Chapter Text Cool wind in my hair Warm smell of colitas Rising up through the air A veces para entendernos a nosotros mismos debemos volver a pasear por los mismos lugares que nos dañaron. Recordar las cicatrices, y recorrerlas mientras hacemos círculos en nuestra piel usando los dedos solo para recordar el ardor inminente que provocaron cuando se hicieron. Esa segunda vez el dolor dejará de ser físico, y pasará a ser una astilla del alma que intentaremos sacar conforme más paseemos por el sitio, hasta que finalmente lo logremos. Es una esperanza de cambio. Una que Alejandro no piensa hacer. Y yo soy Alejandro, así que definitivamente no empezamos bien. Por lo que voy a enfocar este viaje en autobús viendo borrones de colores más vivos que toda mi miserable existencia de una forma un poco más terrenal y familiar. Nuevo comienzo, nueva vida y nuevos intentos de lidiar con la fábrica de ansiedades y fantasmas que yo mismo he creado con los años. La puerta del autobús se abre, y yo salgo con una calma sorprendente teniendo en cuenta que soy el único humano en kilómetros probablemente. Up ahead in the distance I saw a shimmering light My head grew heavy and my sight grew dim I had to stop for the night Y hablando de años, este es el último de mi vida educativa, y va ser en el Instituto Volcano. Volcadura Bluff:, año 201M21 Antes de Cristo, por alguna razón. Condiciones climáticas: tan frías como las lágrimas de un funeral. Estado emocional: que Jesús Raptor me salve incluso si llevo años a la deriva. Conforme voy caminando entre las calles evitando cualquier clase de contacto visual insistente con los dinos, Hotel Dinofornia sigue sonando en mis audífonos, como si fuera una suerte de eco que retumba en mi mente. La niebla no ayuda a que el momento sea menos ominoso, y de hecho, hace que lo sea el doble incluso. Y entonces llego al Instituto Volcano. Las comparaciones con Silent Hill son un chiste muy facilón para mí. Y podría mencionar La Niebla de Stephen King o cualquier otra cosa, pero la canción termina mi propio pensamiento: There they stood in the doorway I heard the mission bell And I was thinking to myself "This could be Heaven or this could be Hell" Miro como la entrada está llena de gente, por un momento dudo en si quitarme los audífonos, pero al final cedo a ello porque no puedo encontrarme en este estado de disociación todo el puto día, incluso si fuera verdaderamente agradable hacerlo y mantener mi cerebro anestesiado con música. Pese a todo, antes de eso, escucho los últimos versos de la canción. Welcome to the Hotel Dinofornia Such a lovely place (such a lovely place) Such a lovely face... Perfecto. Comienzo a caminar entre la multitud mientras noto sus miradas algo extrañadas. Trato de devolver algunas con una sonrisa amigable en la medida de lo posible, al fin y al cabo soy extranjero en tierras lejanas, tiene sentido que parezca una novedad incluso si realmente no vengo de tan lejos y en Boston había humanos coexistiendo con dinos. … No sé para qué menciono Boston, debo olvidarme de eso. Es increíble cómo se pudo torcer tanto un año de intercambio y pasar a ser dos años dando tumbos por este país. Mi corazón comienza a acelerarse y mi vista se emborrona un poco. Clavo mis uñas… Ah, no, la ansiedad se las comió, cierto. Entonces capto algo con mis oídos entre la lluvia de reencuentros post-vacaciones. – ¿Qué hace un skinnie aquí? Ignoraré el término especista hacía mi persona. Porque, de hecho, esa es una buena pregunta. Una pregunta con una respuesta que prefiero ignorar. Respiro profundamente, cuenta atrás, mente en blanco y; listo, sí, piensa en ese poema de Baudelaire describiendo una escena de sexo lésbico. Perfecto. Huir es mi pasión. Sigo subiendo las escaleras mientras saco mi teléfono de mi bolsillo y trato de revisar