Los pasos de la nueva profesora en la escuela eran tranquilos, la recién graduada había llegado con horas de antelación y se presentó en la oficina del director para poder organizar los papeles finales para su ocupar su puesto. La emoción de la Troodon era obvia, ella amaba la enseñanza infantil, había dedicado su carrera estudiantil para ser profesora. El problema era que cuando salió de estudiar el trabajo era escaso, incluso tuvo que mudarse a una parte diferente de Volcadera Bluffs para comenzar buscar más oportunidades. ¿Qué probabilidades había que una profesora primeriza sin experiencia consiguiera un buen empleo? En cualquier otro caso era una probabilidad nula. Así que no podía creer su suerte cuando el puesto estuvo disponible en uno de los mejores lugares de enseñanza, cualquier persona mataría por una oportunidad de enseñar en una división de la escuela Volcano. Ella misma se sorprendió cuando su solicitud para enseñar en el Preescolar fue aceptada a las pocas horas, inclusive el director había insistido que viniera lo antes posible. Si… la vida estaba mejorando, nada podía salir mal. Fue lo primero que pensó antes de ver que ella sola se encargaría de un solo grupo, no tendría ayuda de profesores adjuntos ni asistentes. Las normas escolares indicaban que un solo profesor debía al menos estar a cargo de siete alumnos, eso aseguraba supervizar adecuadamente las cosas, si el número excedía esa cifra debía tener asistencia obligatoria. No era extraño que eso sucediera en zonas poco pobladas, incluso había recibido un aula especial para mantener a sus alumnos. Pero estaban hablando de una de las áreas más buscadas por la clase media-alta, así que un sentimiento de incertidumbre la inundo. —Solo estas exagerando... estas nerviosa por tu primer trabajo —Ella se dijo mientras tomaba la lista de alumnos que le fue asignada. Casi al momento un ceño fruncido se generó en su rostro, se tomó el tiempo de leer dos y hasta tres veces la lista antes de preguntarse si eso era una mala broma. En la hoja de datos había los nombres de seis alumnas, todas de ellas dinosaurio, ningún caso especial como un humano o algo parecido, pero el detalle estaba en los nombres. Amber Aaron Amber Mous Sera Lettuce Cynthia Mous Maria Margarita Mous Melissa Mous La profesora no pudo evitar levantar una ceja ante la pequeña lista, debía haber un error… al menos eso fue su primer pensamiento. A lo mejor le toco enseñar en una zona donde habitaban muchos miembros de una misma familia, claro debía ser eso… no era como si fuera extraño en algún punto encontrarse con familias numerosas y que algunos fueran a la misma escuela. Más pronto que tarde sus pasos la encaminaron a su salón asignado, aun se encontraba vacío y no debería tomar mucho tiempo antes que los padres llegaran para dejar a sus hijos. Sintiéndose entusiasmada empezó a organizar y distribuir el material didáctico en los respectivos lugares. Fue un tiempo después que por las ventanas del lugar se podía ver al primer padre que llegaba para dejar a su hija. El hombre era un humano alto y calvo, vestía unos jeans oscuros, una playera blanca y un saco amarillo mostaza que acentuaba bien su figura. Su mirada era de felicidad pura, mientras traía consigo de la mano por una pequeña Ptero de tono verde grisáceo y pelo casi plateado. Ella tenía un pequeño vestido de tonalidades verdes y amarillos, en su cresta tenía un pañuelo rojo que hacia juego con su adorable apariencia y en sus manos traía consigo tenía una lonchera con imágenes de cavernícolas. Ambos caminaron antes de detenerse junto en la entrada del salón de clases, la profesora sonrió con tranquilidad antes de recibir a los recién llegados. —Hola, mucho gusto soy Anon Y. Mous, usted debe ser la nueva profesora —El humano hablo con un tono formal antes de dar la mano a la maestra, la cual devolvió el saludo con confianza. —Mucho gusto Señor Mous, en efecto, soy la Profesora Vivian Smith y supongo que esta hermosa niña es mi nueva estudiante —Ella dijo antes de inclinarse y mirar con ojos animados a la Ptero que venía de la mano del humano. Justo enfrente de la mujer se encontraba en silencio la pequeña niña, de no más de tres años que parecía tener la mirada perdida. Pasaron unos momentos sin que dijera o hiciera una acción, solamente se limitó a mover su cabeza para ver a su padre que la veía con ojos amorosos. —Es algo tímida y callada… es un amor, era la favorita de antigua profesora, ya sabe… antes de su retiro prematuro —El hombre dijo poniendo una mano detrás de su cabeza y riéndose nerviosamente. La mujer alzo una ceja ante ese comentario, su vista