[NOTES] Solo para que lo tengan claro, trabajo con un capítulo por encima. Eso quiere decir que hasta que no tenga el capítulo 5 entero no saco el 4, sino tengo el 6 no saco el 5... y así. [/NOTES] Así que llegué a la chamba con Rosa acompañado de una energía que no solía tener —Ay, mijo ¿qué te pasa? —respondió. —No importa —le dije, sonriente. Rosa había estado repartiendo los trabajos, intercambiaba los grupos a diario para que los presos conocieran "el trabajo en equipo fuera de su zona de confort" y envalentonado aún por la alta serotonina le pedí que ese día me dejase con Fang, entre susurros, porque quería preguntarle "algo". —¿Vas a invitar a Fang a salir? —susurró Stella detrás, me había olvidado de su existencia. —Ni en un millón de años —respondí sonriente. No, yo quería un contexto en el que hablar directamente no fuera violento. No se me había ocurrido otro lugar e interceptarla en los pasillos cerca de su grupo de amigos y la triceratops morada gritona era mala idea. Podar los setos fue nuestro trabajo. Solo mantenimiento. —Entonces … ¡Fang! Ella levantó una ceja. —¿Qué? —respondió ella con esa voz grave, rasposa y gutural. —¿Tú tocas? —¿El qué? —Música. —¿Quién te dijo? —Eso es lo de menos. Esto se estaba convirtiendo en una conversación de besugos. —Me preguntaba si… conocías algún lugar para poder, ya sabes. —¿Drogarte? —Tocar. —¿El qué? Gruñí con el ceño fruncido ante la sonrisa poco disimulada de Fang. Su facilidad para sacarme de quicio era digna de estudio. —Música —respondí entre dientes. Suspiré, pinzando la piel de mi nariz tras mis gafas. —¿Qué tal si construyes la oración entera, idiota? —¿Y que tal si construyo esas ganas de enterrarte las tijeras en el pecho, gilipollas? Vamos, Damian. Puedes hacerlo. Stella te dijo que fueras suave con este demonio azul. —Que si sabes de algún lugar donde yo pueda tocar música tranquilo, sin que nadie me oiga. —¿Qué tocas? —preguntó. —Música. Si piensas que estábamos siendo estúpidos… Probablemente tengas razón. Ambos nos miramos con la misma cara de querer clavarnos las tijeras de podar en el ojo. —Mi banda y yo estamos utilizando el auditorio por las tardes. —¿Me estás diciendo que no, o que no pida el auditorio? Ella se encorvó de hombros, burlona. Me dio la espalda. Si la mato ahora y la entierro no encontraran su cuerpo hasta… Relájate. Relajante. Fuera pensamientos intrusivos. —Joder… Dejé las tijeras en el suelo. A la mierda toda la serotonina. Me llevé las manos a la cabeza disimulado por echarme el pelo hacia atrás. Necesitaba nicotina en mi sistema. Rosa nos dejaba descansar unos cinco minutos en las tres horas que duraba esa tortura, y yo estaba dispuesto a echarme esos cinco minutos en ese momento sacando un cigarro de la caja, junto a un mechero amarillo de 1 dólar. ¿Y ahora? Fang resultó ser una niñata insufrible. Daba igual lo bellos que fueran sus ojos, o lo esbelta de su figura. O como sus plumas brillaban al sol de la tarde. Cuando me di cuenta… el enfado se había ido. Okey, okey. La chica es mona, lo comprendo. —Llevas mirándome un rato, freak. Coje las tijeras y vuelve al trabajo. —Vale, ya voy. Volví al trabajo, cigarro en la boca. Rosa no estaba muy alegre de verme fumar, pero otros grupos la estaban haciendo ir de un lado para otro agitando los brazos como un helicóptero y prefirió ignorarme. Cumplimos con podar los setos a la hora. Disfrutamos de unos minutos de paz, apoyados contra la pared del cuarto de las herramientas, mientras Rosa le gritaba a unos chicos de tercero. —Tiene buenos pulmones —comenté. —Oh, sí. Ese era un buen momento para hablar. Ella parecía relajada, le ofrecí un cigarro que ella tomó y encendió con su mechero rosado de 1 dólar. —¿He dicho o hecho algo que te ofendiera? —No. —¿Entonces? —pregunté con calma. —¿Qué te importa? —me respondió, igual de