El diseño de un laberinto siempre inicia marcando, de forma inequívoca, el punto central del mismo; de este surgen su infinidad de pasillos, las amplias galerías de perdición y los caminos sin salida que solo logran aumentar la presencia del cortisol a cantidades masivas en aquellas personas que son víctimas de la confusión deliciosamente premeditada de estas estructuras. Es por ello que en la literatura y en las artes, el concepto de laberinto siempre ha estado presente de una forma u otra, véase a los griegos y el Laberinto de Creta, por ejemplo. Son un concepto realmente atractivo y flexible. Por todo lo anteriormente expresado, entonces, ¿qué tan erróneo sería afirmar que los caminos de nuestra vida, que se cruzan y entremezclan con otros, son de hecho un laberinto enorme que conforma nuestro mundo? Qué tan inverosímil sería creer, de hecho, que el centro de esos laberintos son el dolor. Porque en toda la mitología. En todas las artes. El laberinto siempre ha sido asociado a la tragedia . Y todo empieza cuando te encuentras con más personas en el interior de esas paredes. – Alejandro Matías Cisneros, Curso 2017-2018, Meteor Hills. *** Y aquí estoy, en frente del despacho de Spears, justamente como me pidió ayer; primera hora de la mañana, y además sin el más mínimo margen de error. Diría que esta puntualidad es habitual en mí, pero la motivación principal es seguir conservando mi espalda antes de los treinta, si es que llega a ser posible, por lo que esto ha requerido algo de esfuerzo. Dudo un poco, pero para cuando me doy cuenta ya he abierto la puerta y estoy entrando dentro del despacho. – Buenos días, Alejandro. Es bueno ver que has sido puntual. Definitivamente no parece tener un tono severo, aunque eso no quiere decir que me vaya a confiar y bajar la guardia. – Quiero decir, tampoco es que tuviera muchas opciones — acompaño esto con una sonrisa. Sus labios se curvan, contestando mi expresión de la misma forma. – Claro, claro — hace una pausa mientras me señala mi asiento — como te puedes imaginar, quise que vinieras ayer aquí para tratar el asunto del auditorio. Suspiro mientras me siento y logro acomodarme con facilidad sobre la silla. Esta cosa es realmente cómoda, supongo que es un truco para que los alumnos se sientan seguros de decir cualquier cosa. Lo cual explicaría algunos de los deslices que tuve la primera vez que estuve en este despacho. – Sí. Director, respecto a eso… — me veo interrumpido por su mano, y simplemente me quedo en silencio. – Primeramente, todo el alumnado que estuvo en el auditorio fue avisado de que nada de lo sucedido sería comentado nunca nuevamente — se queda en silencio unos momentos e insiste con su mirada hacía mí para marcar énfasis, me limito a asentir — bien, lo segundo es que para cuando llegué, vi a un alumno cubierto de queso derretido, y por lo que me dijiste antes de irte… – Sí, estoy involucrado en eso. La comodidad del sillón es bastante efectiva para hacer que lo diga sin problemas. La expresión de Spears se vuelve algo más seria, lo que hace que al instante vuelva a abrir la boca. – Estaré de acuerdo si me quiere poner alguna detención por ello. No fue correcto… — me hace un gesto con la mano. – ¿Por qué? Y eso me tomó por sorpresa, definitivamente. El silencio se ha apoderado del ambiente y la realidad es que mi mente ha comenzado a mandar electrochoques a cada una de mis neuronas para poder armar una respuesta. Buscando en mi diccionario mental creo que he encontrado la palabra exacta. – Impotencia, supongo. Bingo. Aunque la severidad en los rasgos de Spears no han desaparecido con la respuesta. – Expláyate — me contesta mientras se mantiene expectante. – Quiero decir, la música ciertamente fue horrible pero no creo que fuera necesaria una humillación pública como la que se estaba haciendo. El alumno al que le lancé la pizza parecía que iba a lanzar un refresco al escenario, y… — de nuevo, buscando las palabras — no sentía que debiera quedarme quieto, pensé que era la única forma de desviar la atención, supongo. Ah sí, hay cosas que no cambian. Silencio. Uno ensordecedor. Y ahora se está riendo un poco, Dios mío, espero que mis pantalones sigan secos porque pensaba que efectivamente se iba a cometer un homicidio aquí mismo, en este despacho, y que la próxima decoración de Halloween en el Instituto Volcano serían mis vísceras. – Debí saberlo teniendo en cuenta el informe. Es realmente bueno saber que tienes ese impulso. Qué. Ah, oh Dios, cierto. Oh… No. Escaves. En. Eso. No. Pienses. En. Eso. Mi vista se desenfoca. Quizás debería retomar la idea de regresar al psiquiatra, porque definitivamente no están viniendo a mí recuerdos precisamente lindos a la cabeza en este momento. Miro por el cristal de la ventana del despacho, observando en el leve reflejo de la misma los reflejos de mi alma y su mirada de las mil yardas como respuesta a todo lo que pasa por mi mente. Todavía puedo oír