[NOTES] En un principio iba a tardar más en colgar éste capítulo, pero realmente amé como quedó al final y ya estoy terminando el 4 según escribo este. Así que aprovechen, porque no sé cuánto más pueda dedicarle a esto una vez comience las clases. Como ven aquí, estoy usando las cursivas para tanto el canto, cuando está centrado, como para el intercambio del inglés, el idioma que se supone que están hablando todos, al español. [/NOTES] —Y la jefa del club de Jardinería es Rosa —me iba diciendo Stella, al final de la jornada, mientras salíamos por la entrada lateral—. Ella es mexicana, creo. —¿Crees? —le pregunté—. ¿No será una whitexican? —¿Qué es eso? —No te preocupes. En el borde opuesto del jardín había un dinosaurio femenino anaranjado con un vestido negro de flores. Parecía concentrada, y su espesa y abundante cabellera café me dio la fugaz visión de un fantasma pasado. Sonreí, nostálgico, esperando que ella estuviera bien. Pero no estaba ahí para eso, y grité con la melodía de dicha canción: —¡OYE COMO VA! La respuesta fue instantánea: —¡MI RITMO! Eso está mejor… Rosa levantó la mirada, nuestros ojos se encontraron y yo moví la mano en saludo. Sonrió. Eso fue una hermosa sonrisa. Aunque, tal vez, estaba sesgado por ese momento en que me recordó a mi ex. Stella y yo nos acercamos mientras la muchacha naranja se ponía de pie. Tenía un físico envidiable, hombros anchos, brazos gruesos, muslos trabajados. La forma de su cadera y su cintura ceñidos al vestido no sugería sobrepeso sino el perfecto cuidado de un cuerpo al que se le estaba exprimiendo toda su belleza. Definitivamente, podría acostumbrarme a ella. —Hola, Stella. Llegas temprano —no hay una sola pizca de acento estadounidense o inglés, sólo y simplemente 100% mexicano al punto de resultar casi exagerado—. ¿Este es el miembro temporal? Pero sonaba como canto celestial. El inglés se va a ir al carajo en 3… 2. 1. —¡Ah! ¿Te llamabas Rosa? Stella me estuvo hablando del club de jardinería —la mencionada solo entendió su nombre. —Todo bueno, espero —respondió ella. —Oh, sí. Me dijo que eras muy buena en lo tuyo, y por como veo el jardín se ve impresionante. Tecla adecuada. Sonrió de nuevo. Esa sonrisa me llenó mi entristecido corazón el tiempo que duró. —¡Gracias! Le pongo mucho cariño. —Se nota. Stella poco a poco se iba poniendo más incómoda, quería participar pero no entendía nada salvo palabras sueltas que probablemente haya aprendido torpemente de la clase de español y de la misma Rosa. —No es muy buena en el idioma, ¿eh? —La mayoría no lo son —reconoció Rosa—, pero es prácticamente una asignatura regalada para mí. —Sí, es bastante sencillo. Las otras clases me están costando un poco más. —¿Por qué? —La vocalización de la gente y las palabras técnicas están siendo un desafío para mí. Sobretodo en biología. Stella comenzó a hacer pucheros. Los dos sonreímos con cierta malicia. —Quizás debamos volver al inglés —sugirió. Accedí. Miramos a Stella—. Perdona, Stella. No queríamos hacerte sentir ignorada. —Bueno, un poquito sí —susurré aun en castellano—. Pero era jugando. Rosa me dio un golpecito en el hombro al susurro de "oye, que eres malvado wey" —Lo entiendo, a los dos les debe de costar mucho hablar un idioma que no es el suyo —respondió Stella… ¿contenta? Aunque rápidamente puso cara triste. —Bueno, ¿nos ponemos a trabajar? Aunque no conozco nada de jardinería. —Al fin un hombre con huevos que no teme a la chamba —ay, no ¿qué demonios dijiste, Damian?. —Aún faltan unos cuantos reclusos . Me limpié el oído. —Stella. ¿Cuál fue la palabra que usaste? —Reclusos. —¿Sabes qué significa? —No, pero Rosa lo dice mucho. — Reclusos significa prisioneros, Stella… Ella hizo una tímida