La tortura mental comenzó en la clase de matemáticas, donde la profesora nos saludó con una sonrisa y nos entregó una serie de lo que llamó "ecuaciones sencillas". Para mí, estas ecuaciones no eran ni remotamente sencillas. Desde que las letras se habían entrometido en las matemáticas, se habían convertido en mi peor enemigo. Estaba considerando seriamente dejar pasar esta asignatura; cualquier otra cosa parecía infinitamente mejor en ese momento. Miré mi hoja, llena de ecuaciones que deseaban ser resueltas, mientras me golpeaba la cabeza con el lápiz en un intento desesperado de comprender. Sin embargo, cada vez que intentaba resolver una de ellas, mi mente se convertía en un revoltijo confuso. Un suspiro frustrado escapó de mis labios, y decidí rendirme momentáneamente, dejando caer mi cabeza sobre la mesa y cerrando los ojos en un intento de hacer que el tiempo pasara más rápido. Los minutos, que se sentían como eternidades, transcurrían lentamente, y cuando finalmente me sentía atrapado en una suerte de sopor, decidí mirar la hora en mi teléfono. Mis sospechas se confirmaron; apenas habían pasado diez minutos. Miré el techo y gimoteé en silencio antes de colapsar nuevamente en la mesa, frustrado y agotado. Fue entonces cuando escuché una risita a mi lado, lo que me hizo preguntarme si a alguien le divertía mi sufrimiento. Sin molestarme en averiguar quién se reía, volví a cerrar los ojos. Después de un rato, parecía que me iba a quedar dormido en medio de la clase aburrida, cuando algo chocó contra mi oreja, causándome un dolor momentáneo. Abrí los ojos con sorpresa, notando que algo había caído en mi mesa. Al recogerlo, descubrí que era una bola de papel que, al desplegarla, reveló un dibujo peculiar: un palo con taparrabos sosteniendo una lanza. Aún más sorprendente, encontré las respuestas a las ecuaciones en el mismo papel. ¡Respuestas de las ecuaciones! No podía creer mi suerte. Abrí los ojos de par en par y busqué a mi salvador. Era un raptor, pero no uno común. Tenía escamas oscuras y cabello del mismo color, y lo que llamó mi atención de inmediato fueron las plumas en sus codos, de un morado profundo. Su cola estaba repleta de estas plumas, que se extendían como un abanico en la punta. Sus ojos, con forma de diamante y de un violeta hipnotizante, se encontraron con los míos, y me dedicó una sonrisa, guiñándome un ojo y levantando el pulgar. Le devolví la sonrisa y asentí con la cabeza antes de apresurarme a escribir las respuestas en mi hoja de tareas. Cuando terminé de anotar la última respuesta, suspiré aliviado y garabateé un "Gracias" junto a un dibujo de un dinosaurio corriendo de un meteorito en el margen de la hoja. Luego, hice una bola con la hoja y se la arrojé, aterrizando justo frente a él. El raptor atrapó la hoja y la abrió, riendo en silencio cuando vio mi dibujo. Su cola se movió de un lado a otro, y las plumas se agitaron graciosamente en el aire mientras sonreía, mostrando sus dientes afilados. Escribió algo en respuesta antes de lanzarme la hoja de vuelta. Levanté una ceja, curioso, y la abrí, riéndome ante el dibujo que había hecho como respuesta. El resto de la clase la pasamos enviándonos dibujos y mensajes en la hoja, hasta que finalmente sonó el timbre. Rápidamente guardé mis cosas en la mochila y entregué mi tarea a la profesora antes de acercarme al raptor, que estaba terminando de guardar sus libros. No soy de los que inician las conversaciones, pero esta vez podria hacer una excepcion. —"Hey, uh.. gracias por la ayuda. Soy Sebastian"— le dije, extendiendo la mano hacia él. Cuando escucho mi voz termino de guardar sus cosas antes de mirarme y estrechar mi mano firmemente. Pude sentir sus escamas rozando mi mano. Eran bastante suaves y calidas, algo que era totalmente diferente a lo que habia imaginado. —"No hay problema, puede parecer dificil al principio, pero