cambio a la pequeña que había soltado la mano de su padre para ir a tomar asiento a uno de los pequeños bancos de la clase. Su mirada aún estaba en blanco y se mantuvo quieta sin mover un musculo, solo podía verse su movimiento cuando parpadeaba en algún momento. “Ya veo porque era su favorita…” La Troodon pensó mientras no dejaba de admirar a la pequeña que parecía extremadamente dócil, no muchos de los niños a esas edades eran así de tranquilos, menos cuando eran dinosaurios en pleno crecimiento, algunos podían llegar a ser verdaderas bestias de destrucción. —Le aseguro que ella no le causara problemas, ¡Nos vemos Amber! ¡Mamá y yo te extrañaremos! —Anon dijo levantando la mano, y entregando la mochila de la Ptero a la profesora. La pequeña solamente volteo a mirarlo cuando escucho su nombre, luego prosiguió a levantar su pequeña manita y agitar un poco sus alas en respuesta. La profesora casi se derrite ante el acto de la adorable niña, pero tenía que mantener una apariencia de acuerdo a su profesión. Poco después vio como el humano se marchaba y se tomó unos segundos para relajarse, sin duda su mal presentimiento estaba equivocado, no era posible que ese trabajo fuera algo malo. Pocos minutos después, la visión del mismo hombre calvo caminando por el pasillo llego a la profesora, reconoció al instante al señor Mous. Su primer pensamiento había sido que el hombre regreso por algún asunto relacionado a su hija, pero algo que llamo su atención rápidamente. El humano no iba vestido de la misma forma que hace unos minutos, ahora llevaba un atuendo más parecido a un estilo militar, botas gruesas de combate, pantalones holgados verde oscuro y una chaqueta de denotaba rudeza. De la mano iba agarrado de una niña Ptero exactamente igual a la que había entrado con anterioridad, mismo atuendo y misma mirada calmada. La mujer tuvo que voltear un momento a ver a la pequeña que ya estaba dentro del salón, solo para asegurarse que no había escapado de alguna manera. Su visión solo atino ver que la primera niña aún estaba ahí, sentada sin hacer ningún movimiento. —Hola, mucho gusto soy Anon Y. Aaron, usted debe ser la nueva profesora —El hombre dijo las mismas exactas palabras, su voz era un poco más tosca que la primera vez, también había notado que había dicho un apellido diferente. La profesora quedo en silencio por unos momentos, miro al hombre a los ojos preguntándose si le estaba jugando una broma, al centrar su vista pudo notar que esta persona era mucho más fornida que la anterior, tal vez levemente más alto, incluso tenía un aspecto más rudo por la barba que traía. Fuera de esos detalles eran prácticamente igual al primer hombre, se preguntó si eran hermanos, siameses o gemelos en todo caso, ya que no había diferencia ni en las edades que aparentaban. —Oh, disculpe señor Aaron, en efecto, soy la nueva profesora… —Ella hablo y repitiendo su presentación anterior. Luego de ello vio como la niña que era exactamente una copia exacta a la primera Ptero se adentraba al lugar para sentarse justo al lado de su compañera. Ahora ahí estaban las dos niñas… como dos gotas de agua, una justo al lado de la otra —Nos vemos Amber —El hombre dijo mientras se alejaba del sitio igual que el otro humano y recibiendo exactamente la misma respuesta de la otra niña. —Ok… eso fue raro… —La profesora hablo antes de voltear nuevamente para ver como ese humano regresaba al salón de clases con una ropa distinta. “Me estas jodiendo” Ella pensó mientras veía como ahora el hombre volvía con una mirada desinteresada, incluso podía decirse que hasta con enfadado con la situación. Sus ropas eran más casuales y gastadas que los primeros hombres, en ellas gritaban pobreza por las manchas de comida secas en él, su apariencia era una más juvenil que la de los primeros hombres, una versión cinco años más joven probablemente. El sujeto venia casi arrastrando de la mano a una pequeña Triceratop purpura, la niña estaba usando unos pantalones cortos negros y una simple playera blanca. Su mirada al igual que el humano denotaba que estaba molesta. —Señor Mous que bueno tenerlo de vuelta, ¿Quién es esta adorable pequeña? —La mujer hablo haciendo que el hombre levantara una ceja. —¿Quién le dijo mi nombre? —El humano dijo bruscamente y con desconfianza, mientras la niña detrás de sus piernas miraba de manera sospechosa a la mujer al conocer el nombre de su padre. —Oh disculpe… Yo supuse que… olvídelo, soy la nueva profesora y supongo que debe ser su hija—Ella dijo sintiendo como un dolor de cabeza estaba llegando a su cabeza, estaba segura que debía ser una broma en este punto. —Oh no… yo solo