las alarmas sonar y a todos huyendo; algunos sollozos también, como si de una cinta de audio repitiéndose eternamente se tratase, cada vez más distorsionada. Distorsionada. Hasta que solo queda estática. Un chasquido que me lanza una ráfaga de aire en frente de mi cara me saca de la visita a mi Infierno de Dante personalizado. – ¿Alejandro? – Le agradecería que no volviera a mencionar nada referente al informe, Spears — mi vista se acomoda de nuevo, enfocándose en Spears. Dije eso sin pensarlo demasiado. El director se da cuenta de su error, y deja caer una expresión algo apenada mientras asiente. – Lo lamento, hijo. – Está bien — le contesto rápidamente mientras miro sus papeles en el escritorio, en busca de quitarme la sensación de pesadez que de repente parece haberse apoderado de mí. Hay algo de silencio. – ¿Ya has pensado en unirte a alguno de los clubs del instituto? Sí, me viene bien un cambio de tema. – No del todo, aunque Naomi me ha hablado como obsesa sobre unirme al de literatura, y aunque me llama la atención, he estado buscando sobre sus actividades y no encuentro nada por ningún lado. – ¿Naomi no te contó? — preguntó el cavernícola. – Probablemente, pero mi cerebro se sobrecarga algo rápido con ella. – Recitan poemas en eventos, y a veces hacen teatro — me contesta Spears con calma. Coloco mi mano bajo mi mentón. – ¿Escriben? – Organizan los concursos de escritura solamente. – Vaya, entonces supongo que tendré que seguir pensándolo detenidamente, porque es una de las pocas cosas que se me da realmente bien — coloco una sonrisa en mis labios nuevamente. Spears asiente, su sonrisa también vuelve. – Está bien, supongo entonces que no debo retenerte más, las clases están a punto de comenzar. Gracias Jesús Raptor. Asiento al Director Spears y rápidamente me levanto de mi lugar. Mi cuerpo resiente el dejar un espacio tan cómodo, pero no sería correcto extender esto, ni tampoco realmente necesario. Cuando me acerco a la puerta Spears me vuelve a hablar. – Por cierto, Alejandro. Me doy la vuelta, expectante ante las palabras que vayan a salir de la boca del cavernícola en cuestión y probablemente el Padre Dios de la humanidad. – Cuando llegue el momento, no trates de huir. Hago una pausa mientras mi cerebro trata de hacer las conexiones cerebrales necesarias para entender a qué se refiere. Y creo que lo hago. Mi respuesta se pronuncia en un medio murmuro, casi un susurro que será olvidado, Pero esas palabras no se olvidarán tan fáciles. Porque algunas se las lleva el viento. Y otras se las lleva la memoria. – Claro, señor. Él asiente, y yo salgo por la puerta del despacho. … Debí arriesgarme a un suplex y no haber venido temprano, preferiría haberme quedado en la cama en lugar de lo que sea que haya sido esto. Supongo que tendrá sus razones para haberme dado este… ¿Sermón? No lo sé. Mientras me encuentro vagando por los pasillos escuchando los ecos de la última frase que Spears lanzó a mi consciencia, hubo una escena que captó mi atención; principalmente porque estaba viendo en primera fila cómo quizás mi casillero iba ser violentamente aplastado como si un autobús hubiera chocado una, y otra, y otra vez contra él. ¿El responsable de ese casillerocidio? La misma triceratops bajista del concierto, estrellando a un parasaurolophus de color rojo contra el casillero lateral al mío, dejando a este último completamente hecho polvo. Supongo que conforme más compacta sea la masa, más fuerte son los impactos. Lo que quiero decir con eso último es que la triceratops es realmente bajita y aún así le está dando una buena lección a la espalda de ese pobre desgraciado. – ¿¡Crees que no te vimos decirle a ellos esa mierda!? ¿¡Crees que soy jodidamente idiota pedazo de basura inmunda!? Haría algo. Pero ciertamente ese tipo se lo tiene merecido. Además, hay gente que pagaría por ese tipo de trato. Lo que sí me parece curioso es el contraste de aspecto que ha sufrido ella de cachorrito abandonado durante los abucheos del concierto a transformarse en una suerte de matona enviada por Don Vito Corleone. Supongo que vivirá en una mala zona, hasta donde sé hay algunos ghettos de triceratops por la ciudad, por lo que debe tener bastante conocimiento en el viejo arte de los golpes. Tras unos segundos de haber procesado la escena, simplemente me acerco a mi casillero mientras siento los golpes y embestidas que le da la triceratops al alma incauta y de piernas posiblemente no muy rápidas que ocurren a mi lado. Cuando la matona morada se da cuenta de mi tranquilidad sacando los libros, se me queda mirando con una expresión bastante confundida. Probablemente el resto de personas viendo esto como si fuera el coliseo romano deben también preguntarse qué coño estoy haciendo. De hecho, mira por dónde, me lo estoy preguntando yo también en realidad. Aunque bueno, el motivo es que no me agrada mucho la idea de llegar tarde a clase los primeros días. – Haz de cuenta