apertura circular en su pico, que podía intuirse como un "oh". Se le había debido abrir la mente como si hubiera tenido una revelación cósmica. Rosa se había ido a por los chicos castigados, no escuchó nuestra conversación, y entre los muchos, muchos… ¡joder son demasiados castigados para el tercer día! … estaba esa chica de plumaje azul gris y cabello plateado. Su diminuta y linda cola bamboleaba tímidamente mientras su cuello y su mano se movían al compás de unos auriculares que guardaba en su brillante pelo. Di media sonrisa, y mientras asignaba tareas me acerqué a ella y le hice un gesto de que se los quitara. Lo hizo a regañadientes. —¿Por qué estás aquí? —le pregunté. —¿Qué te importa? —insistí con la mirada. Fue convincente—. Spears me pilló fumando en el baño. Rosa llegó rápidamente a nosotros. —El españolito de la Madre Patria —cerré los ojos con disgusto, casi como si esas palabras me hubieran dolido—, Fang. Solo me quedan ustedes dos. —Por favor, no me llames así… Damian. —Muy bien. Fang, ve a ayudar a Stella, Damian tú ven conmigo. Asentimos y nos separamos. Rosa me condujo al cuarto de las herramientas, me tendió unos guantes de humano para trabajar y me dijo de cargar dos sacos enormes. En mi respuesta a "no sé si podré llevar dos a la vez" ella apretó mi bíceps y, con la sonrisa de alguien profundamente complacida, dijo: —Lo harás bien. Suspiré pesadamente. Por supuesto, no hace falta decir que en éste momento estábamos hablando en español. —¿No tienen carreta? —ella negó—. Por supuesto… —Ve con el primer paquete hasta los chicos de las gardenias, y el segundo para los tulipanes. —Y vuelvo. —Y vuelves. —Muy bien —tomé los sacos del suelo y, tal vez porque cada uno pesaba VEINTE KILOS y mi mente necesitaba distraerse, o tal vez porque lo hacía por costumbre cuando ayudaba a mi abuela con su jardín, pero comencé a cantar para mi mismo—: Dos Gardenias para ti, con ellas quiero decir… —me puse bien los sacos en los hombros— ... te quiero… Y me fui alejando, entregando los paquetes de abono a ambos grupos y volviendo estirando la espalda. —Tienes muy buena voz —dijo, apoyada en el marco de la puerta. —Ay, no. No me digas, ¿me oíste cantar? Asintió. Hice una mueca de dolor y doblé mi torso hacia delante un poco abatido. —Recuerdo que en tu presentación dijiste que tocabas música, ¿cantas? —En la ducha, ¿qué más quieres que lleve? Me ardía la cara, probablemente estaba roja como un tomate y Rosa lo estaba disfrutando como nunca. —Tito Fuente y Antonio Machin, tienes gustos de señor mayor —bromeó. Suspiré. Me apreté el tabique nasal y me acomodé a su lado. —Mi abuela me pegó algunas canciones. —¿Y tus padres? —¿Qué pasa con ellos? —¿Eres huérfano? —Como si lo fuera. Solo dime que debo hacer. Rosa parecía entender que no me gustaba hablar de mi familia y no hizo más preguntas, mi papel se centró en llevar cosas pesadas de aquí y allá. Intentó ser amable conmigo el resto del día, y no hizo mas preguntas de ninguna clase, lo que me hizo dudar en si había sido demasiado duro. Pasaron dos horas y estiré mi espalda hacia atrás haciendo crujir las vértebras. Los últimos sacos de tierra habían sido demoledores. Rosa llamó a los presos. —Espero que hayan disfrutado de la jornada. El trabajo duro fortalece el carácter, y Dios sabe que ustedes necesitan mucho pinche carácter —que manera tan diplomática de decirle a alguien vago de mierda—. Gracias a todos y os veré mañana a quienes les queda castigo. Iba a recoger mi mochila y volver a casa, pero Rosa y Stella me llamaron a medio camino. —¿Qué pasa? Carajo … —¡Esa boca! —¿Qué dijo? —preguntó Stella. —"Fuck" —respondí—, una de las muchas maneras españolas de decir "Fuck" — No deberías