[NOTES] Las dos canciones que Damian escribe aquí, existen realmente. Son "Lado Oscuro" y "De vuelta y vuelta", ambos de Jarabe de Palo. Realmente quise mucho a ese cantante, crecí prácticamente con él sonando en el equipo de música de mi padre así que usar sus canciones para esto... es como un pequeño recuerdo de todas esas canciones que no llegué a entender hasta que no las viví. [/NOTES] Los exámenes de Diciembre se presentaron como un reto y… acabaron siendo un chiste. Comprendan, que yo hice mi primer año de un Bachillerato de Ciencias en España, y el nivel entre Estados Unidos y España es como el día y la noche, y ya habiéndome ajustado al idioma técnico lo mejor que podía el resto vino solo. Lo mismo con Biología. Nos movemos al 15 de diciembre, los exámenes casi han terminado, mi humor casi ha vuelto al público aunque me sigue sin gustar estar solo y he comenzado una pequeña colección de botellas vacías de cerveza. Apenas sí podía controlar esa rabia que subía por mis piernas como un monstruo al estar solo, lo único que me hacía ser capaz de controlar esos impulsos de romperlo todo era esa última visión de Fang en la playa. Furiosa. Mis manos fueron a mi guitarra, ya no tenía a ningún vecino que molestara… Re menor séptima; 4ta, 2da, 3ra, 7ma. Sol menor: 6ta, 3ra, 4ta, 2da. Do séptima: 5ta, 3ra, 4ta, 2da. Fa: 6ta, 3ra, 4ta, 2da. Así empecé a escribir. ¿Qué era ese instinto de querer dejar atrás todo eso? ¿De qué tenía miedo? ¿Qué eran esas cosquillas de mi estómago cuando sonreía? Esa pesadilla… llegó a mi cabeza con el mismo balazo con el que vi la cabeza de Fang rota en pedazos. ¿Por qué? ¿Debería dejar que el agua corriera? Éramos amigos, bros, hermanos. ¿No? … ¿Cuándo comencé a pensar en Fang? No me di cuenta. ¿Qué coño me había hecho esa paloma mutada? Le miraba, y temblaba. Le recordaba, y temblaba. Y mis manos la llamaron por Whosapps. —¿Qué pasa, bobo? —dijo—. Son las 10 de la noche. —¿Puedo poner una videollamada? —Claro. Será la primera vez que vea tu casa. Dejé el teléfono en el colchón, contra la almohada, y puse la cámara frontal. Fue la primera vez que me vio en mi piso. Eso daba un poco de vergüenza. Ella estaba acostada en su cama, con un camisón negro, desmaquillada. Mi corazón se aceleró como una locomotora. —¿Me haces un tour? Levanté el teléfono y lo moví como 90 grados para darle la visión de todo lo que tenía que ver: un salón principal que realmente era una habitación, una cocina pequeña y un baño con cabina de ducha. —¿Vives ahí? —No, estúpide. Vivo en un palacio, le estoy regando las plantas al vecino. —Levanta el culo y enséñamelo todo con propiedad. Accedí a regañadientes. Le enseñé mis instrumentos, el agujero del armario que dije que ya estaba ahí, mi portatil, la basura llena de cerveza… La cocina con los restos de mi cena, y el baño pues no. Lo cerré cuando Fang preguntó. —Cada Rey tiene su trono, paloma impertinente. —¡Disculpe, su alteza! Suspiré y volví a dejar el móvil apoyado a la almohada. —Se ve limpio, para ser de un chico. —Gracias. Soy alérgico al polvo. —¿Por qué llamaste, bobo? —... No quiero estar solo ahora mismo. Y pensé en ti. —¿En mi? Me rasqué la cabeza. ¿Por qué hablar de esto se sentía como si algo me oprimiera el pecho? Mi boca titubeaba. Vamos, coño, solo… dilo. Son amigos, es normal pensar en los amigos —No he estado bien, tenías razón —empecé—. Pero, ¿sabes? Tu voz, tu voz me ayuda. A veces me pongo ese estúpido disco que le compré a Trish para oírte. Aunque sea de esa manera. Fang había escondido la cara. —Lo que quiero decirte es que… Si no