que no estoy aquí, solo vine a sacar mis cosas — le digo sin apartar la mirada de mi casillero. Dicho y hecho. Una vez ya he terminado sencillamente me dirijo a la primera clase del día, artes . Nunca he sido bueno dibujando, pero sé defenderme en cierta medida y realmente adoro la experiencia de las artes plásticas, así como estudiarlas. De hecho, ese gusto por la pintura vino en parte gracias a mi padre. Cuando era más pequeño, me llevó al Museo del Prado, en Madrid, por lo que tuve una interacción bastante temprana con el arte de lo que muchos han tenido alguna vez. Recuerdo sentarme frente al Jardín de las Delicias del Bosco, por ese sentimiento de curiosidad que solamente un niño podría tener, y estar tratando de entender todo lo que pasaba en aquella escena tan hermosamente caótica y masiva era una inyección perfecta de sobreestimulación cerebral que bien podría haberme causado algún déficit de atención de a futuro. Y aún con los años, sigo sin entender qué coño ocurre en ese cuadro. Pero lo adoro, y recuerdo con bastante detalle la parte dedicada al Infierno. Más que nada porque tuve esa imagen muy fresca hasta hace medio año. … Ah mira, ya he llegado a la clase. Saludo al profesor y procedo a sentarme en la fila trasera mientras miro los cuadros colgados del aula. Algunas son réplicas; una de ellas es un Saturno devorando a su hijo, una reproducción bastante buena de la famosa pintura de Francisco de Goya, honestamente, y que no podría definir mejor lo que se me viene a la mente cuando pienso “¿qué pasaría si Spears me encontrase rompiendo el reglamento?”. Así que me siento, y espero a que lleguen el resto de alumnos. Para matar esos minutos de aburrimiento vuelvo a sacar La Maldición de Hill House fuera de mi mochila. Me queda todavía bastante lectura al fin y al cabo, y estaría bien quitármela de encima para seguir con otros libros. Eleanor Vance está describiendo de forma exagerada su viaje por carretera hasta la Mansión de Hill House, siguiendo las instrucciones del Doctor Montagne… Al carajo con este libro, lo siento, se alarga demasiado. Como diría Borges; ya habrá algún día en el que Shirley Jackson me merezca y yo la merezca a ella. Hablando de Borges, de hecho, cuando llegue a casa comenzaré a leer El Aleph . Mientras pienso esto, mi visión periférica capta algo al instante, a dos sitios de distancia de mí. Algo púrpura. Muevo mi cabeza y es la triceratops de antes. Y para mi mala suerte, me estaba mirando también. Es un momento ahogado, tan rápido como la caída de un relámpago y tan vergonzoso como una exposición que no te has preparado pero que igualmente debes presentar. En ese duelo de miradas dolidas que no querían ser notadas por la otra, el primero en apartar la suya soy yo. Hay ciertas pautas en estas situaciones, y es que si quiere decirme cualquier cosa, probablemente lo hará, no tiene aspecto de esas que no dicen nada y luego por la noche se lamentan. Hace dos años habría sido distinto y me habría acercado yo, pero ahora prefiero ir con calma. Es lo mejor de todas formas. Excepto que la vida me acaba de lanzar un desafío más, y la chica se ha cambiado de sitio justo al pupitre al lado del mío. Supongo que sí ha dado ese paso, dará el siguiente también. … O tal vez no, y solo se va quedar este silencio en el ambiente. Los humanos no mordemos por Dios. Solo nos asesinamos entre nosotros, tenemos pleitos, nos odiamos sin razón aparente y somos profesionales en infligir dolor a cualquier cosa. … No tendría mucho futuro como vendedor. Y la clase comienza con el arte griego; esculturas y artesanía. No es mi temario favorito, pero si quieres saber cómo creció un árbol lo más conveniente es irse a las raíces, así que lo entiendo. Además, a fuerza de haber repetido esto otros años ya tengo conocimientos almacenados de sobra. … Y no me dice nada. Mi vista se desvía de a momentos a donde está ella. No puedo negar que la curiosidad me tiene inquieto, supongo que es normal. Hasta el momento solo he socializado con Naser y… Definitivamente una dino persona muy optimista llamada Naomi, y esto es lo más cercano a cualquier otro contacto social. Spears no cuenta, su trabajo es soportarnos y aparentemente cometer amenazas físicas contra el alumnado. Bueno, supongo puedo darle un intento si veo oportunidad. Vuelvo a mirar al profesor, y así pasa toda la clase. Casi lograron ser el somnífero perfecto, pero tengo estándares y el sueño no me vence. Pareció que a la cuernitos morada sí le ganó de todas maneras. … Suena el timbre con ese DING DONG DING, DONG DING DONG que rompe almas y tímpanos, y me levanto de mi asiento para colocar los libros de vuelta en la mochila. Mientras los hago me doy cuenta que la triceratops sigue dormida. Me pongo mi mochila y paso por delante de su pupitre para posteriormente llevar a cabo un movimiento, que en circunstancias realistas y de no ser porque tengo esta forma de ser, no lo haría nadie más