8 de septiembre. Año 201M2024 AC Volcadera Bluff, si es que recuerdo bien. Salgo de mi nuevo hogar, sintiendo el peso de mi mochila mientras cierro la puerta con determinación. Estiro mi cuerpo, escuchando el crujir de mis huesos, por más que deseeria estar en la comodidad de mi cama y dormir todo el día, no puedo faltar a mi primer día de escuela. Con un suspiro, ajusto mi gorra para ocultar el caos de mi cabello y me encamino hacia la parada del autobús. La suave brisa mañanera me saluda, llevando consigo el aroma de la tierra húmeda que se intensifica con cada paso. Caminando por las calles del vecindario, observa a las variadas criaturas que pueblan la acera y salen de sus casas. Dinosaurios, ¿Quien diria que terminaria en una ciudad repleta de estas cosas tan coloridas? Parecen personajes de caricaturas. Oh, y ahora que lo recuerdo todavia tengo que terminar de memorizar cada especie de estas criaturas escamosas, ¿Porque?, no tengo idea, pero debo hacerlo de todos modos. Llego a la parada del bus y me acomodo en la banca, verificando que no haya indigentes a la vista. Con mi teléfono en mano, me pongo los auriculares baratos y de blanco impoluto, dejando que la primera canción, 'My Way', me envuelva. Cierro los ojos y me sumerjo en mis pensamientos, recordando lo que pase antes de venir aquí. Fueron unos años de mierda, pero aquí estamos, listos para empezar de nuevo. Solo quiero dejar eso atrás, olvidarlo y seguir adelante. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, esos recuerdos persisten, como si nunca planearan dejar de atormentarme. De todos modos, mis pensamientos son interrumpidos por el chirrido de unos neumáticos al frenar, abro los ojos y veo el autobus. Subo al vehículo, buscando monedas en mis bolsillos. —"Buenos días.."— Digo esbosando una sonrisa y el parasaurio al volante me escruta con el ceño fruncido al saludarlo antes de pagarle. No estoy seguro si es por mi acento o simplemente por ser humano, pero no pienso demasiado en ello. Encogiéndome de hombros, me acomodo en un asiento al fondo y me pierdo en la contemplación a través de la ventana. Una vez llegado a mi destino me despido del conductor, que solo asiente con la cabeza. Después de soltar un pequeño suspiro comienzo mi corta caminata hacia la escuela, logrando ver a algunos estudiantes que van en mi misma dirección, de vez en cuando logro notar a algunos de ellos mirándome de reojo por el rabillo del ojo antes de seguir su camino o susurrarle algo a su acompañante, ¿Acaso nunca vio a un humano antes? Odio ser honesto, pero todo esto me tiene incómodo y nervioso, me siento observado. Probablemente sea porque no pertenezco aquí, y eso es una verdad que pesa. Pero si voy a vivir entre ellos, debo intentar encajar. Siento con anticipación la mezcla de nerviosismo y una extraña sensación que me revuelve el estomago. Con mi mochila repleta de libros y una nota mental de las clases del día. Me dirijo al bullicioso pasillo lleno de dinosaurios ansiosos, listo para comenzar mi último año de secundaria ¿Que podría salir mal? Como me lo imagina, mi primer día empieza de la mejor manera posible. empujo las pesadas de la escuela y entro, solo para sentir como se cerraban de golpe a mis espaldas, provocando un estremecimiento que recorrió mi cuerpo. El sonido resuena en el pasillo, capturando la atención de todos los estudiantes que, de repente, dejaron de hablar y reirse para centrarse en mi. Sus miradas variaban entre la sorpresa y el disgusto, y no falto quien murmuro: 'Me los imaginaba con una lanza y un taparrabos', Si claro, malditos animales de caja de cereal. Trague saliva y, en un intento de ocultarme, me ajuste la gorra, pero mi torpeza llevo a que el cable de mis auriculares se enredaran en mi brazo. En un movimiento brusco, se desconectaron, dejando que la canción estridente de Los Palmeras, 'Olvidala', resonara a todo volumen desde mi teléfono. Entre risas y murmullos, susurre un frustrado — "¡La puta que me pario!" — mientras trataba desesperadamente de pausar la melodía. Finalmente, cuando las risas se detuvieron y con el teléfono en la mano, volvi a levantar la mirada para descubrir que los estudiantes habían vuelto a sumergirse en sus propios asuntos, suspiro aliviado y me dirigo hacia mi primera clase. Me detuve por un momento en medio del bullicio del pasillo, tratando de recordar cuál era mi primera clase. Un suspiro se escapó de mis labios mientras mis ojos escudriñaban la lista de asignaturas en mi mente. Finalmente, resignado, chasqueé la lengua y saqué un papel arrugado de uno de los bolsillos de mi chaqueta. Desdoblé el papel con impaciencia y, al hacerlo, descubrí que mi primer desafío del día sería enfrentarme a las temibles matemáticas. Una mueca de desagrado se formó en mi rostro. ¿No podía haber algo peor para empezar? Con un largo suspiro, decidí seguir adelante. La búsqueda de mi aula se volvió una especie de odisea por los pasillos abarrotados de estudiantes, cada uno sumido en sus propios asuntos. Después de un tiempo de exploración, lograré llegar justo un tiempo antes de que sonara el timbre. Mis ojos se posaron brevemente en mis compañeros de clase, cada uno ocupando su respectivo asiento. Luego, dirigió mi mirada hacia la profesora, una mujer que me examinaba desde su escritorio con una ceja arqueada. Se acomodó las lentes con un gesto preciso antes de dirigirse a mí. —"Debes ser el nuevo estudiante, ¿Romero, verdad?" —dijo con una voz un tanto ronca, dando un sorbo a su taza de café y tomando notas en una carpeta. —"Por favor, preséntate y toma asiento". A regañadientes, me dirigí al frente de la clase. Un suspiro se escapó nuevamente de mis labios mientras me preparaba para hablar. —"Buen día a todos. Soy sebastian, y como podran notar soy nuevo aquí.. solo espero que podamos llevarnos bien"—me presenté, lanzando una mirada a los estudiantes. Nadie pareció molestarse al mirarme, lo cual tomé como un pequeño alivio. Agradecido, me dirigió a un asiento libre y me acomodé, preparándome para afrontar las horas de matemáticas que se avecinaban.