse cerrarle la boca. Pero ninguna de las tres alternativas ocurrieron. Tuvo que haberlo visto venir, al fin y al cabo, en todas las interacciones que había tenido con el tipo, siempre había alguna clase de elemento sorpresa, por qué sería diferente ahora. Fue entonces cuando debajo de sí misma se abrió un cuarto camino, una vía desconocida por ella. Y a juzgar por la mirada algo brillante, sutil y oculta de Fang y los movimientos armoniosos de Reed en conjunto con toda la canción, era solamente ella la que no conocía esta sensación, o la única a la que le lograba molestar e inquietar a partes iguales. Analizaba la técnica. Había algunos errores en la forma en que Alexander agarraba el mástil conforme subía a los primeros trastes, principalmente porque usaba su dedo pulgar como un gancho de forma exagerada, lo que obviamente le complicaba el no pulsar más que solo la cuerda adecuada mientras tocaba. Luego estaba el claro asunto del fingerstyle del skinnie, que de a momentos rasgaba las cuerdas de forma tan leve que sonaba con un poco más de quietud de lo que sería recomendable. Y sin embargo, eso parecía solo contribuir más a la atmósfera. Parte del despliegue lograba darle verdadera rabia a la triceratops púrpura, más aún teniendo en cuenta el cúmulo de emociones que Alex le había provocado en tan poco tiempo desde el desastroso concierto hasta ahora. No lograba entenderlo, no podía. Odiaba eso. Se sentía confundida y también amenazada por la idea de no saber quién era realmente él y por qué había insistido tanto antes en que Fang tocase la guitarra. Tantos por qué, y ni una sola respuesta a la vista que sus ojos de herbívoro lograsen captar. Eventualmente, él acabó de tocar. Y cuando Alex levantó la mirada del suelo por fin, Trish pudo ver durante unos pocos segundos en sus ojos una mezcla de emociones que no entendía. Fang también pudo verlo. Reed quizás solo lo sentía. Nostalgia, tristeza, alivio, victoria y finalmente una sonrisa nerviosa. Inentendible. Pero achacable quizás al nerviosismo en sí. - - - Mi corazón iba a estallar en una explosión de sangre que parecería sacada de Jigsaw a juzgar de cómo latía con una velocidad más propia de un atleta que de, bueno, un bajista. Hacía unos segundos que había levantado mi cabeza, que se sentía demasiado ligera repentinamente. El silencio en el auditorio a nivel generalizado no ayudaba en nada a cómo me estaba sintiendo ahora mismo. Traté de leer las expresiones de Trish y Fang, después la de Reed. No logro sacar nada. Necesito palabras, no tengo buen juicio ahora mismo. – No está mal — pronunció Trish finalmente. Trato de volver a leer su expresión, creo que está tan confundida como lo estoy yo, aunque creo que también molesta… No lo sé, siendo honesto no sé ni dónde cojones estoy parado ahora mismo. – Estuvo espectacular bro… Llego a tener más energía y… Te hago de baterista y eso… Al final el velociraptor adicto al carfentanilo va caerme bien y todo. Arrastré mi vista hacía Fang, y nuevamente, mis ojos y los suyos se encontraron. Tuve la impresión de que se encontraba sonriendo. – No es tan fácil cuando estás encima de un escenario, ¿eh? — me dijo finalmente sin, que yo pudiera detectar al menos, malicia genuina. Dejo que todo lo que tengo dentro de mí estalle en forma de una risa que conforme más se apaga, más dolida me parece. – Sí, aunque al menos vosotros teníais a un ángel caído para lanzar pizzas si la cosa se ponía fea. Se río un poco y me sacó el dedo medio. Iba sacarle la lengua, pero me percato de que estoy hecho un desastre. Creo que hoy ya he gastado toda la reserva de energía, no puedo juzgar a Reed ya, estas cosas sí que logran cansar. Solté el bajo en el suelo y, en lugar de dar un brinco a la parte baja del escenario, como sentía que mis piernas eran espaguetis en aquel preciso instante, bajé por las escaleras, con cada movimiento pesando demasiado. Fang ya se había acercado a Trish para hablar algunos detalles sobre el cambio de las líneas probablemente. – ¿Te vas ya…? — preguntó Reed. – Depende, qué hora es — hago una pausa estando a punto de revisar mi teléfono. – Cuatro de la tarde. … – Sí, debería irme ya — dejo escapar una pequeña risa, exhausta, algo amarga quizás — ya os he quitado demasiado tiempo y estoy cansado como la mierda. Reed sonríe ante la afirmación, se levanta y me da, de nuevo, una palmada en el hombro. – Nos podemos ir juntos por Dios… Fluir todos por el mismo río… – ¿Cuántas veces? – Hasta que… Cambiemos y seamos mejores bro… O algo así. En serio este velociraptor sabe de filosofía y no leyó las referencias a Heráclito en Wikipedia. Eso es interesante como mínimo. Reed voltea hacía Trish y Fang, que seguían ensimismadas en su charla, se acerca hacía ellas y pasa sus dos brazos por encima de la nuca de ambas. – ¿Nos podemos como… Ir todos ya entonces…? Trish carraspea, su rostro se encontraba más neutro, diría incluso que pensativo pero no sé con cuánta seguridad debería afirmar eso. – Por mí no hay problema, tengo tarea de ciencia que hacer — contestó Fang mientras suspiraba. – Si necesitas ayuda con las fórmulas puedes preguntarme a mí o Reed — repuso Trish. El pterodáctilo simplemente sonrió con calidez ante la afirmación, la triceratops solo alcanzó a responderle con una pequeña sonrisa. Tras que todos recogieran, rápidamente me encontraba