enseñarle eso, wey. — Tal vez tengas razón. Bueno, ¿qué desean? —¿De qué conoces a… Fang? —preguntó Stella mientras veía a la pterodactilo irse. —Coincidimos en un par de clases, ¿por qué? Ambas se miraron con complicidad, un cruce lleno de temor probablemente a quebrar la intimidad de la tercera. Stella se mordió el labio y tras jugar con sus dedos como cierta chica de ojos blancos de cierto anime de ninjas, pudo gesticular palabra. —Eh… Fang no está pasando por un buen momento en su vida, ¿podrías tener consideración con… Fang? —¿A qué te refieres? No hemos hablado gran cosa —recordé que era "familiar" de Naser, y que él se estaba quejando el día anterior de problemas familiares. Con ellas dos haciéndome esa pregunta sumé 2 y 2—. Supongo que lo que quieres decir es que, si se enfada, se entristece o lo que sea, no se lo tenga en cuenta. —Algo así. Me llevé la mochila al hombro. —Haré lo que pueda. Me he divertido mucho aquí, a pesar del dolor de espalda. —¡Puedes unirte al club! —dijo Rosa. —... No me divertí tanto como para eso. Ambas parecían decepcionadas, y yo en respuesta di una sonrisa triste. —Ya veremos después de mi castigo —ellas parecieron más animadas—, pero no prometo nada. Comencé a caminar para salir del recinto, pero algo me detuvo y giré. Las miré, aún parecían seguirme con la mirada. —Casi le rompo a un chico el cuello, ¿no me van a echar bronca por ello? ¿Algo como "no deberías haber hecho eso", "casi lo matas" o cualquier otra cosa. —El mismo chico dijo que te pusiste a llorar como un bebé pidiendo perdón —dijo Stella sin ningun tipo de filtro. Hice una mueca de asco. Los rumores van muy rápido—. No creo que seas mala persona. —No dijo porqué, ¿verdad? —Solo que te sentías culpable. Pincé la piel de mi nariz. Coño. —Hasta mañana… La siguiente semana fue más lenta para mí. Hubo un cambio de horario de asignaturas y muchos lucharon por ajustarse al ritmo mientras yo tenía que ajustarme a nombres y nomenclaturas que desconocía. No me ayudaba que el portátil que me traje de casa me diera imágenes de otro Cell cuando buscaba esquemas de células. —Esto es inútil… Cerré la pantalla del portátil la noche del sábado de la semana siguiente. Llevaba encerrado más de veinticuatro horas en casa, la lluvia golpeaba los cristales con fuerza. Vi mis mensajes. Mis padres vieron mis mensajes hace tres días. Sin respuesta. Mi abuela me mandó un mensaje de buenas noches que no vi a tiempo. Suspiré. No tenía a nadie más en la agenda. Naser y Naomi volvían a estar conmigo a la hora del almuerzo, se ve que ese día Naomi tenía mucho trabajo y Naser, como La segunda Venida de Cristo que es, la ayudó. El utahraptor amarillo, llamado Raúl, salió del hospital, y los padres no presentaron queja alguna, imagino que Spears les convenció. Las clases de E.F. iban bien… más o menos, salvo que para jugar al nivel de los demás debía moverme más rápido, más fuerte. El entrenador me miraba mucho, como si fuera a hacer otro numerito, y yo a veces le saludaba con la mano. Ya no uso mis gafas en E.F., no quiero que se rompan. Haciendo balance, las cosas se equilibraban por si mismas. Solo tenía 4 personas en mi agenda: mis padres, mi abuela y mi tatuador. No había hecho ningún amigo. Las sesiones con el club de jardinería… iban decentemente. Sonreí recordando como Rosa casi mataba a unos de primero cuando estos jugaban al fútbol en el patio, y la pelota de alguna manera golpeó a los tulipanes. Sigo pensando que lo hicieron a propósito. De mi casa, además del portátil, también me traje algunos instrumentos como unas claves, un saxofón, un violín y mi guitarra. Aún estaba aprendiendo a tocar el saxo y el violín, pero iba por buen camino con el saxo. Tal