te hubiera conocido probablemente me habría vuelto loco. Ese día en la playa… yo… —Lo sé. No hace falta que lo digas. —A todo esto. ¿Qué es eso que circula por el instituto de la relación tamaño-tamaño? Fang se puso roja como un puñetero tomate. Hasta sus pupilas se contrajeron. —Stella… Fue ahí cuando Fang me contó por encima todo lo que había pasado ese día, y como Stella había dado con una fórmula en la que, calculando tamaño del cuerpo y la mano, podía hacer una comparativa del … —No sigas —le corté. Jugadora de Impact tenía que ser—. Por eso estaba empeñada en medir mi mano, ¿verdad? —Fang asintió. —¡Lucy! ¡Apaga la luz! —escuché de una voz cariñosa—. ¡Es hora de dormir! —¡MAMÁ! ¡AÚN ES PRONTO! —gritó Fang, y yo sonreí—. Tú, no me des esa sonrisa de cachorrito. No has escuchado nada, inmenso bobo. —Yo no he escuchado nada —respondí—. Pero, ¿puedo decir algo? Fang se lo pensó por un momento. —Solo te lo permitiré ahora. —Es un bonito nombre. Volvió a ocultar su cabeza en la almohada. —Estúpido. Tengo que colgar. —Mañana es jueves, ¿Verdad? —Así es. —¿Puedes venir al auditorio por la tarde? —¿A tu sesión privada de saxofón? —¿Stella? —Así es. —... Esa muchacha necesita una cremallera en la boca. —También me dijo que le tocaste una canción de un videojuego, ¿podrías hacerlo? —¿Gerudo Valley? Con los ojos cerrados. —¿Y ahora? —¿Y tu madre? ¿Qué pasa con colgar? Ella se levantó, aparté rápidamente la mirada por si acaso se veía algo que no debía, escuché el sonido de un interruptor y su voz. —Ya está, tonto. No había nada que mirar. Me levanté a tomar la guitarra, sacándola del estuche y me senté al lado. Fang miraba impaciente. Y empecé a tocar unos acordes para calentar los dedos antes de empezar. En algún punto del inicio de la canción me pidió que lo hiciera cara a ella, y paré la canción para complirle el capricho, pero por el resto… La melodía fluyó perfecta, con una leve improvisación en algunas partes para que la versión que escuchase ella fuera distinta. Una única. ¿Por qué seguía pensando en esas cosas aún con la mente ocupada? —Te ves muy bien —dijo Fang. —¿Disculpa? —Tocando. Tu cara no se ve tan muerta. Te ves… Bien. —¿Te vas ya a dormir? —pregunté. —A intentarlo. —¿Desde cuándo eres un niñe bueno? —Quizás desde la banda parece ir a algún lado —respondió—. Buenas noches. —Descansa. Colgamos. Inspiración. Y rápidamente comencé a rasgar algo en una libreta que tenía a mano, notas improvisadas de instrumentos básicos con una canción. Primero, un bajo, suave… Las claves, y una batería. Puede que hayas Nacido en la cara buena del mundo Yo nací en la cara mala Llevo la marca del lado oscuro Un, dos, Tres… Y no me sonrojo si te digo que te quiero Y que me dejes o te deje Tal vez…. un punteo con la guitarra… Eso ya no me da miedo Habías sido sin dudarlo la más bella De entre todas las estrellas Que yo vi en el firmamento Sssh… Solo. Déjame escribirlo. ¿Cómo ganarse el cielo Cuando uno ama con toda el alma? Y es que el cariño que te tengo No se paga con dinero Como decirte que sin ti muero Y estribillo… No me sonrojo si te digo que te quiero y que me dejes o te deje eso ya no me da miedo Habías sido sin dudarlo la más bella De entre todas las estrellas Que yo vi en el firmamento El solo de guitarra acústica… Termina, y vuelve a empezar el bajo. La canción repite, con unas maracas. Y no me sonrojo si te digo que te quiero Eso es… Deja que todos los instrumentos vayan teniendo su tiempo para sonar con la guitarra marcando el ritmo en sonidos graves. Hacía mucho que no me salía una canción de la nada