[NOTES] Por MUCHO fue el capítulo que mas me costó sacar. No solo casi acaba con mis ganas de seguir escribiendo sino que puse en tela de juicio mi propia valía como escritor, así que decido colocarlo según lo termine y volveré a mi regla de tener uno por delante tras el capitulo de fin de año. [/NOTES] 30 de Diciembre. Si tuviera que decir como es mi vida, podría decirla en una única palabra: Cansado. Cansado de mi hermana, cansado de mis padres, cansado de mi novia, cansado de los amigos de mi hermane. Cansado. Cansado de no poder hacer lo que yo quiera, cansado de no permitirme un error, cansado. Cansado. Cansado. Un suspiro amargo recorre mi pico cuando escucho a Naomi hablar una vez más, un escalofrío cuando escucho la voz de mi viejo en respuesta. A veces me pregunto por qué está ella en mi casa todo el tiempo. —¡Naser! ¡Tu madre nos hizo té! —Meh, sabe que no me gusta. Sin embargo, bebo. Por cortesía. El agua caliente saborizada con las hierbas de mercado casi queman mi lengua y abrasan mi garganta, pero, las soporto. Fang está con Damian ayudando a mi madre en la cocina, debo decir que prefiero que esté con un humano a que esté con la loca triceratops y el raptor drogadicto. Últimamente ella, está mejor. Las discusiones han disminuido en casa, pero la presión sobre mí no ha menguado un solo momento. De hecho, creo que ha ido a peor, aunque Fang lleva días sin hacerse nuggets en el microondas a las dos de la mañana. No sé si eso ayuda. Decido levantarme del sillón y ayudar a mi madre a elaborar parte del menú para mañana, no sé porqué pero no me apetece estar con Naomi en ningún sentido. Lejos de ser un soporte, hoy está drenando todas mis energías. —¿Puedo ayudar? —pregunto. —¡Por supuesto, querido! —y madre me dice rápidamente qué hacer. Más pavo que rellenar, cerdo que macerar. Vamos a estar comiendo recalentado de pavo por todo Enero. Poco o nada me gustaba ver a mi hermana con un cuchillo, pero aún menos me gustaba ver al humano con ese instrumento del que parecía haberse apoderado. Sin embargo, debo admitir que verle cortar cosas era un espectáculo. Todo lo que yo podía hacer estaba reservado a estudios y deportes, así que en estos momentos yo me sentía como el pavo sin cabeza al que el cuchillo del humano le estaba sacando los huesos. Parece que la idea era hacer del cuerpo una especie de funda para la carne de cerdo que me tocó mezclar bien. —¡Ah! ¡Malditas cebollas! —escuché quejarse Fang, lloraba. Afortunadamente no tenía maquillaje o se le habría corrido todo por la cara. —¿Quieres cambiar? —le pregunté. —No, estoy bien —inhaló fuerte haciendo sonido con su mucosa y dándome profundo asco. Me pareció escuchar un “gracias” de su parte, que extraño… Mis quince minutos de relajación se fueron en cuanto mi novia entró por esa puerta llamando con los nudillos. —Perdón, pero ¿puedo hacer algo? —¡Sí! —respondió rápidamente Fang—. Ocúpate de las cebollas. Parecía que había llorado demasiado para su propio bien. —No te rasques, será peor —dijo Damian, mientras los dos veíamos cómo iba al baño de la planta baja. —¿¡Y como me lavo los ojos entonces, estúpido!? —Ugg… Voy. Dejó lo que estaba haciendo y fue con Fang, suspiré. De nuevo con Naomi. Aún no me podía quitar de encima la sensación de que ella era mi carcelera. —Hoy estás raro, cariño. —Lo sé —fue lo único que mi boca pudo sacar. —¿Qué te pasa? —Estoy cansado —respondí inmediatamente. —No has tenido entrenamiento en varios días, ¿qué te tiene cansado? —Es cansancio mental… —¿Fang? —¡No! No… Quiero decir. No. Creo que solo tengo cansancio acumulado. —Seguí estudiando, ¿quieres escuchar un