calmada. Suspiré. —Sí, vale. Entiendo. Tu papel de chica mala. Creo que podrías bajar la guard… —Fang estaba roja de ira—. ¿Qué pasa? La atmósfera se puso tensa de repente. —¿Qué pasa? ¿¡Cómo me dijiste!? —Chica mala. Es decir, el cuero y… Una diminuta garra negra pinchó mi pecho. Fang tenía las alas extendidas, las plumas abiertas, la boca apretada. El ceño fruncido. —Yo. Soy. No. Binarie. —Ouh. Cerré los ojos por un segundo, cogiendo aire e intentando ocultar mi exasperación —¿¡Y bien!? —¿Cómo podía saberlo? No hemos hablado más de cinco minutos —ella parecía que iba a reventar. En algún momento su cabeza iba a salir despedida por toda la sangre acumulada por la presión. Debería disculparme antes de que esto vaya a peor—. ¿Sabes siquiera cómo me llamo yo? ¿Eh? Eso no fue lo que quería decirle. —¡NO ME IMPORTA! Así qué, ¿qué creen que pasa cuando dos personalidades altamente explosivas e inestables chocan? Explosión por simpatía: una bomba hace explotar a otra casi al instante solo por su onda de choque. Eso pasa. Explosión por simpatía. Aparté su mano de un manotazo. —¿¡Y ENTONCES POR QUÉ DEBERÍA IMPORTARME QUÉ COÑO ERES TÚ!? —¡¡VETE A LA MIERDA!! —¡¡VETE TÚ A LA MIERDA!! —¡¡VETE TÚ A LA MIERDA, SOBRAS EN ESTE INSTITUTO!! —¡¡TANTO COMO TÚ QUÉ NO SABES NI A QUÉ BAÑO IR!! Le tembló el labio. Justo en el clavo. —¡¡AL MENOS YO TENGO AMIGOS, NO COMO TÚ QUE MI HERMANO SE SIENTA CONTIGO POR LÁSTIMA!! Esa dolió. —¡¡SOLO TE PEDÍ UN LUGAR DONDE PODER TOCAR MI MÚSICA TRANQUILO!! —¡¡PUEDES IRTE A TOCAR AL INFIERNO!! —¡¡YA ESTOY EN UNO, Y ESTÁ LLENO DE VÓMITO DE ARCOIRIS HASTA ARRIBA DE COCA. HACE CUARENTA GRADOS A LA SOMBRA Y LA ESTÚPIDA QUE NO RECONOCE NADA MÁS QUE SU OMBLIGO ESPERA QUE SEPA SUS PRONOMBRES SIN SIQUIERA ELLA RECONOCER MI PROPIA EXISTENCIA!! Mierda, eso fue demasiado lejos. Sobre el hombro de Fang pude ver como Rosa y Stella comenzaban a venir hacia nosotros. Los dos jadeábamos. Ella me miraba con ojos humedecidos y yo… yo también. Ambos dijimos cosas, y ambos miramos al suelo para que el otro no nos viera en el momento más débil. Y ambos hablamos a la vez. —Lo siento yo… Hicimos una pausa. —Lo que quiero decir es… —de nuevo a la vez. —Perdóname —me adelanté. Rosa paró en seco a Stella. —Yo también lo siento. Es tu momento para arreglarlo. Extiende tu mano… eso es. —¿Empezamos de cero? —propuse. Ella parecía dudarlo, apretó los labios, se miró la mano… y la estrechó conmigo. —Damián Rios. Español. 17 años. Nacido en Junio. Humano. Hombre. —Yo… Fang. Americane. 17. Marzo. Pterodáctilo. No binarie. —Oh, ¿eres mayor que yo? —Eso parece… —Entonces… ¿amigos? —No estires tanto del chicle, skinnie —gruñó. —Y… ¿dijiste que eres la hermana de Naser? Fang apretó la mano y dijo entre dientes: — Sibling . Y yo me hice el macho aguantando el dolor, porque realmente Fang tiene mucha fuerza en las manos. —No conozco… esas palabras, ¿podrías instruirme? Decidimos soltar la mano a la vez. —Puedo intentarlo, bobo. Pero dudo que tu cabeza lo entienda. —Aprendo rápido, pruébame. Fang parecía… ¿complacide? ... Esto va a ser muy duro. —Martes y Jueves. —¿Quién no termina ahora las frases? Fang parecía sonreír. —El auditorio está libre los martes y los jueves, úsalo. Quizás, Fang no era un dinosaurio tan malvado después de todo. —¿Puedo saber porqué? —Nop. —Muy bien, me parece justo. ¿Quieres saber algo curioso? —Bueno. —Todos hasta ahora han pronunciado mal mi nombre, no es Dámian. Es Damián. —Dámian suena mejor. Esta vez fui yo quien sonrió. —Bueno, tal vez sí. —Deberíamos ponernos al trabajo antes de que Rosa nos quiera matar. —Sí, qué raro. ¿No debería haber llegado ya? —la perdí de vista, pensé que se acercaría a darnos "chamba". —Nah, no gritamos tanto. —¿Tú crees? —asintió. Yo… no estaba tan seguro—. ¿Qué es lo siguiente? —Las enredaderas. Fang entró en el cuarto de