siguiendo al terceto de VVURM DRAMA por los pasillos ahora vacíos y abandonados del instituto. La cabeza me estaba dando vueltas, tratando de procesar todo lo que había ocurrido por el día y el hecho de que tendría que hacer resúmenes sobre los sofistas y Sócrates por lo que quedaba de tarde. Un torbellino de pensamientos largos y preocupaciones a medias. Cuando llegara a casa, eso iba a pegar fuerte, sin lugar a dudas. – Entonces, Alex — Fang me sacó de ese torrente de divagaciones mentales con la misma facilidad con la que había entrado — ¿desde cuándo llevas tocando el bajo? – Dos años, puede que un poco más — contesté mientras me esforzaba por hacer los cálculos mentales. Fang desvío la mirada. – Entiendo. – ¿Y no has pensado en tocar… Como… Algo más que el bajo bro…? … – Alguna vez, probé alguna cosa, pero la abandoné después de ver que no era para mí — contesté a Reed. – ¿El qué? — preguntó Trish con el tono más soso que he oído nunca en inglés. … – El violín. Y con un contraste considerable, Trish se río de forma sonora, Fang dejó escapar algo de aire y Reed me miraba… No sé cómo me miraba. De todas formas, yo también me reí. Porque no era verdad, nunca en mi vida he pensado siquiera en tocar el violín en realidad. – Pfff, me lo debí imaginar — dijo Fang — seguro los dedos te dolían en las primeras sesiones de bajo. – Me dolían más los oídos por cómo tocaba. Ambos reímos un poco y Fang chocó su puño con suavidad en mi brazo. Reed soltó un carcajada lenta mientras se liaba un cigarro, o eso creo. Para cuando me di cuenta, ya habíamos salido del instituto y teníamos que separarnos todos. Reed fue el primero en irse tras encenderse un canuto envidiable, que al parecer era lo que se estaba liando, Fang fue la segunda y… Y parece que Trish y yo estamos yendo en la misma dirección. Esto es un chiste tan recurrente desde ayer que ya ni me parece raro. Me limito a mantener silencio. Ella hace lo mismo durante algunos segundos. Pero debí suponer que no es el tipo de persona que soporta la ausencia de sonido. – Entonces, skinnie, ¿por qué te cambiaste de escuela? Esa pregunta me golpea como un camión a turbo velocidad, logrando desintegrar gran parte de mi sentido y resucitar todas las neuronas que hasta el momento se hallaban exhaustas. Para empeorar la situación, noto que me está mirando de reojo. Mantengo a duras penas una expresión sobria. – No había lugar en el que lograse encajar, supongo, un cambio de aires parecía apropiado. Parecía que la respuesta no le había dejado satisfecha en lo más mínimo, pero no preguntó más. En determinado momento, llegamos a una parada de autobús y se dirigió hacía ella sin mirarme. – Hasta mañana — me dijo. – Nos vemos — le respondí. Sigo caminando hacía Skin Row, tratando de serpentear por las calles más abiertas y evitando estar solo o expuesto en cualquier forma. Diría que es paranoia, pero es solo el instinto que uno desarrolla naturalmente tras vivir un tiempo en Barcelona, la peor ciudad natal que se puede tener junto a Madrid cuando se es español, sin duda. … Y finalmente, en casa. Mi cuerpo lo sabe, y por eso pesa más que el wolframio. Avanzo hasta mi cama, dejo la mochila en el suelo y procedo a desplomarme encima del colchón para recomponerme un poco. Pasan algunos minutos en silencio, pero eso no hace que mi cerebro se calle. “El violín” Sí, claro. Doy la vuelta y poso mi mirada en la esquina de mi habitación, pasando de largo mi bajo, con el que no tengo muchas ganas de practicar hoy, hasta llegar a esa funda que dejo abandonada siempre que me mudo, en una esquina. Una funda gris y redonda, con algunos arreglos de cinta hechos por todos los golpes que recibió alguna vez, heridas de guerra le llamo yo. Me levanto, no sin que antes crujan algunos huesos que ni recordaba que tenía. Doy algunos pasos hasta hallarme a mí mismo delante de ese protector casi destartalado. La memoria de Fang tocando esa melodía nostálgica por la mañana viene a mí, y se ve continuada por cómo tocó la guitarra eléctrica en la práctica del auditorio hacía apenas unas horas. Tumbo con cuidado la funda en el suelo, trato de abrirla con algo de dificultad ya que la condenada cremallera no quiere funcionar como debería. Cuando lo logro, abro de par en par las puertas a mi espejo, una guitarra acústica Yasuma imitación de una Martin D-18, algo carcomida por el tiempo, vieja como ella sola y también consumida en soledad. No le he cambiado las cuerdas desde lo de Boston, hace como dos años ya. Así que, no, no fue el violín. Lo primero fue la guitarra. Y eso es una cosa que es mejor olvidar. … Que momento más deprimente, y que pena que no tenga un chiste para cubrirlo. En la soledad de este agujero en los barrios bajos, solo quedamos yo y mis fantasmas. Voy hacerme de comer y después intentaré distraerme con la tarea, quizás juegue algo después. Con eso dicho… Cierro la funda y lo que alguna vez fui, nuevamente. [NOTES] Al final este capítulo resultó ser hasta más largo que el tres, lo cual sinceramente no es lo que esperaba para nada. También tengo que avisar que los próximos se van a demorar quizás el mismo tiempo que este, porque debo atender muchas más cosas en mi vida, pero no os preocupéis, el fanfic no va quedar en hiatus por el momento. Con eso mencionado, espero haya valido la pena la espera y lo hayáis disfrutado.