cualquier cosa tratando de calmarme. Abro Twitter, aunque quizás eso no sea una buena idea, ¿Dinogram? No, borré mi cuenta luego de aquello. Y mi lluvia de pensamientos se detiene por chocar mi hombro de forma notable con algo. Rápidamente levanto mi mirada del teléfono, y mi vista es recibida con el ámbar de unos iris que me devuelven la mirada, unos soles de mil cielos que perfectamente podrían iluminar cualquier universo destrozado para volver a darle una nueva vida revitalizada en su totalidad. Miro mejor el panorama. Olvidad lo que dije sobre los soles, esa cara de molestia por parte del pterodáctilo con el que he chocado podría volver a destruir toda la vida que he mencionado antes y hacer que Roma arda hasta sus cimientos. – Mira por dónde vas, idiota. — cinco palabras cargadas con una amabilidad fuera de este mundo. Devuelvo la mueca de desagrado, y solo me limito a contestar en monosílabos. – Claro. Suspira con agresividad mientras decido alejarme, aunque tuve la sensación por el rabillo del ojo por un momento de que algo morado se acercaba. No importa, solo me iré a un lugar tranquilo a pasar el rato antes de que inicie el primer día. Al final solo decido buscar un lugar apartado en la hierba circundante y tumbarme. Llegar media hora antes y desayunar afuera de Skin Row incluso si fue comida de supermercado fue una buena idea, aunque definitivamente me quedé sin nada para comer en el receso gracias al autobús. Esto último es algo que confirmo mientras rebusco en mi mochila y miro lo vacía que está mi billetera. Posterior a eso saco una copia algo maltratada de La Maldición de Hill House, la cual llevo dos meses intentando acabar, fallando miserablemente en el intento porque la prosa de Shirley Jackson no termina de gustarme verdaderamente. Esta vez logro enfocarme un poco al leerlo, por un momento parece que consigo fluir tranquilamente a través de la lectura para poder surcar los entramados de la casa y su… – ¿Eres Alejandro? El corazón me acaba de dar un vuelco, ¿cómo mierda hay dinos con una voz tan aguda? La respuesta visual que obtengo es de color naranja, gafas y una sonrisa muy serena. Mi visión también intercepta a un ptero gris en piel y con una expresión de neutralidad bastante a juego con su color. También tiene una chaqueta… Bastante colorida, en el mejor de los casos y muy extravagantes en el peor. – Eh, sí, soy, huh… — respondo a duras penas a la parasaurolophus tratando de recomponerme del susto mientras me levanto del suelo y me sacudo las manos — sí, soy Alejandro. – ¡Un placer! Mi nombre es Naomi y él es Naser — mencionó mientras señalaba con un movimiento de cabeza a este último, que asintió mientras me levantaba la mano en señal de saludo — somos parte de tu comité de bienvenida al Instituto Volcano y también los miembros principales del Consejo Estudiantil. Me limité a asentir, todavía estoy un poco perdido, pero gracias a haber estado yendo de secundaria en secundaria, puedo responder por inercia sin tener que pensar mucho; esta clase de comités son algo que ya he tenido varias veces. – Entiendo, es un, eh, placer — digo en respuesta. Mi mente se apaga un poco en el momento en que me da un folleto del Instituto Volcano. Comienzo a revisarlo por encima viendo si hay algo que me interese realmente mientras esas gafas rosas que hablan me explica algunas cosas que vagamente logro captar gracias a haberlas escuchado muchas veces en distintos lugares. Entonces me da por mirar los precios del comedor. Me quedo congelado. A veces extraño las bocaterías baratas de España. Sobre todo porque al menos no me clavan dos cifras por un menú. – Eh… ¿Hay alternativas al comedor del instituto por algún casual? Naomi queda confundida por la pregunta, y Naser, quien había estado vigilando la entrada del instituto mientras