de esa manera, la revisé varias veces en mi cabeza una y otra vez… y parecía estar perfecta. Quizá estaba volviendo mi antiguo yo. Solo necesitaría hacer unos arreglos y escucharla en voz alta. Que lástima que Fang es malísima en español y aprobó raspado, sino podría… ¿Quieres sacarte a Fang de la jodida cabeza? De nuevo, me encantaría contarte qué pasó entre medias pero mis recuerdos están borrosos y solo tengo memorias de haberme dormido, y despertar en el recreo. Creo que las pastillas me estaban haciendo algo malo. De hecho, ni si quiera recuerdo cuando Sage, Stella y Rosa comenzaron a pasar los recreos en el auditorio con nosotros. En algún momento me puse a cantar… algo que estaba en mi cabeza en ese momento, rasgando mi guitarra en mitad del escenario. Hoy el mundo ha dao otra vuelta Pero nadie me ha avisao Hoy el tiempo me ha pillao Con un lío en la cabeza Por supuesto, solo Rosa estaba entendiendo lo que quería decir. Tirao en la cama Con ganas de nada Hoy el tiempo se ha parao En la hora que no era La miré de reojo, parecía hacer una traducción simultánea. Era divertido Hoy el mundo ha dao una vuelta Pero no me ha preguntao Hoy estoy desafinao Hoy estoy de calavera Un golpe de tambor en la guitarra, y mis dedos volvieron con la melodía simple. Y el alma partida La pena encendida En la acera me he sentao A esperar la primavera Primavera que no llega De mis dedos, pasó a dar toda la mano para tocar las notas necesarias por el estribillo… y vuelta al toque fino. Hoy el mundo ha dao otra vuelta Pero no me ha despertao Hoy me levanté girao Hoy me levanté de vuelta De capa caída Peleao con la vida Hoy no estoy pa' nadie Hoy estoy de vuelta De vuelta de todo De vuelta de nada De vuelta y vuelta Tan joven y de vuelta Suspiré. Me estaba convirtiendo en emo. —Lo siento, chicos. Creo que aún tengo mucha cosa supurando. —No te preocupes, wey. Eso fue hermoso, ¿lo escribiste tú? —Eh. Sí. Sí, de hecho sí. Creo que… ahora mismo. Le di mi guitarra a Reed y me senté en el borde del escenario a terminar mi desayuno. Desde todo el lío de mi abuela, no solo mi memoria había empeorado sino que mi comportamiento se había vuelto aún más errático y excéntrico. No les importaba, pero ¿hasta cuando? —Fang, ¿me dices de nuevo porqué está aquí estos dinosaurios? —Bobo, van 3. Nos ayudarán a montar el escenario y, como pago, quieren oírnos tocar. —¿Por qué aceptaron? —¡Estamos aquí, Damian! —exclamó Stella con molestia. —Si, y ya me contaron de tu tabla de medias. Yo soy quien debería molestarse. —No te preocupes, Damian —decía ella—. Los humanos tienen un buen ratio… —la alcanzó una bola de papel plata en la frente. — ¡CALLA, COÑO! —exclamé. Hubo algunas risas y otras miradas incómodas. Me sentía protagonista de un shojo barato. Sin embargo… algo fallaba. Sage habría amado morbosearme, y probablemente sino hubiera mantenido un silencio y una sonrisa discreta no me habría dado cuenta… ¿su hocico está más grueso? ¿Y eso del ojo es…? —... recibir ayuda gratis a cambio de ver las sesiones. Yo creo que es un buen pago —decía Fang—. ¿Me estás escuchando? —Sí. Ayuda a cambio de visitas. —Esa es. Salté del escenario y caminé hasta Sage. No me fijé. Demasiado metido en mi mundo como para darme cuenta de las obvias heridas de abuso que recibió. Él me miró, y yo pasé el dedo por su párpado con delicadeza retirando el maquillaje mal puesto. —¿Quién fue? —dos palabras que hicieron el silencio absoluto en el auditorio. Todos se giraron. Todos lo habíamos ignorado. Mi mirada fue fija en sus heridas, ni siquiera parpadeé. La rabia que