las herramientas, sacando una escalera que me hacía pensar genuinamente como diablos metieron eso ahí. Lo colocó cerca de uno de los muros y yo agarré la escalera por un lateral. Los matojos caían sobre mis manos protegidos por guantes. —Empújame un poco. —¿Seguro? —Sí, no quiero bajar. Sin demasiado problema levanté las patas más cercanas a mi de la escalera y la moví con Fang encima. Me preocupaba más que se cayera. —Entonces, ¿qué toca tu grupo? —Te lo digo si me dices porqué quieres el auditorio. —Un hombre debe mantener sus misterios. Fang parecía haberle gustado la broma. Desde hace un tiempo la conversación se había tornado en gustos musicales, ya que era nuestro punto en común. Sorprendentemente sí teníamos gustos similares, pero mientras yo tiraba más al rock/pop 70, 80 y 90, así como al español, ella iba mucho más al metal, muy cercano al trash y al death. Mantenerla hablando, y no ladrando, era un logro personal. Por la siguiente semana, esa fue nuestra mecánica cada vez que nos tocaba juntos: hablábamos de gustos musicales, de conciertos a los que nos hubiera gustado ir, compartimos bandas. Sospeché muy fuertemente que Rosa me unía con ella más de lo normal, pero tampoco objeté. Poco a poco, los alumnos reclusos fueron cumpliendo sus días hasta que solo me quedé con Stella y Rosa. Incluso Fang desapareció. Y un día, a cuatro de yo terminar mi castigo, volvió. —Pensé que habías cumplido, ¿qué pasó? ¿Por qué estás aquí de nuevo? Fang gruñó. Stella y Rosa dieron una risita que trataban de ahogar con sus manos. Ellas sabían algo. Fang parecía querer decirme algo... … Vale. Vayamos hacia atrás unos días, al primer día en que Fang cumplió su castigo. Siempre me pareció muy exagerado que te dieran dos semanas de trabajos forzados por fumar en el baño, ahora que lo pienso. No importa, me estoy liando. Ese día. Ese día fui interceptado en E.F. por la triceratops morado con problemas de ira, aunque yo no era el más específico para señalar eso. Ella me miró, con una sonrisa de cuerno a cuerno de autosuficiencia. La enana debía medir como 1.5, y yo no es que fuera específicamente el más alto del mundo con un 1.65 pero, desde luego, era más alto que ella por bastante. —Así que, practicando el idioma —ella, de manera deliberada, pronunció las palabras lo más lentas y abiertas posibles para que alguien aprendiz pudiera entenderla. —¿Qué mierda te pasa? Estaba cansado, había sido una hora larga de ejercicios y la camiseta del uniforme estaba empapado en mi sudor. Por ello, y por mi agotamiento mental, no tenía capacidad para el inglés fluido del que podía presumir habitualmente. —Solo, te ofrezco la oportunidad de practicar tus nuevas palabras. Ella también parecía tremendamente agotada. El sudor se le había marcado en ¡WOW! ¿SON DE VERDAD? ¡Pensaba que esas cosas eran relleno! Pero casi podía ver el encaje a través de la ropa húmeda. Agité la cabeza, parpadeé varias veces. Ella parecía tener energía la suficiente energía como para tocarme los huevos. —Soy Trish. Soy amigue de Fang, ¿entiendes? —asentí—. Y elle me comentó que pasó. —También te habrá dicho ell… —Elle —cortó, adivinando que no iba a usar el pronombre adecuado. —Fang —corregí, y ella asintió—. Fang te habrá dicho también que no fue más allá de un par de gritos y que ahora estamos bien. —¿No tuviste ganas de golpearla? Eso fue un golpe bajo… —Eso fue… —No te culpo, vosotros los hombres os exaltais a la mínima con la testosterona adecuada. — Si lo sabré yo. Bueno, ¿y qué quieres? Llegó el raptor rosado, jadeante, sudoroso. —¡Qué pasa! Eres muy escurridizo, hermano. —Gracias… creo. —Él es Reed, y Él, es mi amigo —pronunciaba los pronombres con más fuerza de la que debería—. Los dos, Él y Yo, somos amigos de Elle, Fang. —Sí, sí, sí. Ya entendí —me llevé los dedos a la nariz. —¡Ey! Ese gesto también lo