Incómodo. Muy incómodo. ¿Pensabas que tras poner los huevos sobre la mesa todo iba a ser bonito y de color? Oh, no, mijo, esto es el mundo real. Esta mierda es real. La cola de Fang se movía de un lado a otro lentamente, podía notarla viéndose por el rabillo de mi ojo. Trish y ella hablaban de moda con una energía que no tenía antes, su sonrisa me hipnotizaba, no por lo bella o no que podía ser sino por su honestidad. No se la guardaba. Así que aproveché para vaciar mis bolsillos y ponerlos en orden: el carnet, el documento de identidad tanto viejo como el americano, las llaves, el móvil, la caja de cigarros y el mechero. Hicieron un silencio. —¿Qué es eso? —preguntó Trish. —Una tarjeta —expliqué, reorganizando bolsillos—, de almuerzo. Tabaco a la mochila, las llaves en el bolsillo… iba a tomar la tarjeta plastificada y Reed la tomó antes que yo. —¿No es la que mencionan en el folleto? —se la pasó a Trish—. ¿Eres pobre? —No, no lo soy. —¡Oh, dios mío! ¡Pobre alma! —exclamó Trish. Escuché la risa contenida de Fang en mi oreja. —Literalmente —comentó Reed. Miré a Fang con furia al ver que era incapaz de mantener su hocico cerrado, y su garganta comenzaba a traicionarla. —Lo siento, es que… es hilarante. Chasqueé los dedos y los extendí hacia Trish, y ella se lo pasó a Fang, y se la quité a Fang. —No soy pobre, vivo en un chalet en España… —¿Y por qué la tarjeta? —preguntó Trish. Murmuré. —¿Qué? —Porque… —volví a murmurar. —No te oigo. Encorvé mis cejas. Fang lo entendió en seguida. —Oye, no hace falta que… —iba a decir Fang, pero yo fui más rápido. —Vivía con mi abuela. Mis padres solo me pasaban manutención, ellos son ricos y famosos y no tienen tiempo para estar conmigo —sus caras iban poniéndose poco a poco más tristes, mi voz era monótona. Yo ya había superado eso—. No es una gran manutención. No me he podido permitir consolas, o un teléfono nuevo en casi cinco años. Fang sabía más que nadie de ese tema. Y pretendía que así fuese. Pero el ambiente se hizo muy pesado, y necesitaba cortar eso como sea. Comenzaba a creer que era una mala idea estar con ellos. —Mi padre está en un grupo de heavy, y mi madre es cantaora flamenco. También baila. Esos dos querían hacer una fusión de ambos estilos que… ha tenido su público, a mi no me gusta. ¿Por qué le brillan los ojos a Reed? —Ya sabrás que tenemos una banda —empezó a decir, sacando una tablet—. He estado grabando nuestros ensayos, me gustaría saber tu opinión. Accedí. En qué maldito momento. La grabación era mala, atroz. La pantalla desenfocada, y en algún momento del video se resbaló del respaldo de, lo que presumo, es una silla y se quedó mirando al techo. Doble bajo, disonante, ruidoso, molesto. Esos acordes desacompasados harían llorar al niño Jesús Raptor en su Cruz de Piedra. La cacofonía de graves destruyó mi cabeza por completo, querían hacerla resonar con fuerza en un sonido pesado pero todo lo que hacían era… Ruido. Ruido de obra. Más que ruido de obra. Yo podría arreglar los ruidos de una obra y con unos samples y, con algunos juegos de equilibrios rítmicos, hacer de ese estridente sonido algo hermoso de escuchar. Esto… Esto no tenía salvación. Quemar la banda, con ellos incluidos. Empezar de cero. Eliminar todo rastro de su existencia y hacer como que nunca ocurrió. Esa era mi recomendación musical. Ellos eran… esa banda de Punk. Peor que ESA banda de Punk. Al menos ellos sabían que eran malos, en cambio estos me miraban como si pudiera decir algo bueno de haber asesinado a una de las Artes Clásicas. ¡Ey! ¡Mira que bonito cadáver hemos hecho! ¡Lo hemos desfigurado con más de treinta y siete puñaladas! Así, así parecía en mi cabeza. Esa música me causó migraña. Ojalá pudiera bromear. Tan mala, que el desayuno subió de mis entrañas haciendo que tuviera que retragarlo todo. Paré el vídeo antes de que me diera