sentía en esos momentos, me hacían verme a mi mismo sentado en ese lugar, magullado y malherido. Maltratado. Abusado. Tomé su mandíbula y la moví firme hacia un lateral para confirmar una clara falta de plumas en algunas áreas de su cuello, parecía que se las habían arrancado. Apreté los dientes y mi agarre sobre la mandíbula de Sage. —Dami, me estás asustando —el puso su mano suavemente en mi muñeca. También faltaban plumas en su brazo. Solté. —¿Quien fue? —insistí. —Nadie, me caí por las escaleras. Los demás hicieron un pequeño coro alrededor. Ni Stella parecía haberse dado cuenta. —¿Fueron ellos otra vez? —preguntó Rosa, inocente—. Pensé que habían parado. —¿Rosa? —Bob, y sus amigos. —¿El paquicefalo? —tipos de cráneo duro, condenados a ir calvos o tener un corte de cura franciscano. Compartimos clases. —Sí. … Rosa se dio cuenta de lo que cruzaba por mi cabeza. Salí del del auditorio escuchando un "¡Reed, ve a detenerlo!", pero ya lo tenía localizado. Ya sabía quién era. Tener las especies tan distanciadas era muy útil cuando debías partirle la cabeza a alguien como un melón: no había error. La azotea. Los vi subiendo a la azotea antes del inicio del recreo. Allí pude verle, junto a otros 3 dinosaurios. Pero primero necesitaba pasar por los cubos de basura, recordaba haber visto fugazmente un bate de madera roto. Además, aproveché para quitarme la camiseta y la chaqueta ya en la azotea. Así que lo que ellos vieron fue un skinnie con el torso desnudo y tatuado. —¿Eres Bob? —¿Quién pregunta? —¿Has golpeado a un chico llamado Sage? Se puso nervioso, me di cuenta por la cola. Ahora estaba recta. Se preparaba para correr, probablemente embestir. —Se cayó por las escaleras —sus amigos afirmaron el suceso. —Muy bien. Necesito que deje de caerse por las escaleras, por las buenas o por las malas. Segunda regla contra un dinosaurio: nunca pelees limpio. Afortunadamente encontré ese bate estropeado en los cubos de basura, dándole esquinazo a Reed en el proceso. Lo había ocultado en mi espalda, así que ellos no lo habían visto cuando llegué y las cámaras de seguridad no me grabaron con él. Tercera regla: examina tus rivales: un parasaurolophus verde, un paquicefalo rosa, un pterodáctilo marrón, y un dinosaurios carnívoro similar a un rex por sus bracitos cortos de plumaje blanquecino. Espera siempre la embestida de los dinosaurios con cosas en la cabeza. Los pequeños podrás hacerle la zancadilla, pero a los grandes no. Normalmente no agitan la cola, pero nunca te descuides. Esta sensación tan… Sí. Con el Utahraptor me pasó similar, pero esta vez no había nadie que me detuviera. Nadie que me detuviera. Abracé ese Rojo, y abracé esas espirales. El paquicefalo cargó, y simplemente le tiré una zancadilla golpeando sus tobillos con la suficiente energía como para que volara el resto del trayecto hasta la caseta de la azotea. Su cráneo hizo una muesca en el hormigón. No había tiempo para pensar, cuanto menos margen tuvieran, más tiempo tendría yo de disfrutar. Saqué el bate de mis pantalones mientras caminaba hacia ellos, y golpeé con tanta fuerza al pterodáctilo que una parte del bate salió volando fuera de la azotea. Cayó de una, salpicandome de mocos y sangre. No pestañeé. Cuarta regla: todos los dinosaurios tienen una diana gigante en la cara, tienen muchísimas más terminaciones nerviosas que los humanos, lo que implica que un puñetazo en la nariz les duele de 10 a 15 veces más de lo que debería. Usando como un martillo lo poco que me quedaba de bate, golpeé la cara del parasaurolophus volviendo a fragmentar la madera