vez en unos meses más podría añadirlo a algunas partituras de las muchas libretas tiradas en un rincón del suelo: canciones sin terminar, que han perdido su razón de existir, que ya no sentía en el alma, lo sientos y perdones que tuve miedo de dar, felicitaciones que nunca llegaron, regalos que nunca di, todos esos "ya lo haré después" y mis intentos de hacer canciones de amor, no me salían bien. Siempre se sentían… vacías. Recuerdo exponer algunas en foros de manera privada, y las respuestas que más me golpeó fue "parece como si el autor nunca se hubiera enamorado". Quizás por eso las cuatro relaciones que tuve me duraron tres meses como mucho, aunque la última no fue por gusto… Me fui a otro país. Y ahora estoy aquí. No estoy triste por la ruptura, y no lo estaba al principio. Solo me pregunto, ¿de verdad eso no era amor, solo era afecto? Que complicado es todo. Tampoco podía tocar todo cuanto quisiera, las paredes eran finas, el micrófono del portátil me impedía grabarme. Echaba de menos mi salón de grabación en casa. Era amplio, insonorizado… hermoso. De todas maneras me llevé el saxofón a los labios, puse la partitura de Careless Whisper con un video y traté de seguirlo. Era la más básica que se me ocurrió en ese momento y absolutamente TODOS la piden cuando sabes que puedes tocar ese trozo de hierro. Y, para ser sinceros, me gustaba la canción. A pesar de que éste video no contaba con la voz de George, mi mente con la canción ya aprendida ponía su voz como si estuviera ahí I feel so unsure As I take your hand and lead you to the dance floor As the music dies, something in your eyes Era la primera noche que podía tocar algún instrumento, mis dedos se sentían torpes y mi boca se secaba rápido. Pero, joder, como amaba de nuevo tener el sonido hecho de mi misma alma resonando en mi cabeza. Tonight the music seems so loud I wish that we could lose this crowd Maybe it's better this way We'd hurt each other with the things we'd want to say Lo repetí una vez, otra vez y otra vez, hasta que mis dedos entumecidos por la práctica se dejaron de tonterías y tocaron la canción en putas jodidas condiciones. And I'm never gonna dance again Guilty feet have got no rhythm Though it's easy to pretend I know you're not a fool Hasta que un vecino fue a tocarme la puerta. Yo tomé un cuchillo de la cocina antes de mirar por la mirilla, sin acercarme mucho, y oculté el cuchillo antes de abrir lo justo y necesario, ayudado por una cadena que servía de tope, y mi propio pie. La oronda cara rosada de un humano asomó por la puerta. Su voz sonaba pesada, lenta, como si le hubiera despertado. Él no me había visto. —Ah, vecino. Me gusta tu pasión y tal —iba diciendo—, pero ¿podrías parar? Trabajo por la noche. Carraspeé. —¡Oh! Discúlpeme, no lo sabía. Haré menos ruido. Hice presión para que se diera por aludido y sacó la cabeza de mi piso. Cualquiera podría haberle metido una puñalada en el cráneo en ese momento y decir que fue allanamiento de morada, menudo imbécil. Lancé el saxofón a la cama y suspiré agobiado y agotado. Ahora debía buscarme un lugar donde tocar, estupendo. Podría preguntarle a Naomi, ella es miembro del consejo estudiantil, probablemente la única. … Mejor no, querrá saber qué toco. Prefiero mantener un perfil bajo. Por otro lado la otra opción es preguntarle al profesor de música y la última clase que tuve con él tenia los ojos "rojo humo", no sé si me hago entender… Muy bien. Si no quería morir lentamente por un año debía pasar por un aro, y Naomi había sido asignada para ayudarme a integrarme, ¿no?... ¿No? La verdad tenia mis dudas incluso cuando nos reunimos a la hora del almuerzo. Naser y Naomi hablaban de sus cosas, era normal