que un amigo, tal y como es darle dos toquecitos a la mesa para que se despierte. Cuando lo hago y compruebo que se ha despertado me dirijo a la puerta y… Y una pierna me está bloqueando el camino. Miro a mi izquierda, es la triceratops. Sí que se movió rápido. – ¿Qué? — rompo el hielo primero. Su expresión es difícil de leer, más que nada porque parecen un conjunto de emociones que ni ella misma sabe cómo poner en órden. Me decanto por creer que está enojada o algo del estilo, aunque no lo suficiente para usarme de trapeador de piso. Aparta la pierna, y pasa por delante mía en silencio. Dios mío, ya entiendo por qué Spears tiene el carácter que tiene, más de una persona aquí parece tener problemas serios para gestionar sus emociones. Como un servidor, por ejemplo. … Seré realista. No me he podido quitar las palabras de Spears de la cabeza durante toda la clase. La curiosidad por la tipa era genuina, pero también estaba motivado porque me quiero distraer de eso. Eventualmente lograré ponerlo como un pensamiento de fondo igualmente, o eso espero. Solo, continúa con tu día, Alejandro, estarás bien incluso si tiene pinta de que los pasillos sin salida y las encrucijadas que implican relacionarte con otros alumnos están a punto de comenzar. Sueno como alguna clase de asocial, pero prometo que no es el caso. No todavía, al menos. En fin, para el comedor, supongo. *** La tarjeta del almuerzo fue una absoluta bendición para mí, ahora mismo estoy llevando algo de comida real, dentro de lo que se puede decir que es real en la gastronomía de un comedor estadounidense. Un simple bocadillo de carne es suficiente para mi estómago acostumbrado cuando aún vivía en España a comer cosas que ningún ser humano se atrevería. Veo a Naomi y Naser sentados, esta vez no voy a dejar que el desastre naranja me agarre por sorpresa. Me acerco mientras decido saludarles. Antes de hacerlo me doy cuenta que Naser está, en palabras muy amables, más cansado que un japonés con salario mínimo. – Uh, hola Naomi… — digo mientras hago un leve movimiento de cabeza. – Oh, ¿qué tal, Alejandro? – Bien, bien… Eh, aunque no creo que sea yo a quien le debas preguntar — contesto mientras me siento delante de ellos. Naser tiene dos bolsas bastante curiosas debajo de sus ojos, los cuales parecen carecer del brillo habitual, y puede verse cómo está ensimismado en jugar con su comida usando su pico. Naomi le habla, sigue en trance. Ah, no te preocupes, esto solía pasarme también. Doy un golpe en la mesa, algunas cabezas se giran, pero la reacción que me interesa es el leve salto que Naser da por el susto. – ¿¡Qué coñ- Se detiene a mitad de frase y me mira. – Te la debo por el susto que me diste rompiendo la mitad de una mesa antes del concierto de ayer — repongo rápidamente y con una pequeña risa, aunque Naomi no se ve tan contenta al respecto Naser adquiere una postura algo más afable — ¿estás bien? Te noto algo… Ido. Naser hace una pausa. – ¿En serio es tan evidente? – Bastante — le contesté al ptero exhausto al instante. – ¿Cuándo has llegado? – Hace nada, pero el cansancio se te nota desde varias millas en la lejanía, es como si tu presencia hoy en sí misma fuese pesada y cansada. Hay algo de silencio, Naser comienza a comer un poco tratando de ver qué decir. – Problemas familiares anoche… Fang ha estado algo — hace una pausa — intratable, creo. – ¿Por el concierto? — le digo. – No… Bueno, sí en parte… Se me queda mirando, y da un suspiro de cansancio. – ¿Qué te pareció? — me preguntó mientras hundía su cabeza en sus brazos por unos momentos. – Mejorable — me limité a contestarle. Obviamente fue terrible, pero no puedo decirle eso a alguien que parece haber pegado ojo solo por veinte minutos en toda la noche. Escucho un suspiro derrotado por su parte, Naser vuelve a levantar la cabeza. – En parte fue por el concierto, pero, no, fue otra cosa — finalmente dijo. – ¿Cómo eso? — pregunto mientras le doy algunos gloriosos mordiscos a mi bocadillo. Naomi interviene. – Cariño, no tienes que contarle si no quieres — dice mientras le da un beso. – No, no, está bien… Oh Dios, tengo el presentimiento de que esto va ser la experiencia promedio de un cura atendiendo el confesionario. – Pues, eran las una de la mañana o así, y escuché ruidos en la cocina. Claro, lo más natural era que acudiera e investigara si había algo mal… — se queda en silencio, toso — y, eh… Me encontré a Fang mirando una bolsa de dinonuggets hacerse en el microondas. Qué. – Pero, ¿mirándola sin más? — le pregunto al instante – Sí, sí, solo mirando cómo giraba… Así que, vi eso, me miró, me mandó a la mierda y tal vez por la hora pensé que era buena idea llamar a papá para ver si podía ayudar con la situación… – No lo hizo. Asintió con una pesadez que era dolorosa de ver teniendo en cuenta que es el capitán del equipo del instituto. Naomi procede a apoyar la cabeza del pterodáctilo derrotado sobre su pecho. Creo que no debería