hablábamos, decidió intervenir. – Máquinas expendedoras, ¿por qué? Supongo que me tendré que alimentar a base de comida de mierda todo este año. Claro que sí, esto es Estados Unidos, es tradición cultural. – Simplemente no creo poder permitirme los precios del comedor. Hay que resaltar que no tenía ni la más mínima idea de que decir eso al aire cerca de Naomi era un completo error. – Oh Dios… Alejandro, ¿necesitas apoyo financiero? Tenemos algunas ventajas para el alumnado que no pueda permitirse… – Está bien, Naomi, no te preocupes. No me devolvió la mirada más convencida del mundo, y Naser ciertamente me miraba de la misma forma. Como si fuera el juego de policía bueno y policía malo, solo que yo, el criminal que ha tenido la desgracia de hablar de más, confieso sin oponer resistencia. – Vale, sí, me vendría bien. Me acaba de reventar el tímpano con su grito de alegría, por segunda vez consecutiva. Pese a todo, no me parece desagradable, al menos si no le importa si soy pobre o no sabe cómo actuar para que parezca que sí, cosa que es de agradecer. – Perdona, cariño, eh… — dice mientras señala a tres dinos subir altavoces por las escaleras. – Ah… Sí, cariño, no te preocupes — esa expresión de tristeza me grita un par de problemas o de pareja o de apego emocional, pero no voy a indagar para saber cuál de las dos es exactamente. Ambos dinos se dan… Lo que creo que es un beso, y Naser simplemente desaparece tras darme una palmada en los hombros y una mirada amable. Y ahora estoy solo con Naomi, siguiéndola mientras me menciona algunas aulas del instituto y llegamos al despacho del Director. Escucho cómo están regañando a algún alumno del otro lado, lo que es hilarante teniendo en cuenta que es el primer día. Naomi toca la puerta. Le explica la situación al director. Al final se arreglarán los papeles más tarde. Miro la hora, falta poco para el comienzo de las clases. Me despido de Naomi mientras vamos en la misma dirección a clase de lengua. Espera. Estamos yendo en la misma dirección. – ¿Tienes clase de lengua tú también? – Sí — me respondió con una sonrisa que podría matar de diabetes a la República del Congo. No es que sea desagradable, pero espero que no me dé muchas molestias en clase porque no soy capaz de seguirle el ritmo a una persona tan jodidamente energética. Llegamos a clase, y todo transcurre de forma normal. El profesor es un estereotipo andante del que dudo si habla así de forma intencionalmente racista o verdaderamente es su acento real. Nos presenta la asignatura y aquí es cuando sucede el primer clavo en mi ataúd. Se dará poco temario de literatura. Mi dolor es inconmensurable y mis ganas de llevar a cabo el movimiento milenario de “abandono escolar” aumentan. Me acerco a Naomi un momento, quien decidió que era buena idea sentarse a mi lado. – ¿Hay clases de literatura? Me mira dubitativa. – Que yo recuerde sí, y la elegiste al matricularte aquí. Perfecto. Me vuelvo a inclinar y sigo tratando “plestal atencioln”. Espera. Dirijo mi mirada a Naomi un momento, está concentrada, sí, muy bien pero… ¿Cómo mierda sabe lo que elegí en mi matrícula? … Espero que esta tipa no sea una mala versión del concepto “Gran Hermano” de Orwell, porque si no, que maldito miedo. Aunque quizás la esté juzgando muy precipitadamente de todas formas. O quizás no. Mantendré la guardia alta. Y mis pensamientos vuelven a ser azotados por el Sr. Tsuki, diciendo las temidas palabras para cualquier ser humano que no se considere a sí mismo un mono de feria. – También este añol tenlemos una nueval adición a la clasel; Alejandlol Cisnelos, ¿puede pasal plesentalse? Asiento con la cabeza mientras me levanto a paso de tortuga de mi asiento. No voy hacer énfasis en que mi corazón se iba salir de mi cavidad torácica porque eso es obvio. La clave para las presentaciones