una aneurisma. —¿Por qué dos bajos? —pregunté con un hilo de voz. Fang me miró de reojo. —¡Es nuestro estilo! —respondió Fang. —¿Cuánto llevan tocando? —para ese momento mis codos estaban sobre la mesa masajeando de mis cejas a mis sienes con los dedos. —Dos o tres años —vale, son salvables. La pregunta es, ¿ellos querrían salvarse? Eso era otra cosa—. ¿Habéis probado otro sonido? —¿Otro sonido? —preguntó Fang. Ya había dicho que mi padre era parte de una banda de metal, y Fang conocía mis gustos musicales mejor que nadie al haber estado una semana hablando de ello. Sin querer, me había encerrado yo mismo. Fang y Reed parecían interesados en lo que podría decir, pero Trish comenzaba a cerrarse… Vamos, Damian. Tu abuelo fue torero, puedes hacer esto. “La vida es como una plaza de toros, hijo. Torea o sales corneado”. Siempre me pareció una manera muy absurda de resumir las cosas pero, en este momento sí podía salir corneado de verdad. —Los grandes artistas, los músicos, sobretodo las bandas famosas —carraspeé—. Las bandas buenas, quiero decir, suelen tener a su disposición más de un género que tocar. Los que salen de su molde suelen tener mucho reconocimiento por ello, y ser sus mejores canciones. Trish dejó de fruncir el ceño, pero seguía pensativa como los demás. —Pero, ¿te gustó? —insistió esa trigga. —Es un buen trozo de basura —se me escapó. Me tapé la boca. Se alegraron. —¡Ja! ¡Sabía que éramos buenos! Salvado por la dislexia. Os explico: la frase que utilicé en ese momento fue “A good piece of trash”, y Trish ha debido confundirlo con el Trash metal. Pero no era mi idea mentirles tampoco, y eso no me hizo gracia. —¡Deberías venir a nuestro próximo concierto! —dijo Reed, muy animado —Claro, claro… Fang, ¿me acompañas un momento? Me levanté de la banca y salí de la cafetería con Fang detrás, le tendí mis gafas… ¿recuerdas que dije que tuve un reflujo? Bien. Volvió. Y no pude devolverlo a su sitio. Todo el desayuno fue proyectado en el cubo de basura más cercano. —Que asco —dijo Fang, sin mirar. —Mucho —jadeaba. —¿Te encuentras bien? —Sobreviviré. Sí. La música de esa gente me dio migraña y me hizo vomitar. Escupí las últimas flemas que me quedaban. —¿Estas enfermo? —preguntó, ajena a la verdad. —He debido de tener un corte de digestión. —Entonces, ¿te gustó la canción? Otra arcada fue mi respuesta. La miré con los pesados ojos de un fantasma en vida, producto del conocimiento del que sabe es hombre muerto. —Creo que ha parado. Volvimos con ellos cuando mi estómago dejó de ser generoso, y me volví a sentar en el sitio de antes, con un color cetrino, la tensión por los suelos y sudor frío en la cara. —¿Estas bien, bro? —Sobreviviré. —Te pusiste blanco —me dijo, con ese tono de voz pausado y arrastrado… Debía preguntárselo. Pero no iba a ser hoy. Traté de que ellos no se preocuparan mucho por mi. Afortunadamente, pudieron seguir con sus conversaciones sin demasiados problema. Yo a veces comentaba algo de pasada, y tenían la decencia de preguntarme de vez en cuando qué opinaba de algo. Buenos chicos. Avancemos un poco en el tiempo, como cosa de un mes. Al fin había terminado mi castigo con Rosa, pero era tan del tipo que mi madre me aconsejaría tener de esposa que preferí alejarme de ella un poco. Tenía mi espacio para hacer mis cosas y, como Fang dijo, los Martes y Jueves el auditorio estaba perfectamente libre para yo poder practicar todo lo que quisiera. Nunca me había gustado el jazz, o tal vez nunca me había parado a sentirlo, pero ¡uf! Amaba esa sensación del saxofón en mis dedos. Aún recuerdo los primeros días en el auditorio, entraba pidiendo permiso y preguntando si no había nadie, pero a la segunda semana simplemente entraba dando un golpe de cadera y lanzándome a tocar todo lo que no había podido hacer EN MESES. Imagina que amas hacer algo, jugar