podrida. De nuevo, cayó de un solo golpe. Tiré la madera a un lado mientras el pequeño rex de plumas blancas era vencido por sus piernas y se arrastraba a una esquina. Le seguí hasta que no hubo más esquina y comencé a caminar sobre su cola. —Ya recordé tu especie. Yutyrannus, ¿verdad? Asintió. Saqué mi navaja del bolsillo y le apunté directamente al cuello. Éste era yo. Éste era mi verdadero yo. Todo lo que era. Antes de vivir en casa de mi abuela. Pude verme reflejado en los enormes ojos del yuty, esos ojos desesperados de hace seis años, muertos. Para mi eran aberraciones de la naturaleza, pero yo era un monstruo para ellos. Y ¿saben? En ese momento, en ese preciso y singular momento, saboreé ese miedo. —Sage —una palabra mía. —¡No lo volveremos a tocar! —y las aguas se abrían. Catártico. Un puñetazo, y a dormir. Reed llegó justo a tiempo de verme tirando los maderos esparcidos por la azotea fuera de ella lo más lejos que pude. Ya me había puesto la camiseta y la chaqueta. —Bro… —parecía asustado—. ¿Qué has hecho? —¿Yo? Nada. Se han caído por las escaleras. —¿No crees que te has pasado? —No. Aún le pude dar un patadón en el estómago al paquicefalo. Por puro desquite ya que él mismo se quitó del juego al golpear el muro. —Ahora sí, ahora sí puede que me haya pasado. Pisotón en las costillas. —Ahora, definitivamente me he pasado. —¡DUDE! —¿Qué vas a hacer, Reed? Estos tipos se merecen todo esto. —¿Y tú? Y me marché con Reed corriendo detrás. Me detuvo a las puertas del auditorio poniendo su mano en mi hombro. —Eso de atrás no fue buena idea, bro… Si Spears se entera… —¿Qué van a decir? ¿Vino un skinnie con un palo y nos tumbó a los cuatro en un minuto? —Bro… No hablo de un castigo… Hablo de ti. Sí, se merecen una paliza, pero ¿y lo que te hace a ti? —¿Y lo que me hace a mi, qué? —Éste no eres tú. ¡ESTE SOY YO, REED! SIN FILTROS, SIN VIEJAS DE MIERDA, SIN NADA. ¡ESTO SOY YO! eso quería gritar… Pero simplemente abrí la puerta del auditorio de par en par sin recordar que los demás estaban dentro, y que podrían haber estado oyendo la conversación —Me importa una mierda, Reed. Reed se rascaba la nuca intentando buscar las palabras correctas. Sin éxito. —¿Qué has hecho? —preguntó Fang entre dientes. —Se han caído por las escaleras —respondí. —¿Reed? —preguntó Fang. —¿REED? —seguí yo. —Yo… no lo sé. No vi nada. —¿Les has golpeado? —preguntó Trish. —¿Cuatro contra uno? —pregunté de vuelta, con algo de burla—. Se cayeron por las escaleras. Primera regla: no se habla de las peleas. Estos chicos fueron a la enfermería como buenamente pudieron. Alegaron que se habían caído por las escaleras, aunque cualquier forense habría dicho "paliza con objeto contundente largo". Pero yo no dije que había sido yo, y ellos nunca dijeron la verdad. Todo quedó entre caballeros. Sí. Aquí comenzó el descenso. Sage se interpuso en mi camino en un cambio de horario, una hora después. —No debiste haberlo hecho —No sé de qué me hablas. —Sí lo sabes. Todos escuchamos lo de "vino un skinnie con un palo". —No sé de qué me hablas. —Damian… —me miró seriamente—. Dos semanas. Han sido hospitalizado dos semanas. Me encogí de hombros. Tal vez les diera más golpes de lo que recuerdo. —No sé de qué me hablas —insistí. Me separé de él, pero rápidamente me tomó de la manga de la chaqueta. Sus ojos rosados miraron fijamente el azul más apagado que el pobre Sage había visto nunca, ¿por qué lloraba?. Puse mi mano en su pequeña cabeza con una sonrisa. La gente pasaba a nuestro lado sin enterarse, y yo ya no era capaz de diferenciar unas caras de