estar viendo eso, y de hecho, me hace pensar que no debería estar sentado aquí siquiera. He terminado mi bocadillo y mi refresco. Supongo que no sería raro que fuera a por agua ahora. – Yo… Eh, ahora vuelvo, voy a comprar algo de agua en la máquina expendedora — me levanto — ¿quieres algo con cafeína por casualidad, Naser? Me hizo un gesto de aprobación con la mano. – Un latte cargado — dijo Naomi. – ¿Para ti? – No, para mi solecito — me contesta mientras comienza a acariciar su cabeza. … Es la puta Gran Hermano sin lugar a dudas, y quizás una pequeña Mussolini si me descuido; debo andar con ojo. No, no malpienses, Alejandro, es normal entre parejas saber qué le gusta a la otra. Naomi no tiene por qué ser ese tipo de persona necesariamente. Me acerco a la máquina expendedora, mientras introduzco los números solo puedo imaginarme la escena narrada por Naser una y otra vez. Me trae en parte recuerdos de algunos veranos algo alocados que tuve, y me hace preguntarme más fuerte qué pasa por la cabeza de su hermana y, ya puestos, la escena es demasiado graciosa como para al menos no darle un par de vueltas. Aunque, no puedo evitar ver algo más allá de eso. Más allá del chiste. Nadie que se encuentre bien realmente se queda viendo una bolsa de dino nuggets girar. Y quizás puede ser mi tendencia al dramatismo por todo lo que he leído, por todos los poemas que he dedicado a la noche llorando y por todos los relatos inacabados que he creado. Pero hay algo más en ese panorama, en esa imagen mental. Una sensación de pesar. La sospecha de que algo en esa mirada perdida significa… Por Dios, Alejandro, deja de divagar por una vez y dale el puto latte a Naser, que se va desmayar a este paso. Mientras camino de vuelta al punto de inicio, me percato de que hay una tercera figura sobre la mesa, con una postura rígida. Una vez me acerco más, lo primero que veo es, nuevamente, esos ojos ámbar. Hablando de la Reina de Roma. Miel, lava y calidez es lo que hay en esos ojos. Ámbar que te quiero ámbar. Federico García Lorca debe estar retorciéndose en su tumba con ese mero pensamiento. La idea se me hace divertida, no podía evitarlo. No me había percatado de que durante todo este tiempo me estuve acercando a la mesa, al menos logré desviar la mirada para que no hubiera más contacto visual del necesario. Ella decide irse una vez estoy cerca. Su expresión es neutra, quizás de expectación. Pasa al lado mía. – Nos vemos en la clase de música. Escuché eso como un susurro fantasmal en mi oído, cuando realmente, me lo dijo en un tono normal. Creo que no me lo esperaba, y no me gusta lo usual que se está volviendo eso último. Hago las conexiones mentales oportunas y rápidamente mi mente me arroja un resultado obvio; quizás la triceratops le contó sobre los dos pequeños encuentros extraños de esta mañana. Me senté de nuevo en mi lugar mientras le pasaba a Naser su latte cargado de cantidades anormales de cafeína. Para cuando se lo acabó, parecía algo más revitalizado y me agradeció. Por mi mente, sin embargo, estaba pensando qué iba a ocurrir en la clase de música exactamente, y las intenciones detrás de esas palabras algo crípticas. – ¿Alejandro? Naomi, por Dios, déjame esto al menos, quiero pensar. – Qué. – ¿Has pensado en juntarte con Fang durante la clase de música? La inocencia tan exagerada con la que me preguntó eso me hizo retomar el hilo de pensamiento anterior sobre “pequeña Mussolini”. – Quizás, ¿por qué? – Porque a lo mejor es una buena oportunidad para conseguir nuevas amistades — me contesta con La Sonrisa. No tiene un mal punto de todas maneras. Trato de darle otro bocado a mi comida. Me doy cuenta que me la acabé hace un rato largo. – Quizás, de todas formas antes me ha dicho algo sobre vernos en clase de música. Los ojos de Naomi consiguieron un brillo que juraría por cualquier cosa que no era natural ni mucho menos normal. Y por primera vez desde que la conocí ayer, creo que pude ver cómo en sus facciones y escamas se dibujaba una sonrisa genuina por su parte. Qué nervio acabo de tocar, y en qué está pensando. ¿Quiero saberlo siquiera? – Entiendo, entiendo. Podrías darle un intento. – Amor… — repuso un Naser más despierto. – ¿Qué? A lo mejor a Fang también le vendría bien. Oh Dios, no me digas que esto se va convertir en una pelea de pareja. Naser permanece en silencio y suspira dirigiendo su mirada a mí con una sonrisa que puedo decir que no es fingida al menos. – Bueno, Alejandro, no es tan… male una vez le conoces bien. Oh. Oh, espera, ¿es no binarie? Dios, esto sí que es un latigazo mental. ¿Cuántas veces habré confundido el “they” de sus pronombres en inglés con el “they” plural? Al menos me he enterado a tiempo. – Entonces a lo mejor le doy un intento. La expresión de Naomi se intensifica un poco más, agarrando algo de insistencia. Voy a ignorar eso por el momento. Seguimos hablando un rato más, aunque mis respuestas se mantuvieron en monosílabos