es estar nervioso y hasta tener un ataque de pánico, pero aún así tener la suficiente capacidad de actor de Hollywood para hacer que, de puertas para fuera, parezca que no estás colapsando mentalmente en ese preciso instante. Así que, bueno, digo las cosas obvias; me gusta la literatura, sé tocar decentemente el bajo eléctrico y soy español. Hay más cosas, pero no pretendo contarle a nadie sobre mi poesía mediocre o mis relatos publicados en fanzines que no conoce ni su creador. Tampoco el hecho de que vivo en Skin Row. Todos me ignoran excepto Naomi, que está a punto de abrir la boca para preguntarme algo pero, en un acto reflejo, como si mi instinto hubiera detectado alguna clase de peligro, decido sentarme en mi pupitre de vuelta mientras el profesor sencillamente asiente. Naomi me trató de asaltar a preguntas cuando me senté, sin mucho éxito. Cuando alguien entiende verdaderamente el lenguaje, sabe desviar los temas a su favor. Menos mal que soy una rata de biblioteca. *** Tercera clase antes del receso, otra vez presentándome a todos. El Sr. Jingo, que es el profesor de música, parece estar en un viaje astral tan fuerte que de milagro se queda con nosotros. Termino de mencionar que me gusta tocar el bajo. Y entonces puedo ver como la vista de una pterosaurio en el fondo se sorprende por un momento y clava su vista en mí. Ah, es la misma de antes y su siguiente siguiente acto es, cómo no, que me pregunte algo. – ¿Tienes alguna banda favorita? – Tengo varias — espero capte que me está poniendo en un apuro al tener que decir algo más que lo que ya tenía en mente. Su cara se vuelve neutra por un momento y me asalta con otra pregunta. – ¿Géneros favoritos? — definitivamente no lo entendió. – Aunque no lo parezca el rock, incluyendo el punk rock y el nu metal, supongo. Aunque escucho de todo igual que como de todo. Eso último no sonó demasiado bien, aunque es algo real en ambos sentidos siento cómo se sube la sangre a mis mejillas un poco mientras trato de fingir una pequeña risa. Me veo acompañado por algunos en el salón para reírse de mi propia idiotez, junto también a la del pterodáctilo en cuestión, aunque la suya era por lejos más contenida. Mi corazón va a morir en este instituto, lo tengo claro. Simplemente decido sentarme y tratar de ignorar el resto del mundo. No hay más incidentes, y toca la campana del receso. Espera. Campana del receso. ¿Por qué siento que eso es un problema? Ah, cierto, nuevo en la escuela. … Ahora tendré que ver dónde coño sentarme. Estoy teniendo una situación socialmente incómoda detrás de una situación socialmente incómoda hoy. Jesús Raptor no está teniendo ninguna clase de compasión con mi pobre alma. Aunque, pensándolo detenidamente quizás me lo merezco. Trato de avanzar entre el pasillo de estudiantes durante unos buenos minutos, me muevo con dificultad y me empujan un par de veces. Y como siempre; la tercera es la vencida, y caigo estrepitosamente atravesando una puerta, cayendo al otro lado de la misma irremediablemente. Jesús Raptor, creo que esto ya es bastante por hoy, ¿podrías parar? Gracias. Elevo mi mirada. Creo que estoy en un auditorio. Al menos el suelo está alfombrado y no me he roto la nariz al caer. Me levanto del suelo y me sacudo mientras doy media vuelta y miro a través de la puerta, esperando que la marea de colores comience a menguar un poco. Mientras lo hago, escucho una voz elevada provenir detrás de mí. – ¿Qué haces aquí? – Tratando de no morir atropellado, gracias por preguntar — respondí rápidamente sin mirar. Escuché un suspiro divertido algo familiar. Creo que era el pterodáctilo de antes. Escuché otra voz, algo más activa y pasivo agresiva referirse a mí. – ¿Podrías irte? El auditorio está ocupado por nosotros. – Solo un momento — digo en respuesta. No me doy la vuelta, cuando