cualquier cosa, escuchar música, pintar, lo que sea, y no has podido hacerlo por CINCO meses, cinco. Y, por fin, lo tienes en las manos, lo estás haciendo, ¿no se siente como algo que echabas de menos? Mi cuerpo lo deseaba cómo podía estar deseando café, la piel se erizaba con el aumento del flujo sanguíneo, ¿Lo escuchas? Everybody loves the sunshine , incluso un albino de poco más de metro y medio con problemas de fotosensibilidad. Aunque estuviera en ese lugar oscuro, con un ligero olor a humedad, ese jazz suave alegre y optimista me golpeaba como el sol del mediodía. Y en Volcano Hills hacía mucho sol. Feel What I Feel When I Feel What I Feel When I'm Feeling In The Sunshine Puto Takuya. La melodía era perfecta para soltar los dedos, aunque estuviera prácticamente acostado en uno de los sillones como si fuera mi propia casa. Reconozco que el diafragma no iba demasiado bien en esa postura pero ¡no era ese el punto! No era hacerlo bien, era hacerme bien. Me iban bien las cosas. Iban funcionando. En ese tiempo, mi tiempo con esos tres fue creciendo, aunque no fue una constante en mi vida sí que fui felicitado por Naser y Naomi al “haber hecho amigos” en tan poco tiempo. Sin embargo, aun no puedo evitar pensar que Naomi me ha empujado a esto y es lo que más incómodo me tiene. Pero, ¿tú quieres estar con Fang? me pregunto. Y la respuesta es, sí. Sí, diablos. Sí. Carajo, acostado en esta posición no puedo tocar notas tan altas. Sonrío tras cometer algunos fallos tontos, pero sigo tocando el saxo. Fang ha ocupado gran parte de mis pensamientos. Me hago preguntas sobre si ciertas cosas le pueden gustar o no, ¿le gustará la salsa barbacoa? ¿con o sin picante? Probablemente se lleve cualquier cosa a la boca como la paloma mutante que es. Aunque mi abuela tenía un loro en casa que era todo un gourmet, el cabrón solo quería comida de un sitio específico. Entre canción y canción también anotaba algo en una libreta. Todo era mágico hasta que una voz conocida me interrumpió. Al verla, me di la vuelta y me reincorporé más o menos bien. —Hola, Stella. —Hola, Damian. —Así que, el sonido del saxofón es tuyo. —Sep. —¿La postura en la que estabas sirve para tocar? —Sirve para desconectar. —¿De qué? —De todos, y de mí mismo. ¿A qué viniste? Stella se puso visiblemente triste. Las emociones de esa niña estaban a flor de piel. —¿Por qué? —Stella… —suspiré—, solo dime qué quieres. —Me preguntaba de quien era esa música ahora que Fang y su banda no ensayan los martes y los jueves. Mierda. ¿Cambió el organigrama por mi? Lo veía como una decisión dura, lo agradecí con mi alma, pero aún no era consciente de lo que en verdad significaba. —¿No vienes a darme el coñazo con el club de jardinería? —No —respondió con tristeza—. ¿Puedo quedarme a escuchar? —De hecho… —queria echarla, pero la serotonina de mi cuerpo tenía otra idea—... siéntate y pásame esa guitarra española. Ella asintió felizmente y, mientras iba por la guitarra, me senté en el borde del escenario. —¿Trajiste dos instrumentos? —La guitarra es prestada de Jingo. Me la dio, comprobé que las cuerdas estaban intactas y afinadas una vez más. —¿Qué vas a tocar? —Te gustan los videojuegos, ¿verdad? —le pregunté. —¡Por supuesto! —Yo no he tenido mucho tiempo de jugar, pero si he podido ver videos de gameplays. Su desánimo desapareció cuando mis manos se pusieron en situación y toqué las primeras notas… que podría describir como una onda que oscila de graves a agudos. —¡Esa es…! Bingo. Gerudo Valley usa varias técnicas de guitarra, no me voy a poner técnico pero es prácticamente gritar "Flamenco" a pleno pulmón. No la recordaba de memoria, pero la había ensayado tantas veces que mis dedos hicieron lo suyo aunque mi mente estaba desconectada, y no pude evitar mirar el borrón de la cara de mis padres en mi memoria… y sonreír con cierta