hace Trish —Yo ¿qué? —dijimos a la vez. —Esto debe de ser una señal. No me había dado cuenta, pero el tipo iba hasta arriba de calmantes. —¿La de las señales y esas cosas raras no era Stella? —mi comentario fue ignorado. —¿Tienes amigos? —preguntó rápidamente Trish. Y recordé los gritos de Fang, que aun dolían ¿su hermano se sentaba conmigo por lástima? En fin, solo han sido poco más de dos semanas pero… supongo que eso es un… —No. —¿Conoces a Naser? —preguntó Reed. —Sí, te hemos visto mucho con él y esa zorra de Naomi. Me rasqué la cabeza. —Fueron amables conmigo, es todo. —Bien, bien. —Trish, ve al grano. ¿Qué quieres de mi? —Muy bien, skinnie, quería hacer esto por las buenas. Mírame a los ojos —complicado, llevaba un rato intentando no mirarla más abajo del cuello y sin mucho éxito—. Elle está feliz. Por fin se encontró así misme, y yo le ayudé a superar un momento oscuro. No necesita personas que puedan herirle o confundirle. Ya nos tiene a nosotros, ya estamos haciendo todo lo posible para que elle esté segure. —Qué estupidez —me llevé la mochila al hombro. —¿¡CÓMO!? —gritó Trish. Volviste a meter la pata, Damian. —Está muy bien eso de cubrirse el culo, pero ¿vais a estar siempre para ella? —Elle, y sí. Siempre. Un recuerdo doloroso pasó por mi mente en ese momento. Una mujer de pelo negro, grueso y abundante, diciéndome con un característico acento "Estaré siempre contigo". Pero mi mente ya no es capaz de percibir su rostro completo, e incluso la voz cada vez estaba más y más distorsionada. Cogí el teléfono en mi mochila consultando mis mensajes… Solo de mi abuela. Bendita sea ese fósil. — ¿Cuánto podrán mantener ese tipo de promesas? —¿Qué? En inglés, skinnie. —Nada. Absolutamente nada. Soy Damian, y fue un placer. Volvamos con Fang, el día que volvió del castigo. Habíamos estado trabajando en silencio, tras casi un mes ya sabía más o menos qué cosas había que hacer y Fang había sido tan castigada por tanto tiempo a lo largo de los años que también. Al final, ella fue quien habló, cuando nos apartamos lo suficiente al estar quitando malas hierbas alrededor del jardín. —Entonces, ¿no tienes amigos? —Pensé que sí, y luego su pariente plateado me dijo que solo estaba conmigo por lástima. —Lo dije por hacerte daño. —Y yo también lo del baño, pero no puedes quitártelo de la cabeza ¿verdad? —¿No estás siendo pasivo-agresivo? —Ya, disculpa. Solo es que aun le doy vueltas a lo de Trish está mañana. —A veces construyes las frases de puta pena, ¿qué pasó con Trish? —Le dijiste de la pelea y fue a encararme. Mira, yo no quiero quitarte tu felicidad, ni meterme en líos, ni en más peleas. Así que, ¿por qué no simplemente me ignoras, y ya? —¿De verdad quieres eso? —Qué importa lo que quiero. Me levanté, me sacudí las manos con un resoplido y aproveché que Rosa no nos quitaba ojo de encima para pedirle dos minutos de descanso, ella accedió. El gesto, si estas interesado, fue hacer una V con dos dedos, llevarlos a mi boca y luego hacer que mis dedos caminaran en el aire. Últimamente estaba fumando demasiado, eso iba a perjudicar mi garganta. Me alejé de Fang, y me senté en el banco más intacto posible de todos los que había. Rosa contaba los minutos con precisión milimétrica. ¿Estoy siendo un capullo con Fang? Algo en mi cabeza me dice si. Estar con Fang era agradable pero Trish no valía la pena, ¿y si luego nos hacemos amigos y Fang debe estar en una tesitura de elegir entre yo y sus amigos de toda la vida? Sabía la respuesta a eso: no hubiera podido soportarlo. Mierda, Damian ¿qué te importa? Es un puto dinosaurio, UN PUTO DINOSAURIO. Deja correr el agua, solo. Hazlo, y ya. —"Creo que podrías bajar la guardia" —escuché detrás de mí—. Yo lo hice, hazlo tú ahora. Por ahora te dejaré espacio. Lo reconozco, soy un imbécil. Rosa me llamó, y volví al trabajo. Con ese