otras. Eran sombras. Tal vez en esto me estaba convirtiendo en ese momento. Solo quería hacer por él algo que nunca hizo nadie por mi. No nos dimos cuenta ninguno, ni siquiera sus amigas más cercanas. ¿Estaba mal que quisiera defenderlo? Sí, entiendo que tal vez me pasara con la intensidad. Entiendo que se me fue la mano. Pero ¿y él? ¿No se les había ido la mano el primer día que le tocaron? ¿No se les fue la mano con ese ojo rojo producto de un puñetazo? Recuerdo verle girarse, dijo algo, pero no lo escuché, y se metió entre la multitud mientras yo hacía lo mismo. —Te estas comportando como Trish —la voz de Fang. Eso me hizo volver a la realidad. Miré a todos lados, asustado. Llevé mi vista al reloj del móvil para comprobar que las clases ya habían pasado. —¿Acabas de llegar? —Sí. —¿Qué me decías de Trish? —El año pasado, destrozó un coche con una palanca —seguía diciendo—. Y el anterior le robó a alguien. Se sentó a mi lado en las butacas del auditorio. —No estoy diciendo que no se lo hayan merecido. Mierda, de verdad me hubiera gustado verlo. Te juro, que me hubiera gustado verlo, pero… Siempre hay un pero. —Continua. —No lo estás llevando bien. ¿Era necesario golpearlos tanto? —No los golpeé, cayeron… —Por las escaleras… Estúpido. Las cicatrices me dolían tras estos momentos de arrepentimiento, como si ellas mismas fueran una marca de todas esas peleas en las que No debí meterme. Aunque todas éstas fueran defensivas. Apreté las marcas de mi brazo para intentar calmar el dolor, algo que parecía haber hecho más de una vez por cómo se preocupaba. —¿Te duelen? —preguntó de improviso. —El qué. —Las cicatrices. Verte masajearlas es un indicador de que estás ansioso. Últimamente lo haces mucho. —No estoy ansioso —corté. —Podemos estar ansiosos sin saber que lo estamos, estúpido. —¿Cómo te las hiciste? —Ya te dije que… —ella levantó la mano, y yo me callé. —La verdad, bobo. Y suspiré. —Fue una pelea en a la salida del instituto, aún vivía con mis padres. Hablé con una chica en clase para pedirle ayuda con la tarea, y me vino su novio a golpearme. Sus garras… me hicieron esto. Dos operaciones reconstructivas, pero pude recuperar la sensibilización del brazo. —¿Qué pasó con el chico? —Un puñetazo en el ojo que le dejó tuerto… con una cadena de metal enrollada en mi mano. Tuve los dedos rotos un mes. —Eres un maldito delincuente. No entiendo porqué no te llevas bien con Trish, si los dos sois dos gotas de agua. —¿Ella ha hecho algo así? —Le rompió un bate en la cabeza a un tipo, en cuarto curso. Sonreí. —Tiene fuerza. Ella se levantó y yo automáticamente tomé su mano, asustado. Mi cuerpo se volcó tanto en atraparla que mi respiración quedó acelerada. Era la segunda vez que tomaba su mano. —¿Tienes miedo? —preguntó. No iba a llorar. Pero, no podía evitar… no querer estar solo. Ella era la única persona que me podía mantener cuerdo en esos momentos y yo me estaba aferrando a mi cordura, no a Fang. Fang solo era la representación física de lo que era mi lucidez. A quién estoy engañando. Es el momento… Siento que me estoy consumiendo. Estoy volviendo a algo que no quiero ser. Me siento perdido. Fang… Maldita sea, si supieras todo lo que está pasando por mi cabeza. Si supieras que esa tarde en la playa quería ser tragado vivo. ¿Cómo puedo explicarte, sin decirte nada, que lo único que me está sujetando eres tú? Hay dos Damian en mi cabeza, el de Volcano High y el español, y éste último está regresando con demasiada fuerza, Fang. Tengo miedo. Por primera vez, en mucho tiempo, tengo miedo de mi mismo. —No quiero que te