y frases cortas por un rato largo mientras fingía que estaba haciendo tareas sobre cualquier cosa. La parasaurolophus violentamente naranja intentó ayudarme seis veces, al séptimo rechazo consecutivo se resignó. Tocó la campana, nos despedimos y sencillamente comencé mi camino a clase. Mi odisea personal. Ahora debo lidiar con Fang. Estoy pensando las probabilidades, y la verdad es que barajando todas las cartas de mi mente solo llego a dos conclusiones; la primera es que está enfadada, por alguna razón que solo une adolescente ptero estadounidense de seguramente clase acomodada en sus diecisiete años lo estaría, y la otra es sencillamente que no tengo ni idea y tampoco puedo leer los pensamientos de nadie. Sabré sus intenciones solo cuando llegue el momento. Como un puzzle. Y eso trae algunos versos de Labyrinth de Miracle Musical a mi mente. See, how I circle Imaginary mind Imaginary lines Let the maze of my design carry you on. Me define en cierta forma por estos instantes. La segunda alternativa es la ganadora, de todas formas, la prefiero para tener que ahorrarme el sobreanalizar la situación. Mi mente ya está suficientemente inundada de información como para aumentar la cantidad gracias a mi compañera inseparable, come uñas y responsable de mi tic en la pierna, que más de una vez me ha costado que me preguntasen si tenía alguna clase de Parkinson o directamente Síndrome de Tourette; así es, hablo de la ansiedad, otra vez. Me regresa un poco cuando contemplo la posibilidad de que no sea un encuentro precisamente tranquilo, que es plausible, por otro lado. Mi vida parece una tragicomedia a veces. Aunque, creo que podemos decir lo mismo del mundo y las personas en general. Todos dando vueltas en círculos viendo cómo es la mejor manera de relacionarse entre ellos, cómo abrirse sin que ello signifique recibir más daño que el amor que nos puedan llegar a dar. Un mundo del miedo. Aunque más miedo me está dando entrar en este instante al salón de música para encontrarme con un olor familiar al de Skin Row y al profesor Jingo… Totalmente ensimismado en un viaje astral que solamente él podría comprender, supongo. Todos ya andan con sus celulares o haciendo elecciones de instrumento para después no volver a usarlos. Me acerco al sitio vacío donde se supone que debería estar Fang pero en su lugar lo que hay es una guitarra acústica que habrá visto días mejores sin duda. Dejo mi maleta en la silla de al lado viendo que aparentemente nadie la ha reclamado y acto seguido decido acercarme a la sección de instrumentos de la clase. Y ahí lo veo. Un bajo acústico sin brillo, con un golpeador con detalles rojizos y, más importante aún por encima de todas las cosas teniendo en cuenta que estamos en una secundaria: con todas las cuerdas en su sitio. Siento que Jesús Raptor me ha mirado a los ojos, me ha besado en la boca de forma francesa y me ha dicho que todos mis sacrificios no han sido en vano. ¿Cómo no pude ver esa cosa tan linda ayer? Supongo que estaría oculta. No importa, esta es la mía. Con rapidez agarro el bajo acústico, sorprendiéndome por la ligereza que posee en comparación a mi Harley Benton de segunda mano que tengo en una esquina de mi casa dentro de su funda, en Skin Row, claro. Sin duda, usar esta cosa probablemente va ser una experiencia un poco diferente, y eso me fascina. Tanto por el sonido como por la manera de tocarlo en sí, que obvio va ser bastante diferente. Para cuando me estoy dirigiendo a mi sitio, me encuentro con Fang revisando su teléfono y mandándose mensajes animadamente con alguien. – Entonces — le interrumpo mientras alargo la palabra. Me devuelve una expresión de expectación, aunque es difícil de leer realmente. El cerebro humano nunca termina de procesar las manifestaciones emocionales de los dinos — ¿Fang? ¿Verdad? – Sí — se limita a contestarme mientras guarda su móvil y pone la guitarra acústica sobre su regazo. Bueno, persona de pocas palabras, supongo. Directo al cuello en ese caso. – ¿Querías hablar algo? Quiero decir — estaba afinando las cuerdas y devolviéndome miradas rápidas, supongo que esto último para confirmarme que me estaba prestando atención. Yo por mi lado comienzo a hacer lo mismo — no creo que me hayas dicho que nos viéramos por nada. Sherlock lo ha vuelto a hacer; es obvio que quiere hablar del concierto, pero también tengo claro que es un tema pantanoso quizás, no voy arriesgarme a ser apaleado. – Llamaste mi atención, supongo… — ahora, puedo decir que me está mirando con una pequeña sonrisa — Quiero decir, no hay muchos simios en el instituto, además del director — no sé si reírme o sentirme ofendido ahora mismo, si fuera Twitter sería más fácil decidirse — menos aún que parezcan saber de música. Quiero decir, no soy un erudito, pero algo que sé de música es que no usas dos bajos para una banda a no ser que seas el puto Marcus Miller. Por obvias razones no voy a decirle algo así. Sería muy