nostalgia. Terminé la melodía para darme cuenta que Stella seguía ahí, quieta, recta y con un extraño rubor en sus mejillas de estegosaurio. Sus ojos brillaban. Acosté la guitarra a un lado y la miré, dando una suave palmada a la altura de mis rodillas. —Eres mi cuarta espectadora —reconocí. Tocar para Stella fue mucho más sencillo que tocar para Naser, Naomi y el profesor. —Es un honor. —Nah, pierde cuidado. No es para tanto. ¿Tienes hora? Ella miró su teléfono. —Las siete de la tarde. —Entonces me tengo que ir a casa antes de que oscurezca. —¿Vives lejos? —Nah, es que no me quiero convertir en donante involuntario de órganos. Salté al suelo y procedí a recoger los instrumentos. —¿Tienes redes sociales? —me preguntó. La miré algo confundido, ¿para qué querría ella mis redes sociales? Luego sumé 1+1 y deduje que solo quería contactarme. —Solo WhosApp. —¿Me lo puedes…? —Claro. Arranqué la esquina de una hoja de una libreta de clase y escribí mi número de teléfono, tanto el de España como el que tenía ahí, dándosela al doblar el papel un par de veces. —Si no funciona uno, prueba el otro. Me llevé la guitarra a la espalda, caminé por el pasillo y estaba a punto de irme cuando, pensé en algo. En ese pequeño sector de la música a la que yo no podía acceder porque "no lo había experimentado". Mi mano ya estaba en el picaporte de la puerta. Stella iba conmigo, jugando con el teléfono. —Stella. ¿Puedo preguntarte algo? —ella asintió—. Nos conocemos poco, así que no lo sobrepienses. Pero, ¿alguna vez estuviste enamorada? Se puso aún más roja… —Tal vez… —Es que me han dicho muchas veces que las canciones románticas que escribo están huecas, que me falta sentirlo. —¿Has tenido pareja alguna vez? —Cuatro, mujeres. Arqueó las cejas en sorpresa. —¿Alguna vez pensaste en ellas, o te preocupaste? —Supongo. —¿Alguna vez pensaste en comprometerte de verdad? —Eh, pues no. —¿Dedicaste canciones, o pensaste en alguien con esa canción? —Pues… no. —¿Cambiaste algún hábito o ellas te dieron algo nuevo? —No. Vale… creo que lo comprendo. Suspiré. Que complicado es todo. En ese momento escuché el sonido de una notificación, miré el teléfono y era un número desconocido al WhosApp, a mi lado Stella sonrió abiertamente y se me contagió el gesto. Me gusta que la gente sonría. Ya tenía 5 números de teléfono. Viernes. Cuanto más tiempo pasaba sin meterme a un club más pesada se ponía Naomi con que lo hiciera, ese viernes, agarré mi almuerzo y corrí hacia el auditorio buscando un lugar donde escapar de su cruel y agudo hilo de voz. —¿¡Qué haces aquí, estúpido!? —me gritó una voz conocida. Suspiré. Unidos por el destino, ¿eh? —Escapar de Naomi —respondí mientras bajaba al escenario. Fang y Trish estaban en primera fila, mientras Reed parecía cacharrear con un proyector antiguo. —UGGGG… Esa perra… —¿Quién te dijo que te podías quedar? —dijo Trish rápidamente. Yo ya había alcanzado la primera fila, y miré fijamente al triceratops morado con el ceño fruncido. —Te juro que como la tenga que soportar un segundo más quemo todo el instituto. —Sí, conozco ese sentimiento —Fang me apoyó—, la tengo que soportar en mi casa muchas veces, y sus intentos de ayudar son desesperantes. —Estoy muy seguro que no lo hace con mala intención, pero es que es MUY pesada. — ¿Pesada? Fang, esa pronunciación fue horrenda. No digas una sola palabra en castellano en tu vida. —MMm… Molesta. Mira, si me preguntaran qué pesa más, un kilo de plumas, un kilo de plomo o un kilo de Naomi, yo te juro que el kilo de Naomi pesa más. Y dejé caer mi culo al lado de la silla de Fang, con Trish en el otro extremo. —Y siempre actuando como una gran dama —empezó a poner una voz muy aguda y dulzona, desesperantemente similar a Naomi como si hubiera ensayado su voz—. ¡Mírame, soy Naomi! ¡Soy súper increíble, inteligente y popular. Y todo el mundo se