que yo no dijera muchas cosas y no por falta de ganas sino porque eran conversaciones prácticamente privadas. Parecía que se había rendido en sacarme información, o las crecientes bolsas bajo los ojos de Naser le preocupaban más. —¿Puedo haceros una pregunta? Los dos me miraron con sorpresa. —¡Claro! —dijo Naomi con energía—. ¿Qué necesitas? —No puedo… —los nervios me hicieron olvidar tres meses de clases intensivas y cinco años de colegio. Completos. ¿Como me llamaba? Ah, Damian—.... play? —dije dudando, intentando recordar si era play o touch el verbo. Play, debía ser play—. Música, en mi piso. ¿Saben de algún sitio? Ok. Esa última pregunta fue formulada con el culo. —¿Estás buscando un sitio para tocar música? —preguntó Naser tras un rato, rascándose la cabeza. —¡Sí! —me alegró muchísimo que me entendiera. —¿Por qué no le preguntas a Fang? Naser y yo la miramos con los mismos ojos: no es buena idea. —Cariño, no creo que sea… —¿Por qué no? ¡Es estupendo! Seguramente Fang sepa de algún lugar. —¿Fang toca música? —pregunté. —¡Forma parte de una banda! La idea de la banda hizo que Naser tuviera un escalofrío. Algo pasaba con ellos. —Bien, aún estoy castigado con el club de jardinería así que le preguntaré. —No hace falta que no lo hagas sino quieres —Para Naser la idea expuesta no sonaba para nada buena. —Solo… le preguntaré, ¿vale? —¿¡Y qué tocas!? Coño. Me mordí el labio. Vale. Tu me ayudaste, debo pagar esa información. —Estoy aprendiendo a tocar el sax. Ambos se pusieron rojos. Naomi se acercó y me susurró. —¿Para… Para eso necesitas un lugar donde tocar? —Claro, se hace mucho ruido. ¿No sabías? —Naser carraspeó. Naomi parecía echar humo—. Es decir, en mi experiencia se toca alto o no se toca. Naomi tiró del cuello de su camisa, Naser no podía ni mirarme. Mierda. Ya entendí. Exploté en risas, tanto que tuve que levantarme de la mesa e ir a que me diera aire de la ventana más cercana, a escasos pasos —¡Un saxofón! ¡Hablaba de tocar un saxofón! —se sintieron aliviados, pero el rostro de vergüenza no se lo quitaría nada—. ¿En serio pensaron que hablaba de sexo? —Sí. —No. Dijeron a la vez. —No —Sí. Volvieron a hacerlo. Naser se llevó una mano a la frente. —A veces pronuncias muy mal —explicó. —O vosotros sois dos mentes sucias. Pero esa reacción fue divertida, demasiado divertida. Casi como sin ellos dos… no hacía falta verme en el reflejo del cristal de la ventana para saber de mi sonrisa de zorro. Volví a mi puesto y les miré a los ojos con mi brazo recto descansando en el codo y mi barbilla sobre mi mano, puesta en la mesa. —Entonces, vosotros… ¿alguna vez? —¿Eso te importa? —gruñó Naser entre dientes. —Me lo tomaré como un No —Naomi miró enfadada a Naser, como si eso hubiera sido culpa suya—. Siendo honesto, me sorprende. ¿No tenéis una fuerte temporada de celo por primavera o verano? Naser se dio por vencido. Sabía que todo lo que diría iba a ser utilizado en su contra. —Preferimos, esperar. Al momento adecuado. Cerro los ojos y esperó mi burla. —Eso es muy bonito. Que nunca llegó. Parecían conmocionados, pero alegres de que alguien entendiera su situación. —Naser y yo creemos, sentimos que si nos dejamos llevar por esas emociones la magia de la relación puede destruirse. —Tiene sentido. —¿Los humanos tienen temporada de celo? —preguntó Naser —¡Oh, sí! Todo el año. Les guiñé el ojo. Se estaban aguantando, usando todo de si para no caer presas de una emoción venida de algo ajeno a ellos. Y yo, podía respetar eso. De hecho, debía aprender de ellos. —Y… umm ¿qué tocas con el saxofón? —Naomi parecía querer llevar esa conversación a otro lado. No la culpo. —De momento solo puedo tocar Careless Whisper, no he tenido muchas oportunidades