agresivo y lo diría más por chiste que por malicia, pero no creo que eso último sea diferenciable siquiera. – Erhm, sí, supongo que sí — me limité a responder, ya creo que afiné la última cuerda. – También está lo del concierto. Ah, ya estaba tardando. Me quedo en silencio, Fang también lo hace. Qué mierda se supone que tengo que responder. Vamos, has visto mil momentos incómodos en libros, Alejandro, por la mierda tú mismo has esquivado cosas peores. Encadena palabras, escribes, basura, pero escribes, se supone que deberías saber dialogar. Ahí fue cuando lo recordé. No sabía escribir diálogos. Hasta que descubrí el fino arte y talento natural de la improvisación. – Pidieron pizza, yo solo entregué el pedido. Bingo. Se está riendo un poco. – Vaya idiotez. – Completamente de acuerdo. De nuevo da una pequeña risita, respondo de la misma manera. De pronto dirige su mirada al bajo y después a mí. – ¿Sabes tocarlo realmente o es para ver si por casualidad follas? — mientras, yo me pregunto exactamente lo mismo sobre ti. – Debería preguntarte lo mismo viendo el panorama — doy una pausa — sé tocarlo, aunque pese a que ya tengo un año haciéndolo tampoco puedo considerarme la estrella más brillante del cielo en ello. – Entiendo eso — me contestó instantáneamente — de todas formas, ¿podrías demostrarlo? Creeré que te estás excusando sí no es el caso. Me río un poco. Las manos me sudan, la frecuencia cardíaca está subiendo. Niveles de cortisol en aumento, adrenalina preparándose. Doctor, no quiero tener un infarto por pánico escénico sin antes al menos demostrar que estas manos sirven para algo más que teclear, comer y… Todos sabemos qué es lo siguiente de esos verbos, pero como ya mencioné, no soy tan facilón. Comienzo a rasgar, doy un respiro profundo. Está expectante. Jesús Raptor, esta te la dedico a ti si sale bien. – ¿Te sirve Come As You Are ? ¿O le señorite se va poner exquisite también? Hay un breve instante de sorpresa en su rostro. Quizás porque usé sus pronombres. De hecho, tendría sentido eso último, en Twitter no paraban de tratarle de “ella”. – Pff, como sea — me contestó, el hecho de que la sonrisa seguía ahí me decía que podía proceder sin problema. Así que, en mi mente comienzo a reproducir esa canción. Come as you are, as you were As I want you to be As a friend, as a friend As an old enemy. La voz imaginaria de Cobain rasga mi alma de la misma manera en que se rasgan sus cuerdas vocales al cantar, de forma gradual, comienzo a mover mis dedos por el mástil; al inicio en tonadas bastante tímidas, incluso más de lo que uno esperaría para un instrumento que de por sí su chiste principal es que cuesta escucharlo. Take your time, hurry up Choice is yours, don't be late Take a rest as a friend As an old Pero, agarro algo de carrerilla. Comienzo a sentir las vibraciones en cada parte de mi cuerpo; mis dedos se aferran con más firmeza al mástil al pulsar las cuerdas, más calma, menos movimientos exagerados. Memoria, memoria Memoria, memoria Los graves del estribillo son fáciles. La parte algo más compleja y distinta a lo anterior viene ahora, no tanto por tener que pulsar varios trastes, si no más por tener que pulsar pocos en el momento realmente oportuno. And I swear that I don't have a gun No, I don't have a gun No, I don't have a gun Esos últimos versos se sienten como una espina, pero mi mente está distraída como para traer a colación eso. Lo hago exitosamente. Para mi sorpresa, el bajo acústico se maneja ante mí con soltura por el resto de la canción. No puedo evitar sentir algo de nostalgia con esta pieza, sinceramente. Y por fin acabé. Si hubiera usado mi corazón como metrónomo algo me dice que la canción habría durado solo un cuarto de minuto. Levanto mi vista hacía Fang, la sonrisa que tiene en su cara me prepara para… Nada, realmente, que diga lo que quiera, estoy satisfecho con lo que haya salido. – Nada mal, pensaba que las cuerdas se iban a escurrir entre tus dedos de skinnie, pero lo has hecho bien. – ¿Ah sí? A mí me costaría creer que no rompieras las cuerdas de la guitarra con tus uñas — le contesto riéndome un poco — aunque, gracias, de todas formas. A ese movimiento le llamo psicología de la sutileza no tan sútil. Patente en proceso, el nombre es provisional. En todo este rato no he notado algo, y es que, efectivamente, es guitarrista, no bajista. ¿Por qué se empeña con el bajo entonces? Quiero decir, es un instrumento precioso, pero… – ¿Ah sí? — dijo imitándome — pues vas a ver que te equivocas. Espero que sea mejor que lo del concierto al menos. Ya va empezar. … Creo que la melodía que sale de esa guitarra no solo me está acariciando los oídos, sino, de paso, el alma. Es un sonido que me recuerda vagamente a Homage , quizás porque usa alguna progresión de acordes similar, pero no podría decirlo, hace años que no reviso eso. Me muevo al son de la canción, inconscientemente, y la tarareo un poco. Entonces, como todo