veo que todo ha pasado simplemente levanto la mano en signo de despedida y avanzo hasta llegar al comedor, el cual ahora mismo es una batalla campal por ver quién mierda se lleva el trozo de carne más grande. Mientras observo ese espectáculo y camino evitando ser asesinado en el proceso hacía la máquina expendedora trato de rebuscar algún billete en mi bolsillo rezando para que haya algo de suerte hoy al menos. Sorprendentemente, la hubo. Tenía nombres y apellidos este milagro impropio de mi suerte endemoniada; dos dólares. Miré los números hasta encontrar marcas comestibles pero baratas. Consigo el botín, y me giro estando mínimamente contento con él hasta que mi vista se encuentra frente a frente con la presencia Orwelliana de Naomi y su sonrisa muy posiblemente ensayada en largas sesiones frente al espejo como si fuera Patrick Bateman. No más referencias de ahora en adelante, al menos por hoy. De verdad, no me desagrada, pero no puedo mantener el paso. De hecho ya me está invitando a comer con ella y con Naser… Ah, eso me viene bien, aunque no estoy entendiendo la otra mitad de lo que esté diciendo. Me siento al frente de Naser, que se anda comiendo un delicioso bocadillo de carne que me hace la boca agua mientras yo debo limitarme a comer mis frituras. Parece una metáfora muy sútil sobre el clasismo, pero prometo que no lo es. – Hey Alejandro, ¿todo bien? – He visto días mejores. – Entendible — dijo sonriendo un poco — ¿al menos ha pasado ligero el día? – Dentro de lo que cabe sí, lo bueno de las presentaciones es que te concentras tanto en que van a salir mal que el tiempo pasa volando. Seguimos comiendo un rato más, Naomi trata de volver asaltarme a preguntas y trato de desviar el tema de conversación como mejor puedo usando a Naser en el proceso. Sin embargo, puedo leer en su rostro que anda concentrado en otra cosa, y que en los pasillos probablemente interminables de su mente hay algo que o bien le persigue, o bien le recuerda que tiene alguna obligación. – ¿Algo por tu mente, Naser? Naomi pone una cara algo triste, supongo que ya captó la indirecta. – ¿Eh? Ah, bueno, más o menos, después del receso debo ayudar a Fang con el concierto. – ¿Concierto? — no sabía quién era Fang y probablemente no lo sabría, así que solo pregunté por lo primero. – Sí. – ¿De qué tipo de música? – De la que se escucha. – Muy divertido ese chiste, pero pregunto de forma genuina — le respondo algo impaciente. – No lo sé, ¿rock? — esas palabras han tenido dificultades en salir, no sé si debería preguntar más — Son algo experimentales. Podrías venir si quieres, habrá pizza y probablemente te sirva teniendo en cuenta que… Está buscando la forma de no decirme que soy “una pobre alma condenada a una vida de pobreza perpetua”. – Sí, me apunto, no hay problema — contesto descuidadamente — ¿cuándo es? – Un poco después de que acabe la escuela. – Recibido. No sé qué he firmado, pero esta mente necesita comida muy grasa para funcionar y a lo mejor me encuentro con alguna sorpresa. Naser solo asiente. Naomi en cambio parece estar sorprendentemente callada, me mira por unos momentos, luego mira analíticamente a Naser y veo cómo su sonrisa vuelve a caer de lleno sobre su cara. No voy a preguntar, el silencio es bastante preciado ahora mismo, incluso si es con gritos de la todavía enorme cola que hay detrás nuestra. – Se me olvidaba, ¿tocabas el bajo, no? Lo dijiste durante tu presentación en la clase de lengua, quiero decir — demasiado bueno para ser verdad, otra vez empezó a hablar. – Sí, llevo haciéndolo un año. – Comprendo. Puso una expresión nuevamente reflexiva, o eso creo. No sé si quiero saber qué está pasando por su cerebro ahora mismo. Hubo una pausa. Entonces Naomi volvió a intervenir en el silencio que se estaba cocinando en el aire. – Alejandro, si no te