despues de un poco de practica te daras cuenta de que son pan comido. Mi nombre es Eldric, por cierto"—, se presentó con una sonrisa. Asentí con la cabeza antes de soltar su mano y meter las mías en los bolsillos de mi pantalón. —"Bueno, fue un placer Eldric, un dia de estos te voy a devolver el favor.. Te veo en otro momento"— Respondi despidiendome con la mano para finalmente darme la vuelta y dirigirme a la salida del aula, pero una mano en mi hombro me detuvo. Cuando me volvi hacia Eldric, sonrió y se puso su mochila antes de estirarse. —"¿Acaso planeas almorzar solo? Ven conmigo, te mostrare algunas cosas en el camino. Los otros estaran encantados de conocerte"— sugirió, obviamente hiba a rechazar la oferta, pero antes de siquiera poder responder pasó su brazo alrededor de mis hombros y comenzó a arrastrarme por los pasillos, esquivando la multitud de estudiantes que se dirigían desesperadamente hacia la cafetería. Llegamos a la cafetería, agarramos bandejas y nos colocamos en la fila para conseguir nuestro almuerzo. Mientras conversábamos, Eldric me informó que estaba en el equipo de atletismo, lo cual no me sorprendió, dada su ropa ajustada. Después de un rato, conseguimos nuestra comida y nos dirigimos a una mesa en el fondo, donde había un pequeño grupo de dinosaurios sentados. Dejé mi bandeja en la mesa antes de tomar asiento y uno de ellos habló: —"¡Hey, pero si es el Skinnie del pasillo! Deberías recomendarme una de esas canciones raras; no entendía nada, ¡pero sonaba genial, hermano!"—, dijo un estegosaurio de color granada mientras me miraba. Su aspecto, con una camiseta negra que mostraba una hoja de cannabis estampada y un gorro multicolor, junto con sus rastas que le llegaban hasta los hombros, dejaban claro su estilo de vida. —"Sí, claro, lo pensaré"—, respondí mientras me concentraba en comer mi pizza antes de que se endureciera. Ahora mismo no quiero recordar nada vergonzoso. Después de un momento, Eldric aclaró la garganta y puso una mano en mi hombro. —"Bueno, chicos, él es Sebastian. Sebastian, ellos son Max, Oliver y Eddie"—, dijo, señalando a cada uno antes de mencionar sus nombres. Saludé cortésmente a cada uno de ellos y volví a comer mi almuerzo. Oliver, el dilophosaurio de color salmón que estaba sentado entre los otros, se acomodó los anteojos y me miró entrecerrando los ojos. Al descubrir lo que era, jadeó, abriendo los ojos de par en par y casi cayéndose de su asiento. Cuando su mandíbula quedó colgando, noté que llevaba brackets en sus dientes. No sabia que los dinosaurios podian usar esas cosas. —"¡Es un humano, no lo puedo creer! Eh leído tantas cosas sobre los de tu especie, pero nunca tuve la oportunidad de ver uno en persona... ¡hasta ahora!"—, exclamó Oliver mientras me examinaba con la mirada. Automaticamente despues de eso pude deducir que era el cerebrito del grupo, o tenia el aspecto de uno. Por la manera en la que su cola se movia detras de el parecia que estaba apunto de abalanzarse hacia mi. Estaba a punto de abrir la boca para bombardearme con preguntas, pero fui salvado por una gran mano que se poso en su hombro, interrumpiendolo. Eddie era uno de esos dinosaurios de cuello largo, de color marrón con algunas líneas verdes. —"Tranquilo, viejo, lo vas a espantar—, dijo Eddie mientras soltaba su hombro Oliver asintió y se aclaró la garganta, intentando recuperar la compostura. —"Ah, si.. lo siento, me emocione un poco de mas"—, dijo, extendiendo una de sus manos hacia mí. Estreché su mano, notando cómo esas aletas extrañas en su cuello se movían incontrolablemente. —"No te preocupes, amigo. Yo también me sorprendí mucho la primera vez que vi a uno de ustedes, pero después te acostumbras"—, dije al soltar su mano y volver a sentarme. Pude escuchar a Eldric riendo entre dientes, probablemente por mi acento. —"No te habia visto por aqui antes ¿Llegaste hace poco a la ciudad?"