día terminaba Agosto, Septiembre llegó, y el calor se hizo un poco más llevadero. Al menos soplaba viento. En uno de mis intercambios a clases pude ver a Naomi y a Reed discutir. Ella discutia, Reed se hacía el tonto. Naomi podía gritar muy fuerte si se lo pretendía, y le estaba exigiendo sacar todas las cosas de su mochila. Él, en un alarde de inteligencia suprema, o de suprema estupidez, parecía poderla confundir con juegos de palabras que no llegaba a entender. Lo que sí vi fue una gigantesca pipa de agua dentro de su mochila, por estar ésta medio abierta por un lateral. —Naomi, he visto a algunos de tercero jugar al fútbol cerca de las vitrinas. Si vas ya, los podrás capturar. Naomi me miró, y luego a Reed. —Esto aún no se acaba. Esperamos a que ella se fuera y yo corrí a cerrarle la maldita mochila. —¿¡Se puede saber en qué estabas pensando!? —susurré, aunque mi idea era gritarle. —Oh, no me di cuenta de eso. Gracias, bro. —Afortunadamente Naomi tampoco, o estarías expulsado. —Gracias, bro. Eres un tío legal. ¿Qué tal si te sientas conmigo y la banda? Y conoces al resto. —Ya les conozco. —Conoces quiénes somos, pero no cómo somos. Suspiré. Seh. Sabiduría de drogadicto. Esta gente se debe conectar con algún plano superior o algo así… —Eso, casi tiene sentido —le respondí. Me rasqué la barbilla, siendo tapada por una tímida barba de mierda. Pelusa—. Casi. Y estoy seguro de que tú y Fang sois unas hermosas personas, pero no creo que Trish y yo seamos compatibles —golpeé suavemente su hombro desnudo—. Así que debo rechazarlo. —¡Vamos, bro! Dale una oportunidad a Trish. —¿Y que se me escape un “ella” delante de Trish refiriéndome a Fang, e intente cornearme? No, gracias. Me fui antes de que la mente asombrosamente despierta del raptor dijera algo más. Hora del almuerzo, la gente se arremolinaba contra el expositor como lobos hambrientos en busca de comida. A mi, me había sobrado pasta del día anterior así que nuevamente la había guardado en un tupper dentro de la tartera de metal. De hecho, y pensándolo, estaba tan acostumbrado a cocinar para dos personas que muchas veces me llevaba las sobras para comer en el instituto y pocas veces usaba la tarjeta. Me pareció ver unas alas detrás de mí con el rabillo del ojo, y si bien no pude distinguir el color sí lo hice con el movimiento. Solo podía haber una persona que se me acercara por la espalda sin miedo a que le apuñalara la tráquea. —Naser, ¿qué pasa ahí? —Buen ojo, pero hermano equivocado. Absolutamente nada, solo un cambio en el menú hasta Diciembre. —Oh, hola Fang. —Oh, hola Estúpido. ¿No pides nada de la cafetería? —Nah. Sigo prefiriendo lo que hago yo, vosotros tenéis el paladar como la suela de un zapato. —¿Dinosaurios? —preguntó con la ceja levantada. —Americanos. Así que déjame hacer una síntesis: ¿cada cambio de estación cambian el menú? —Sep. ¿No lo viste en el folleto que entregan todos los años? —Lo usé para limpiarme el culo. —Qué anarquista —bromeó, haciéndose la sorprendida. —Lo tengo en el piso donde vivo, tirado —reconocí—. ¿Por qué no estás con el triceratops morado y el raptor drogadicto? —Están haciendo cola, ni de coña me acerco yo ahí. ¿Vienes? —¿Y que la loca de tu amiga me embista porque me equivoqué con tus pronombres? No, paso. Fang hizo una mueca de fastidio, pero parecía querer intentarlo una vez más. —No lo llevabas tan mal la última vez. —Porque no tengo miedo a equivocarme. —Al menos lo intentas, mi padre siempre dice que debería ser más femenina y actuar como una mujer. A veces creo que mi viejo no me quiere. ¿Los tuyos lo hacen? Se hizo un incómodo silencio. —No recuerdo las caras de mis padres —dije, un poco desconcertado por mi propia falta de recuerdos—. La última vez que los vi fue en el aeropuerto, tras cinco años de no verles. Mi abuela me ha criado ella sola. Y se sentó