la tuve que traer en lugar de su Madre que no tuvo tiempo de venir, pero me dijo que estaría una nueva profesora, ella es Sera Luttece —El humano hablo bastante inseguro, como contradiciéndose a sí mismo en las palabras que quería decir. —Papá… mi mamá te advirtió que debes empezar a llamarme hija —La niña hablo con un tono cansado y un pequeño gesto de enojo salió de la pequeña que parecía indignada. —Que no soy tu padre —El humano dijo sin ningún tipo de tacto, a lo cual la niña pateo le dio una patada en la pierna al hombre. La mujer solo alcanzo a levantar una ceja, la relación de este padre y su hija era bastante inusual, la profesora estuvo tentada a levantar la voz ante el señor Mous por hablarse así a una niña, pero se abstuvo. A pesar del lamentable comportamiento de calvo, casi estaba segura que era una copia exacta de los otros hombres. Ahora estaba segura que al menos eran familia este grupo de personas, este debía ser un hermano menor descarriado o algo similar. Tuvo que resignarse por preguntar, seguramente era eso… una familia numerosa que había decidido meter a toda su descendencia en la misma clase de preescolar. Realmente no había visto muchos humanos en su vida, siempre escucho que todos eran iguales. “Solo que en este punto ya es ridículo el parecido” —En realidad no sé qué hago aquí… me voy, usted ya sabe cómo tratar a estos pequeños monstruos —El hombre hablo mientras se daba la vuelta y se retaba del lugar. —¡Adios Papá! —La pequeña triceraptos grito en alto, solo para después ir a donde estaban las demás niñas y abrazarlas fuertemente. La mujer suspiro con cansancio, no dejaba de sentir como esto ya empezaba rozar los límites de lo absurdo. Pero sabía que un primer trabajo podía ser tan fácil, nunca lo es cuando tratas con niños… aunque esta vez era con sus padres. Con el tiempo más padres se presentaron, cada uno trayendo consigo a una niña diferente. Pudo ver a uno de ellos que parecía igual de joven que el ultimo humano, pero llevaba vistiendo una playera con temática de alguno de esas caricaturas japonesas. Su aspecto parecía mucho menos maduro, pero de alguna manera era igual de feliz que los primeros hombres. De la mano llevaba a una pequeña estegosaurio verde con coletas, la niña también iba vestida con esa temática de anime, probablemente un personaje de alguna serie. El hombre presentó a su hija, la niña solo respondió con una frase mal dicha en un idioma asiático y haciendo una pose extraña. El siguiente fue uno que tenía una apariencia mucho mayor que los otros, aunque no aparentaba más de los cuarenta años podía decirse que era un señor en toda regla. Un aspecto fuerte y con músculos que solo podían conseguirse labrando en un campo, con una mirada seria y mostraba el inicio de unas arrugas que indicaban el paso de la edad, al ser calvo no podían verse rastro de canas, pero estas si estaban presentes en el bigote que portaba el hombre. Venia de la mano por una pequeña Anquilosaurio anaranjada y de largo cabello castaño, en su cabeza una gorra negra que no combinaba con el pequeño vestido floral que tenía consigo. Ambos venían hablando en el idioma español y se detuvieron antes de la entrada para que el padre le diera la bendición de su religión a su hija. Al final llego otro humano, una copia exacta de los primeros hombres llamados Anon, incluso parecía rozar la edad de esos hombres. El hombre vestía con zapatos elegantes, pantalones de tela negros, camisa blanca y con un chaleco azul marino. De su mano traía consigo a una pequeña y linda Parasaurio color melocotón, cabello rubio y cortó, un par de lentes negros adornaban su rostro. Sus pequeñas ropas finas denotaban que era de una familia más acomodada que la mayoría de personas, lo cual era extraño ya que usualmente esas personas buscaban que sus niños fueran a colegios privados. Todos esos hombres hablaron con la profesora y se fueron deseando el mejor de los días a sus hijas, lo cual no era extraño para los padres en general. Lo que era extraño era que todos compartían el mismo nombre, de alguna manera el pensamiento de que eran familia se fue acabando. Casi podía jurar que estuvo hablando con la misma persona todo este tiempo. En cuanto a las niñas no podía de pensar lo diferentes que eran, todas excepto el dúo de Pteros que tenían la mirada en blanco. De ahí en fuera parecía un grupo común y corriente, al menos tenía la seguridad que podía empezar su trabajo de profesora sin ningún inconveniente. “Porque… Esto no se podía poner más extraño… ¿Verdad?” Ese fue el último pensamiento coherente que tendría dentro de su vida como profesora en ese instituto.