lleva bien conmigo! Y si no estás de acuerdo, jódete porque soy moralmente superior. —Lo tenías agarrado de dentro. —Y Naser no es mucho mejor… ¿Por qué te estaba persiguiendo? —Ey. —Quiere que me meta a algún club o algo así. Ella desesperadamente quiere ayudar con lo que sea, independientemente si la gente no quiere ser ayudada, o si de verdad necesita su ayuda. Además tiene ese aire de sargento primero que me pone de los nervios. —¡Ey…! —¿Recuerdas el trabajo de ciencias? Le tuve que pedir ayuda a Naomi y estuvo ocho horas dándome por culo y mandando. —Pero si teníamos una semana para hacerlo, ¿por qué decidiste esperar al último momento? Me podrías haber pedido ayuda. —Cállate —se exasperó—. Naomi insistió demasiado. —¡Chicos, estoy aquí! —gritó Trish. Fang se giró hacia ella, sonriente. —Claro, ¿qué me ibas diciendo? —¡Tachán! Sacó algo de su mochila. Era la caratula de un CD, de calidad cuestionable. El primer CD. "VVURM DRAMA". Esta cosa si es un drama. —¡Lo venderemos en el concierto! —dijo con mucha alegría. —¿Van a tocar? —pregunté. —¡En la escuela! Trish parecía emocionada, pero Fang… no. Y Reed tampoco parecía demasiado entusiasmado. —Trish, aun estoy dudando de esto… —¡Tonterías! Sonamos increíbles. Este año sí nos van a respetar. —¿Han tocado otros años? —El año pasado —Fang suspiró. —No salió bien, ¿verdad? —No salimos de la primera canción —dijo Reed, de fondo. Eso fue peor de lo que me imaginaba. —¡Este año será distinto! Yo me llevé las manos a la cabeza con un exasperante sonido de renuncia. Trish me miró con rostro enfadado, pero con una sonrisa de autosuficiencia. —¿Estás loca? —solté. Trish se levantó, y yo hice lo mismo. —¿Qué te pasa, tiralanzas? ¿Tienes algo que decir? —Pues mira, sí —Fang se puso en medio, y Reed pareció despertar de su letargo. —Damian, no —pidió Fang con un tono severo de voz. —Tu banda tiene 3 años de vida a lo mucho —empecé a decir—, vuestro sonido es inmaduro —mejor que decir basura, aun me estoy controlando aunque comienzo a ver espirales. Resiste…—, ¿y quieres dar un concierto? ¿Sabes cuánto tarda la gente en prepararse para su primer concierto? ¡Años! —¿¡Y tú que sabes!? —¡Joder! ¡Soy músico! —¡¡Yo aun no te he visto tocar un solo instrumento!! ¿¡Y qué tocas, mono, la pandereta!? Eso… no debiste decirlo. —¡Pues igual me hago una pandereta con tus tripas, por lista! Y yo tampoco debí decir eso. —Vale. Siéntense los dos. Reed saltó del escenario y ayudó a Fang a sentarnos en nuestras sillas. No es que pusiera especial resistencia de todas maneras. Mi cabeza solo era capaz de repetir que debía callarme. No era mi grupo, no eran mis amigos, y si bien no era su auditorio me dejaron entrar sin problemas y así se los estaba pagando. —Discúlpate con ella, imbécil. Fang me miró como si fuera… francamente, no lo sé. Su voz aguantaba un grito, las cejas estaban tan juntas que casi era una, y sus dedos volvieron a sacar sus pequeñas garras. Era lindo verla con las plumas levantadas, la hacía parecer un pollo. —Lo siento, Trish —pero no lo sentía. Lo seguía pensando: eran peores que un dolor de muelas. Yo tenía razón… sí. Me di cuenta en ese momento de lo idiota que estaba siendo. Afortunadamente soy de pensamiento rápido, o me he lacerado tantas veces abriendo la boca de más que sé cuándo estoy siendo un cretino. Me levanté con calma, Reed entendió rápidamentelo que quería hacer cuando puse una mano en su hombro, yo recogí mi mochila y mi basura y encaré a Trish, aun sentada con su tensión por las nubes. Nos miramos a los ojos, pero yo ya no tenía… nada de rabia. Solo culpa. —No debería meterme, no es mi banda. No va a serlo nunca. Que se estrellen o triunfen será cosa vuestra así que déjenme ayudarles con algo. ¿Cuánto vale el cd? Esa última pregunta paró todas las respiraciones. Trish apenas pudo decirlo con un hilo de voz —5$. —Dame uno. Tenía muchos más en la mochila, le tendí un billete de mi bolsillo e hicimos el intercambio sin mirarnos. Miré la carátula por las espalda. Los nombres me dieron una leve risa. —¿Los pusiste tú? —miré a Reed directamente. El me apuntó con los dedos con una amplia sonrisa. —Seeeeeeeh. —Nos vemos. Caminé por el pasillo y salí del auditorio, en cuanto cerré la puerta pude escucharlos gritar "¡Primera venta!". Eso me enterneció. Guardé el cd en la mochila. Eso último pareció aflojar con Trish, pero yo no me sentiría cómodo estando con ellos todos juntos. No. No me sentiría cómodo estando con Trish. Ella era… Ella, y yo, soy Yo. Incompatibles. Fang y yo nos limitamos a hablar en nuestras clases por unas semanas y, si bien ahora tenía las visitas de Reed preguntando "¿todo está bien, bro?", Trish aún me miraba de una manera tan extraña, ¿como puedo explicarlo? Me hacía sentir como si fuera basura reciclable. Y cuando nos dimos cuenta, llegó el final de Septiembre y, con ello, el día libre de los dinosaurios. Es el deber de todo alumno saber cuándo tiene vacaciones. Stella me había estado hablando y compartiendo animes, le dio mi número a Rosa y a veces hablábamos, pero parecía, sinceramente, que ella no sabía qué decirme aunque sí se le notaran esas ganas de hablar. Ahora, pasaba mis recreos en la azotea que había sido mi plan desde el principio. La festividad antes dicha cayó en viernes. Y yo aproveché para irme ese jueves a dormir temprano. Me encontré de camino a clase, no recordaba que había hecho el fin de semana y solo había un montón de gente conmocionada fuera. Escuché tiros. Trish gritando detenida por dos policías y Reed. Por alguna razón salté el cordón policial. Encontré cuerpos. Estaba acostumbrado a ver uno o dos al año, pero ¿tantos? ¿Qué estaba pasando? Naomi había sido fulminada de un disparo entre los ojos, y Naser se encontraba en el suelo con una herida en el estómago. Pensé que estaba muerto hasta que se dio la vuelta y fui a socorrerlo. —Amigo, amigo. ¿Que está pasando? Apreté la herida todo lo que podía, pero ya había perdido mucha sangre. Tomó mi mano, lloraba. Pero algo me decía que no eran lágrimas de dolor físico. —Fang… ayuda…le —hasta el último momento respetando el pronombre. Y su mano cayó. ¿Qué mierda estaba pasando aquí? Pisadas de sangre fresca. Las seguí, aunque mi instinto gritaba que no lo hiciera. Corrí todo lo que pude hasta que mis pulmones ardieron por el uso. Escuché la puerta de la azotea abrirse y yo fui tras ella. ¿Estaba Fang en peligro? ¿Se había metido en problemas? La luz me cegó. Fang no era la persona en problemas, ella era el problema. Tenía un revolver en la mano. —Fang, suelta eso. Ella se giró, cubierta de sangre con el maquillaje corrido y los ojos hinchados de llorar. Me apuntó, y yo me fui acercando lentamente. —Fang, no lo hagas. Ella sonrió. Disparó. A su propia cabeza. —MIERDA. Me levanté de un salto de la cama, ¿eso había sido una pesadilla? Eran las siete de la mañana del viernes. Di vueltas sobre mi piso asustado de mi propio sueño. ¿Creía que era Fang capaz de hacer eso? Rápidamente le mandé un mensaje a mi madre contándole el sueño. Y pregunté a Stella y Rosa si tenían el número de Naomi, y en cuanto Stella me lo dio la llamé. Stella aun no se había dormido. —¡Buenos días! ¿Quién es? —parecía un poco dormida. —Soy Damian, calla y escucha. ¿Están bien Naser y Fang? —Lo estaban ayer… ¿por qué? —Tuve… No importa. Gracias. Probablemente, en la vida me hubiera derrumbado así sino hubiera sentido la sangre de Naser caliente en mis manos, sino hubiera visto los sesos de Naomi esparcidos por la pizarra. O la cabeza de Fang rompiéndose en pedazos. Había sido demasiado real. Comencé a llorar, sin haber colgado a Naomi y ella se quedó escuchando en vez de colgar. —¿Estás bien? —me preguntó. Ahora