de practicar por mi cuenta. Por eso mi necesidad de encontrar un lugar. —¡Oh! ¿Podríamos escucharla tocar? Esta vez el que se puso rojo fui yo. —Naomi, yo no… No suelo dejar que nadie me escuche tocar. Nunca he tenido público aparte de mi abuela. Y solo sé tocar esta —los dos insistían con la mirada, Naser más disimulado que Naomi—. Y… —tenía el estuche justo al lado, ¿en qué pensé cuando lo traje? Ah… ya… La azotea—. Solo díganme un lugar que no me escuche mucha gente. Aún no entiendo por qué accedí. —¿El auditorio? —preguntó Naomi a Naser. —Nah —le patinó una F, pero carraspeó antes y se recompuso. Pensé que se había atragantado con su propia saliva—. ¿La clase de música? —Supongo que el profesor Jingo nos la puede prestar unos minutos. Tomé mi mochila y el estuche y marchamos a la clase del profesor Jingo, él accedió, tras una rápida paliza verbal de Naomi, si podía quedarse… Era su clase, realmente lo que dijo fue “si quieres tocar aquí voy a oírte tocar”. De nuevo, no sé porqué accedí, quizás estaba contento de que las únicas dos personas con las que había hablado más de una tarde se mostraran interesados en lo que hiciera. O quizás fueran las pastillas. Seguramente fueran las pastillas. Ellos tomaron asiento y yo saqué una silla de la línea para sentarme en el centro y carraspear. Mis piernas temblaban. Mis dedos no parecían responder. Me sequé los labios a pesar de notarlos corroídos por la falta de humedad y la boquilla con la manga aunque no la había tocado en horas, y hurgué en mi teléfono la canción que había arreglado para tocar. —Ten, dale al play cuando te diga. Esa versión la había hecho el domingo uniendo la voz de George con la versión a capela sin saxofón que encontré de internet, como resultado daba una versión sin saxofón principal perfecta para que pudiera tocar. Tragué saliva. Probé varios soplidos y llevar algunas partes de la canción para soltarme así como de tonaditas simples que se usaban para soltar los dedos cuando empiezas a tocar. —Cuando quieras —aseguré. Naser contó hasta cinco, hacia atrás. 2… 1… La música empezó, y yo con ella. El estribillo era fácil, prácticamente una escalera hacia abajo, un constante bajar para luego volver a la nota inicial hacia arriba. La voz de George llegó. I feel so unsure As I take your hand and lead you to the dance floor Mi saxo fue acompañándolo tímidamente mientras cantaba. As the music dies, Hizo una pausa, yo me iba soltando y me permití una respuesta rápida fuera de la partitura. something in your eyes Calls to mind a silver screen And all its sad good-byes El estribillo, suave, detrás de George. Aún no me sentía con fuerza. Las tres personas de mi público parecían satisfechas. Ninguna nota fuera de su sitio, una improvisación correcta. I'm never gonna dance again Guilty feet have got no rhythm Though it's easy to pretend I know you're not a fool Parecían bastante sorprendidos con que tocara de fondo en vez de solo el estribillo y ya está. Pero… Comenzaba a coger calor. Y a ignorar que estaban ahí. I should've known better than to cheat a friend And waste the chance that I'd been given So I'm never gonna dance again The way I danced with you, oh Michael se calló, y yo aproveché el momento. Cerré los ojos y respiré. Time can never mend Repetí la misma tonada de su voz con el saxo aprovechando la pausa. The careless whispers of a good friend To the heart and mind Repito las notas en su pausa. Ignorance is kind There's no comfort in the truth Pain is all you'll find Cuando subió con la última estrofa, cogí toda la confianza que necesitaba para seguirle el ritmo con un estribillo que iba casi, casi, a su mismo volumen. I'm never gonna dance again Guilty feet have got