—, preguntó Eddie mientras mordisqueaba su ensalada. —"Llegué el.. miércoles exactamente"—, respondí, poniéndome el resto de la pizza en la boca y levantando una ceja, ¿No era obvio? —"Ya veo, ¿y qué tal te va con la ciudad? Es bastante fácil perderse al principio"—, comentó Eddie. Levanté ligeramente los hombros y tragué mi comida antes de responder. —"Ahora que lo mecionas, apenas conozco el camino a la escuela... son como unos cuarenta minutos de viaje, creo"—, dije. Eldric, de repente, pareció tener una idea brillante. Puso de nuevo un brazo alrededor de mi hombro y me acercó. —"¡Debería salir con nosotro esta noche, vamos a darle un tour por la ciudad!"— —"Uh, están segu-"—, antes de que pudiera terminar la frase, Eldric me interrumpió, sacudiéndome de un lado a otro. Oliver habló. —"Si, suena bien"—, dijo mientras se rasgaba un poco la parte superior de la cabeza. Suspiré un poco y pensé, intentando recordar si tenía algo pendiente que hacer. Ahi se va mi noche de jugar a la Pakistation. —"Claro, ¿a qué hora?"—, pregunté mirando a Oliver, que se llevó una mano a su hocico y se rascó mientras miraba hacia arriba, al igual que los demás. Después de un rato, Max, el stego, respondió: —"¿Qué les parece... después de la escuela?"— Dijo mientras terminaba de beber algo de extraña procedencia en su termo. Asentimos con la cabeza y Max se rió antes de ponerse de pie, estirándose antes de agarrar el termo vacío. —"Nos vemos afuera, entonces. Tengo que recargar... paz"—, nos mostró el termo agitándolo un poco antes de irse. Agregó, —"Solo es agua, bro..."—, con una risa. Después de eso, me quedé charlando un rato con los demás hasta que sonó el timbre. Me despedí de ellos y me dirigí a mi próxima clase, que era física. Las horas pasaron rápido; por suerte, no me iba tan mal en esta asignatura y me las arreglé bastante bien para completar las tareas que nos dio el profesor. Después de un buen rato, finalmente sonó el timbre, un sonido liberador que marcaba el fin de la tortura. Suspiré aliviado, guardé apresuradamente mis cosas en la mochila y le entregué mi tarea completada al profesor mientras salía del aula. Como un náufrago que ve tierra firme, esquivé el mar de dinosaurios que se dirigían apresuradamente hacia la salida, creo que le pise la cola a un par de estudiantes. Una vez fuera de la prisión llamada escuela, vislumbré a Eldric y los demás esperándome al comienzo de las escaleras. Me acerqué a ellos, pero antes de que pudiera decir una palabra, Eldric, que estaba de espaldas, se dio la vuelta y me saludó. ¿Cómo demonios me había escuchado? —"Hey, Sebas... ¿estás listo para pasar la mejor noche de tu vida?"— Asentí con la cabeza, y todos comenzamos a alejarnos de la escuela. —"¿Por cierto, a dónde vamos?"— pregunté mientras acomodaba mi gorra y metía las manos en los bolsillos de mi chaqueta. Eddie me miró, se frotó la barbilla y respondió, —"A una pizzería al borde de Skin Row. No es el mejor lugar, pero podemos pedir todo tipo de bebidas, y la pizza es barata"—. —"¿Skin Row? ¿Esa zona no es peligrosa?"— dije, alzando una ceja, y Eddie se rió. —"No te preocupes, esa parte es bastante tranquila"—. Cuando dijo esto, noté que los demás le lanzaban una mirada discreta, sabiendo que mentía. Encogí los hombros y continuamos caminando por la acera. Probablemente no sea nada a lo que no esté acostumbrado. Mientras conversábamos sobre videojuegos o los profesores que nos caían mal, Max sacó un paquete de cigarrillos y nos ofreció a cada uno. Todos aceptaron, excepto yo, que puse como excusa que no me gustaba ese sabor, aunque en realidad era porque mi madre huele el tabaco a kilometros. El día se puso gris, las nubes pesadas ocultaban el sol. Los indigentes ensuciaban las calles más de lo habitual en esta parte de la ciudad, incluso afuera de la sucia pizzería que encontramos. Cuando entramos, no había demasiadas personas. —"Qué bonito lugar eligieron, ¿eh?"