tendría que explicárselo… —Sí, tranquila, solo tuve una pesadilla. Ten un buen día. Colgué. Por supuesto, ella rápidamente me agregó. Ahora no me la iba a quitar de encima ni a tiros, bien ahí, Damian. En mi debilidad, le mandé el sueño a Stella y ella… se había quedado dormida. Así que ella era una friki de los videojuegos a ese nivel… Rompí el precinto y puse el cd de los chicos en el portátil, si, aun tiene disquetera, y me puse a escuchar sus canciones. Definitivamente era tortura en mis oídos, pero algunas canciones prometían, con los arreglos necesarios. Pero ¿debía ser yo quien lo hiciera? Saqué el cd y lo coloqué en la estantería. El Miércoles el profesor Jingo dio una clase libre para que nos familiarizaremos con algunos instrumentos, aunque la gran mayoría estaban hechos polvo. Yo iba a tocar la guitarra pero Fang ya la había tomado e iba a rasgar… esperaba… esperaba cualquier cosa excepto los delicados acordes de una balada que ella parecía estar escribiendo. Era divertido ver su cola moviéndose como un metrónomo. Estaba… hipnotizado, prácticamente estaba haciendo llorar la guitarra con esa tonada nostálgica. Esperé a que ella se detuviera para sentarme en el área que de sillas vacías a su alrededor, justo al lado suyo. —Eso suena impresionante, ¿eso es para la banda? Ella frunció el ceño. —No. —¿Por qué no? Solo esa tonada tenia más calidad que todo el cd entero. Si las miradas hablaran… Esa mirada me habría dicho de todo, menos bonito. —Lo haría si pudiera. Levanté la ceja. —Explícate. —La banda es solo Trish, Reed y yo. Las cosas se deciden por democracia. Reed dice que usar un bajo es más único, y Trish cree que es un buen llamado comercial. Me llevé las manos a la cara. —Estás escuchando a un drogadicto y a una chiquilla que no tiene idea del mundo musical. La manera en que tocas esa guitarra, es impresionante, es casi como un don. Ella, por alguna razón, dio una tímida sonrisa. —Toco bien el bajo. —No te lo niego, pero ¿No estás haciendo solo lo que ellos quieren? —No es… Es solo… Trish dice… Mierda. —No estás satisfecho por como suenan ahora, ¿verdad? —Es solo… Creo que cuando quieres hacer algo único, innovar, debes saber que estás haciendo. Y si no eres mínimo excepcional no sonará bien, y si no suena bien… suena mal. —Siguen verdes, lo dije. Necesitan más sonidos. —Puede ser pero, mira, estamos mejor así con dos bajos. Ellos lo dicen. —Ajá… No lo creo. —Muy bien, mi banda ensaya hoy por la tarde. Vente, y lo compruebas. —¿Y si tengo razón? —Usaré la guitarra pero, sino, serás un marica equivocado. Y dio esa sonrisa de confianza que llenaba sus ojos. Pude sentir mi rostro relajándose mientras ella movía los labios lentamente, hasta que me chasqueó sus dedos en la cara. —¡Ey! —tenía un rostro molesto —¿Eh? Perdón, me abstraje. —Me di cuenta. —¿Que decías? —Que traigas tu instrumento, si de verdad sabes tocar. —¿Cuál? —¿Cómo "cual"? —... —demasiados datos, elige un instrumento de los que tienes en casa, estúpido—. Llevaré mi guitarra. —Muy bien. [NOTES] Éste capítulo me costó horrores sacarlo ya que no lograba que los personajes reaccionaran de la manera que creía que debían hacerlo. Además, he tenido un sin fin de problemas técnicos al no poder editar el capitulo en mi drive como lo hago normalmente. En un primer borrador Damian iba a darle su ayuda para hacer el trabajo de ciencias, pero al ver que esa trama iba a quedarse en ningún lado porque Ripley es policía y, Damian aun no quiere a nadie en su casa, borré al menos cinco páginas. Al final, he decidido acercarme más al juego lanzando momentos que aun no han pasado teniendo retazos del primer borrador. Aun no puedo separarme todo lo que me gustaría de la trama original, y si bien considero que es un buen capítulo todos estos problemas que he ido teniendo lo hacen agridulce para mi. Disfrutenlo