con un resoplido. —Wow. Y yo que me quería quejar de los míos, pero al menos sí están. ¿Los echas de menos? —No se puede echar de menos lo que no se tiene. ¿Por qué sentí que eso le dolió más a ella que a mi? —Entonces… Cuéntame de tu abuela, ¿la echas de menos? —Muchísimo. Ella se compró un teléfono solo para hablar conmigo —dije, sonriendo. —Que envidia, a puesto a que te preparaba cosas deliciosas. —Sí, aunque los últimos dos años yo cocinaba para ella. —¿No se encontraba bien? En sus ojos ámbar ella esperaba no recibir mis palabras. —No. Aun así, ella insistió en que yo viniera. —Entonces, sin familia, viviendo solo… —Y sin amigos. —¿No hiciste ningún amigo? ¿Y Naser? —No hablo tanto con él. —Entonces, soy la única persona con la que hablas. —Así es. —¿Y estas bien con ello? —¿No debería? —Es que, no alcanzo a comprender… Yo tengo a esos dos, pero, tú… —¿Yo qué? —¿No te sientes solo? —¿No es eso una pregunta demasiado personal? —Tienes razón… Trish agitó el brazo a la distancia, podía ver como Reed llevaba dos bandejas. —Debes irte. Por como me miraba a mi y luego a sus amigos, Fang dudó. Pero yo la estaba echando, y ellos llamando. Suspiró desanimada, abatida. Vencida. —De acuerdo. Nos vamos viendo. Había olvidado que otra persona no tiene miedo a mis tatuajes… un estridente y chirrioso agudo llamándome. Sentándose a mi lado aprovechando su libertad. Esta vez no había fallo, no había error. —Hola, Naomi. —¿Ella era Fang? ¿Estás haciendo amigos? —Sí, era Fang. Y … no estoy seguro. —Parecía triste —¿Estuvo espiando?—. ¿Qué le dijiste? —Hablamos un poco sobre la familia. Y creo que mi situación la puso triste. Naomi y yo miramos hacia Fang, ella parecía … distraída. Trish le daba conversación, pero su mirada se perdía con rapidez. —¿Te disculpaste? —¿Por qué? Son mis problemas, no los suyos. —Damian, Fang es una persona muy volátil, emocional, sentimental. —Joder, ¿algo más? —comenté, pero ella siguió. —Tú podrías haber causado que ella diera un paso más profundo en su depresión, por hablar de tu familia. Ahora ella probablemente sienta que es una inútil que se queja por todo. Vale. Siendo honestos, esto me olía a mierda. Pero ¿Fang con depresión? Eso no es lo que creía que tenía cuando hablaba con ella, solo… Soledad. Mierda. Mi sistema seguía gritando que ella mentía pero… — It's easier to run —dije, sin querer. La letra de una canción, que empezó a sonar en mi cabeza mientras me levantaba… — Replacing this pain with something numb —¿Qué? —Naomi no lo entendía. Ella no escucharía ese grupo en su vida. It's so much easier to go Than face all this pain here all alone Esa canción solo sonaba, sonaba y sonaba… A secret I've kept locked away No one can ever see Wounds so deep they never show They never go away No se trataba solo de… Ah. Ya entendí. Like moving pictures in my head Ya lo entendí. For years and years they've played Mi cuerpo se sentía pesado, probablemente por estar usando toda la capacidad mental para torturarme con una canción de uno de mis grupos favoritos. It's easier to run Apreté los dientes. El camino se hacía cada vez más largo, sí que sería mucho más fácil correr. Puse la mano en el hombro de Fang, estaba nervioso y todo mi cuerpo vibraba de puto terror y nervios. —¿Puedo sentarme? Fang me miró con una sonrisa. Nunca olvidaré esa sonrisa. [NOTES] Una vez, tuve una fuerte discusión con alguien que quería y nos mandamos a la mierda mutuamente. Para el par de horas ya me sentía culpable pero por puro orgullo no dije nada hasta que ésta canción apareció en mi playlist, y sí... es más fácil correr. Fui a disculparme, no quería que esa persona se convirtiera en otro arrepentimiento. Esa persona y yo seguimos hablando desde entonces y a veces nos reímos de esas cosas. Chester cambió mi vida con una canción que apareció en un momento perfecto.