importa podríamos ir a la oficina de Spears en unos minutos para la tarjeta del almuerzo. Era demasiado bueno para ser verdad, y ya en lo poco que conozco a Naomi sé que el “si no te importa” es probablemente una coloquialidad. Acepto mi destino, y me enfrento a él. – Claro, de todas formas creo que me tendrá que citar al rato. ¿No? – Sí, ¿cómo? — la interrumpo. – Es lo mismo todos los años. Estoy acostumbrado. Hay una mirada leve de extrañeza, pero supongo que ignoró eso. Otro paseo hacía el despacho del director mientras trato de filtrar toda la paliza mental que son las palabras de la parasaurolophus violentamente sonriente. Hasta que finalmente llegamos al despacho. Naomi da un par de toques a la puerta. – Pasen. Dios mío, esa voz ha retumbado en mi alma. ¿Será un dinosaurio enorme? Paso hacía el despacho, Naomi se queda fuera y lo que me devuelve la vista es… Qué. – Buenas, Alejandro. Espero salir entero de aquí. – Buenas, señor Director… — levantó su mano en signo de que dejase de hablar. Obedecí al instante, y no es algo que me duela admitir. No quiero hacer enojar a un cavernícola. – Spears, llámame solo Spears, hijo. Ah, es del tipo paternal y no dictatorial, menos mal. – Señor sí señor — pone una sonrisa en su cara, en efecto, es terreno seguro — entonces — interrumpido de nuevo. – El papeleo para los servicios especiales de la escuela ya están listos, sí. Solo necesitaría que firmes aquí, aquí, aquí… Me va dar un derrame mientras agarro un bolígrafo de mi bolsillo y estoy a punto de empezar a dejar más firmas que Henry Cavill en una alfombra roja hasta que Spears ríe un poco y me detiene. Obviamente mentí diciendo que no habrían más referencias. – Es broma, está todo en orden realmente. El motivo por el que quería que estuvieras aquí es diferente. Sí, como me lo imaginaba. – No necesito servicios de terapia por parte de la psicóloga escolar, si ese es el punto. – No tenemos una, generalmente el alumnado lo consigue en servicios privados. Dios realmente soy el único pobretón aquí. – El motivo es algo distinto. Debo informarte que todo el asunto permanecerá oculto tanto como lo necesites — hizo una pausa mientras sacaba del cajón algo — el profesorado sabe que tienes un par de necesidades especiales además de — clava su mirada en mí, mirando en el centro de mis pupilas de forma inequívoca — la tarjeta del almuerzo. Bien, pasado descuartizado, quemado, golpeado, enterrado y con algo de suerte, olvidado. – Entiendo, la verdad es que me tranquiliza bastante eso. Gracias, Señ… — hago una pausa, me está mirando expectante — Spears — se forma una pequeña sonrisa en su rostro. – Bien, hijo. Eso sería todo entonces, ve a tu siguiente clase y disfruta tu estancia en el Instituto Volcano. Si llegas a necesitar algo siempre estoy aquí. – Aguantando a Naomi supongo. Ah mierda, esa se me escapó. Se rió un poco, bueno, al menos no fue un movimiento horrible como tal. Aunque acto seguido me dirige una mirada algo más severa. – Alejandro, cada uno lidia consigo mismo de una forma distinta. Naomi es intensa, aunque sí, a veces habla por eones. Tenle paciencia dentro de todo. Me cuesta no responder con “¿solo a veces?”, pero esta vez logro hacer que mis pensamientos no tomen mi boca. – Claro, Señor Spears, no me desagrada tampoco solo… – Mucha energía — se adelantó. – Sí, exacto. Asiente tranquilamente. Levanto la mano en signo de despedida y me voy por la puerta del despacho. Naomi me lanza una mirada desde el otro extremo del pasillo, y me mira fijamente. En el microsegundo antes de que pusiera esa sonrisa de nuevo en su cara, pude ver algo más; una suerte de expresión reflexiva. – ¿Ya acabaste? – Sí, no tenías por qué esperarme de todas formas. El resto del día pasó volando, tratando de filtrar todo el bombardeo de información que Naomi me hacía.