—, dije con sarcasmo, observando a mi alrededor. Todo el lugar parecía describirse como 'lento'. Un cajero se apoyaba en un brazo en el mostrador, la comida de los clientes ya parecía fría en sus platos, y una pista ambiental sonaba a un ritmo lento. Pedimos nuestra comida y esperamos junto al mostrador mientras veíamos al cajero dirigirse a la parte de atrás para ordenar que prepararan nuestros pedidos. Después de recibir nuestras órdenes, nos sentamos en una de las muchas mesas libres y comenzamos a comer. Debo admitir que la comida aquí no es tan mala. Mientras charlábamos, noté por el rabillo del ojo que el local tenía un pequeño escenario escondido en la parte de atrás. ¿Música en vivo? La canción actual terminó, y se turnaron entre ellos para preparar la siguiente. El baterista golpeó sus baquetas, comenzando con una línea de percusión básica. Después de unas cuantas percusiones, comenzó un canto lúgubre, y pude sentir una extraña sensación en el pecho. Mis ojos vagaban por el escenario, tratando de desconectar de la extraña atmósfera del lugar. Entre bocados de pizza, noté cómo una mujer pterodáctilo continuaba su actuación, como un eco de la decadencia. La música resonaba con una melancolía que incluso mis oídos humanos podían percibir. —"Vamos, Sebas, disfruta el espectáculo..."—, murmuró Eldric, interrumpiendo mis pensamientos. Alcé la mirada y le di una mirada de desaprobación, pero él simplemente sonrió y se encogió de hombros. Con el paso de las canciones, mis compañeros de mesa comenzaron a sumergirse en la charla y las risas. Parecía que todos, excepto yo, se sentían cómodos en ese lugar. La pizzería tenía ese aire decadente, pero entre risas y el bullicio de la conversación, parecía que lograban encontrar algún tipo de encanto. —"De verdad, chicos, ¿no les preocupa estar en un lugar como este?"—, pregunté, inquieto por la aparente despreocupación de mis nuevos amigos. Eldric, con su brazo aún alrededor de mis hombros, rió. —"Nah, Sebas, te acostumbrarás. A veces, los lugares menos elegantes son los más auténticos. Además, nadie nos molesta aquí, y la comida no está mal, ¿verdad?"— Asentí, forzando una sonrisa. Tal vez tenía razón. Quizás estaba siendo demasiado quisquilloso, pero la idea de mezclarme en Skin Row no estaba en mi lista de prioridades. Aun así, algo en la actitud relajada de mis nuevos amigos me hizo relajarme un poco más. —"Oye, ¿qué opinas de la música?"—, preguntó Oliver, señalando al escenario con su tenedor. No podía evitar mirar a la mujer pterodáctilo con cierta simpatía. ¿Cómo habría llegado a ese punto? La tristeza en sus ojos era palpable. Me encogí de hombros, intentando no profundizar demasiado en esos pensamientos. —"Es... diferente, eso seguro. Tal vez no sea lo mío, pero se nota que le pone pasión"—, respondí diplomáticamente. —"No te preocupes, no todos la aprecian. A veces traen otras bandas que tocan cosas más 'normales'. Aunque creo que la chica es una leyenda en estos lugares..."—, comentó Eddie, dándome un guiño. Mi mirada se desvió hacia el escenario una vez más. La mujer continuaba su actuación con una mezcla de nostalgia y desgarradora melancolía. Era como si su música se filtrara a través de las grietas de su propio corazón roto. Finalmente, la última nota resonó, y la mujer bajó la cabeza en un gesto de cansancio. Unos pocos aplausos educados llenaron el lugar, aunque no hubo la efusividad que habría esperado en otro contexto. La mujer pterodáctilo se retiró del escenario, su figura encorvada y desgastada desapareciendo entre las sombras. Nosotros continuamos con nuestra cena, charlando y riendo como si nada extraordinario hubiera sucedido. Parecía que Skin Row, con su aura decadente, era un lugar donde las historias se entrelazaban sin que nadie realmente las notara.