vayas —dije. Fue lo único que me pudo salir. —Solo voy a subir al escenario, bobito. La solté, muy lentamente. Muy, muy lentamente. Fang tomó su guitarra y la enchufó al equipo de música que siempre había entre bastidores. Rasgó algunas notas y se sentó en el borde del escenario. —Coge tu saxofón y sígueme. Fang marcó un ritmo, y yo seguí tímidamente, más torpe de lo que mis dedos realmente eran. Pero no le importó, siguió tocando la balada y esperando que yo fuera detrás de ella siguiendo su música. Con su melodía, fui convencido de levantarme de la silla y tocar completamente de pie, literal y metafóricamente. Ahora sí, con toda la fuerza de mis pulmones y la energía de Fang, improvisamos algo que pudiéramos decir, fue decente. Pero emocionalmente, significó encontrar una pieza de un puzzle. Ese resonar de dos almas completamente desnudas a un ritmo creado solo por y para los dos. Dos siendo uno. Un brillo, al final del túnel. Un ¿tal vez? Qué sensación tan extraña es el dolor de darse cuenta, de que todo ese odio que cargaba hacia los dinosaurio desaparece ante sus ojos ámbar como un castillo de arena cerca de las olas. Qué extraño es él cuerpo, cuando volví a verla ese momento con su guitarra como si tuviera ojos nuevos, y me parecía verla brillar cual figura celestial. Qué diferente era el tacto de sus dedos entrelazando con los míos. Y que calma, cuando eres consciente a través de los ojos de la otra persona que ambos están latiendo sincronizados. Nos acercamos, podía oler su perfume de frutas del bosque. PUM. El sonido de una explosión que nos sacó del momento. Salimos fuera del auditorio, prácticamente corriendo: una de las bombillas del pasillo había reventado. Nos miramos, comenzamos a reírnos sin ningún motivo. Pero, era gracioso. Y yo lo tomé como una señal. —¿Puedes ayudarme con mi español? —pidió Fang, volviendo a entrar en el auditorio. —¿Por qué eso ahora? —Aprobé raspando los últimos exámenes y… me gustaría… Entender lo que dices a veces. —Tú me ayudaste con el lenguaje inclusivo y el inglés. Creo que podré hacerlo. —Oh, y Naser se preguntaba, ¿crees que podrías venir mañana a mi casa? Para conocer a mi familia, y que todo sea menos violento en Navidad. —Me encantaría —sonreí, por unos momentos. Y qué tristeza, cuando te das cuenta de que solo fue una ilusión, de que solo iba a reventar en mi cara como esa bombilla. Como siempre. Dos baldosas de diez centímetros nos separaban, pero se sentía como un abismo. Podía estirar la mano y cogerla del hombro, pero era estar de una punta a otra de un puente roto. ¿Estaba bien inmiscuirse en su vida? Eso debí pensarlo mucho antes de estar en su banda. Pero aún, aún podía dejarla correr ¿verdad? Ella aún podría salvarse. Patético. Mírate. Llorando por dentro como si fueras a romperte en pedazos. ¿Esperabas que ella sintiera lo mismo? ¿Esperabas ese beso? Es tu culpa, por no dejar de pensar en esa estúpida ptero. Es tu culpa. Tú te obsesionaste, tú la hiciste tu enganche por no poder con la muerte de tu abuela, ella no te dio permiso para hacerlo. Toda esta película te la montaste tú solo, todo eso solo estaba en tu cabeza. —Damian, estúpido gran bobo, te llevo hablando como cinco minutos. ¿Me estás escuchando? —No, lo siento. Y qué golpe contra la realidad. Ella es agua, que debo dejar correr. —Te decía que vengas conmigo después del ensayo. —¿Aún quieren ensayar conmigo? —Somos amigos —¿por qué dolió eso tanto?—. ¿Verdad? —Claro —fingí una sonrisa. [NOTES] Les aviso de antemano: el capítulo 10 va a ser corto, tengo planeado algo ligeramente diferente.