lo bueno en esta vida, simplemente termina. – ¿Y bien, skinnie? ¿Pudieron tus oídos apreciar eso o no pueden captar tantos sonidos? Llegado este punto renuncio a sentir que me quiere ofender diciéndome skinnie, y simplemente me río un poco. – Estuvo muy bien, mejor que con el bajo por lejos. Uh. Creo que toqué un nervio. “Baja la guardia” decían mis neuronas, será buena idea, decían. Sí, esa cara que me está devolviendo se asemeja más a… Oh carajo, fue con ella con quien choqué ayer antes del inicio de las clases. Por Jesús Raptor, cómo se me pudo haber pasado ese detalle. – ¿Tan mal suena? — y rápidamente pasó de agresividad a algo parecido a la decepción. Suave. – No suena, ehm, infumable, pero ciertamente es… Eh, mejorable. Suave, carajo, dije suave. Alejandro estás teniendo un contacto decente que no es Naser, no puedes darte el lujo de la brusquedad ahora mismo. Quiero decir, es hermana de Naser, por lo que ciertamente no es el mayor progreso que pude hacer, pero es algo que debe tomarse un paso a la vez. Piensa en algo más adecuado, por favor. – Le pasa a todas las bandas experimentales de todas formas — suspiro, por los pelos — lo mejor es ir primero por algo más común para tantear antes de lanzarse a esa piscina. – No creo que a Trish y Reed les guste la idea. Primero, ya sé el nombre de la Groove Street edición triceratops de esta mañana. Segundo, ahora sé que el velociraptor probablemente tenía unos padres no muy imaginativos. Tercero, qué. – ¿Y contigo qué? Que desvíe la mirada rápidamente ya me da varias pistas de la situación. Claro, no está con el bajo porque realmente quiera. – Es la opinión de une contra tres, fue algo que elegimos democráticamente. Estoy a punto de hablar, pero me doy cuenta que quizás me estoy metiendo donde no me llaman. Tal vez demasiado invasivo incluso, y no soy Naomi para comportarme de esa forma. Parece que odio a Naomi, pero por el momento no es el caso, lo resalto de nuevo. – Bueno, eh… Podríais probarlo alguna vez quizás — hago una pausa mientras aparto el bajo. – Nah, vamos bien, solo… Es un estilo que debe evolucionar, y para eso debemos seguir practicando. No suena que esté muy convencida al respecto. – Un intento no haría daño de todas formas, además, me apuesto el amplificador Hiwatt que tengo en mi casa a que sonaríais mejor con una guitarra. La mirada de esos dos soles en su cara me hacen saber que se lo ha tomado como un desafío. No ha sido el comentario más ingenioso que podía decir, honestamente. – ¿Quieres apostar? — me contesta con una sonrisa bastante soberbia, no en un sentido terrible. – Claro, por qué no — respondo con la misma expresión — ¿qué te apuestas tú? – ¿Si ganas? Bueno, consideraré seriamente usar la guitarra. No soy tan idiota. – Salgo perdiendo, no hay trato. Fang se ríe un poco. – ¿Si añado un pedal de distorsión… – Listo, ¿dónde firmo? — interrumpí inmediatamente. Y sonó el timbre. Ambos comenzamos a recoger. – Ven algo después de la escuela al auditorio — hace una pausa y me señala apoyando la uña de su dedo en mi pecho, por un momento casi me aparto de forma refleja, pero me contengo — si no vienes, asumiré que te faltan cojones. Aviso que el “cojones” es la traducción instantánea que ha dado mi cabeza al “guts”, porque eso significa realmente, no “agallas”, eso son solo formalismos para una expresión que activa los instintos de cada ser existente que comprende lo que significa en realidad y sus implicaciones completas. – Oh, no te preocupes, estaré allí antes de que lleguéis incluso. Le saqué la lengua, la respuesta fue un dedo medio instantáneo. Compartimos algunos pasos hacía el pasillo para después separarnos. La verdad no fue una interacción tan mala, por lo que dijo Naser pensé que iba ser peor. Aunque bueno, no tiene pinta de que la relación entre ambos hermanos sea muy buena por parte de Fang. Qué sé yo, no me toca pensar en eso. En otras noticias, lo ciertamente calmado del encuentro no quita que me sienta exhausto, y que aún no acaban las clases del día. Aunque me sorprende demasiado que esto haya salido bien. Todavía no debo confiarme de todas formas, no sé cómo se tomarán los otros especímenes el que esté con ellos en lo que seguramente sea un ensayo. Lo pienso mejor. Tal vez debería dejar de firmar cosas al azar. No me voy a enfocar en eso de todas formas, ahora mismo me siento como si hubiera estado encerrado dando vueltas por pasillos interminables por un rato largo, me pesa todo. … Café, necesito café. … Perfecto. … Al menos tiene pinta de que el resto de clases serán tranquilas. [NOTES] No os acostumbréis a capítulos tan largos, esto ha sido un caso excepcional, honestamente. Dejando eso de lado, probablemente intente que haya cierta regularidad en la publicación de capítulos viendo la buena acogida que está teniendo el fanfic. Muchas gracias en ese sentido; os mantendré actualizado si llego a tener contratiempos o cosas similares. - Att: AxtasITK