no rhythm Though it's easy to pretend I know you're not a fool I should've known better than to cheat a friend (should've known better, yeah) And waste the chance that I'd been given So I'm never gonna dance again The way I danced with you, oh Era mi momento. Subí cuanto me permitía la canción en su agudo más pronunciado y bajé en una escala hacia más abajo. George volvió a cantar. Tonight the music seems so loud I wish that we could lose this crowd Maybe it's better this way We'd hurt each other with the things we'd want to say We could have been so good together We could have lived this dance forever Él estaba aún en una nota alta, y yo bajé a los graves para permitirle cantar lo que eran mis versos favoritos de la canción. But now, who's gonna dance with me? Me dio un agudo, y yo le di otro. Please stay Vuelta al estribillo los dos al mismo volumen. And I'm never gonna dance again Guilty feet have got no rhythm Though it's easy to pretend I know you're not a fool I should've known better than to cheat a friend And waste the chance that I'd been given So I'm never gonna dance again The way I danced with you, oh Y me dejó solo otra vez. Y esta vez empecé el estribillo con una nota aún más alta y saliendo del esquema, haciendo escaleras a un tono un poco más grave. Now that you're gone Now that you're gone Una respuesta aguda, de nuevo sobre la nota de la canción como una manera de llorar con él. Un grito agudo. Now that you're gone was what I did so wrong, so wrong En el momento que cantó el primer “wrong” subí todo lo que me permitía el saxo poniéndome por encima de George con un altissimo, soltando todos mis pulmones y mi ser en esa única subida, una nota por debajo inició un descenso hacia los graves con su siguiente estrofa. That you had to leave me alone? Y volví a la partitura de mi cabeza, acompañando los “da-da” finales de George, y cuando éste terminó, yo aparté la boquilla de mis labios. En algún punto me había levantado, la silla había caído al suelo y no la había oído al estar metido en mi cabeza, en mi música. Tenían la cara desencajada. No hubo un movimiento, ni un “wow”. La había cagado fuerte. Mi primer público y había hecho mi peor actuación por irme de madres. —Impresionante —soltó Naomi. ¿Eh? ¿Les gustó? —Sí, nada mal —Naser en su línea. —¿Cuánto tiempo llevas tocando? —preguntó el señor Jingo. —¿Instrumentos? Desde que tengo memoria, el saxo quitando el verano anterior, ¿un par de años? No sé si llegará a 3. Las partituras las sé leer pero el asunto de la respiración y las llaves del aire es un poco más complejo, y a veces aún le busco las cuerdas a este trasto. Pero al menos no me quedo sin respiración como al principio. Me estaba frotando la nariz , un tic que había generado con la vergüenza. —¿Quién te empujó a la música? —volvió a preguntar. Esa pregunta… me dolió. — Mis viejos. Mis padres. ¿Les gustó en serio? Asintieron, muchas veces de distintas maneras. Y yo me puse tan rojo que tuve que remojarme la cara unos minutos después en el baño. Mientras me miraba al espejo con la cara aún roja, todavía recuerdo las palabras que me dijo Naomi antes. —¿Por qué no tocas en el baile de fin de año? —No haré semejante cosa. Apenas he podido tocar ante tres dinosaurios, no sé si podría tocar ante más de 800. Para mi sorpresa, Naser la apoyó. Normalmente en este tipo de cosas solía ser un dique entre ella y yo para dejarme espacio. —Piénsatelo, al menos. Refunfuñé. Pero el pinchazo de serotonina que tenía en este momento casi me haría gritar y patalear como una niña de siete años ante una Barbie nueva. ¡Les gustó, joder! ¡Les gustó! Y ¿saben? La voz de Naomi no es tan aguda cuando ella controla sus impulsivos agudos.