detalle curioso? —No… Naomi parecía triste por mi negativa. Sé que intentar tomar la conversación es parte de mantener las cosas bajo control y hacerme sentir que todo está bien, pero, maldita sea. Estoy harto de escuchar cosas de humanos. Me lavé las manos en el fregadero y besé su mejilla con la punta de mi pico. —Está bien, otro día me cuentas ¿vale? No puedo dejar que esté triste mucho tiempo y verla llorar aunque sea por la influencia de las cebollas partió un poco de mi corazón, así que mis brazos la rodearon por unos momentos antes de que mi familiar y su amigo humano volvieran a la puerta, todo el rostro de Fang estaba más rojo que cuando fue al baño, Damian sonreía, y por alguna razón que no lograba comprender eso me molestaba de manera espectacular pero, y al mismo tiempo, él parecía lo único que evitaba el azote verbal de Fang hacia mi chica así que estaba agradecido con él. Debo poner mis pensamientos en orden. Papá llevaba tiempo sin tomar cervezas para “relajarse”, una conducta alcohólica que Fang odiaba y yo aprendí a temer por las malas. Tal vez no tener el peso de Fang le ayudaba, no lo sé, o tal vez precisamente tener tanta gente en casa le cohibía de tomar cervezas de más. Fuera lo que fuese, el humano también tenía tendencia hacia el alcohol por lo que pude escuchar, lo que me hace preguntar si es una buena influencia para Fang. —¿Alguno tiene pensado qué hará cuando termine el instituto? —preguntó Naomi, inocente. Sin embargo… esa sencilla cuestión hizo que el ambiente en la cocina se volviera casi irrespirable. ¿Qué diablos pasaba? —Supongo que volver a España —soltó Damian. Ya veo. Fang no sabe qué hará y el humano se vuelve a su país, debe ser por eso que ambos pusieron esas caras largas. Si es que no hay algo más que me esté perdiendo. —No lo he pensado —respondió Fang. Efectivamente. Eso era típico de ella, no pensar nada a futuro de una manera despreocupada. Simplemente dejar que venga y enfrentarlo. Admiraba eso pero temía que en algún momento algo le viniera demasiado grande y ella acabase mal, pero ella era dos años mayor que yo y debió haberse graduado el año pasado. —Deberías pensarlo —le pedí—. Llevas un añ… —¡Deberías meterte tu opinión por el culo, ala rota! Apreté la mandíbula cerrando mi boca, simplemente suspiré con pesadez. Otro suspiro me acompañó. —Fang… ¿Estás bien? —le preguntó Damian. Ella parecía tener la mirada perdida, como si eso hubiera nacido de un brote que no había sido capaz de evitar. Apretó los puños y estuvo a punto de rascarse la cabeza frenéticamente, como solía hacer de joven, preví un ataque de rabia… pero contuvo todo ese impulso con una profunda respiración. Sorprendente. No tenía otra palabra. Sorprendente. Felicidad. Y rabia. Inexplicable e incomprensible rabia. Que dejé ir respirando a suave y pausadamente mientras ellos dos hablaban, Fang se recuperaba lentamente de su ataque e incluso dio media sonrisa y golpeó el hombro del humano. Y yo me sentí lejos. Yo provoqué su ataque, y él pudo sacarla de ahí. Alegrarme como el hermano menor, era lo único que podía hacer en ese momento. Frustrante. Terminé mi parte del trabajo y me marché de la cocina tras volver a lavarme las manos. Fui hasta el garaje y pasé los dedos por el deportivo castigado por mi temeraria forma de conducir: lo único que me permitía sacar la adrenalina. Quería subir, pero no era el momento aunque me permitiera abrir el capó y revisar el motor de manera rápida. Cerrar. Suspirar. El motor estaba perfecto, tan perfecto como podía estarlo el día anterior o la semana pasada. Era yo. Era yo quien necesitaba una revisión, pero no era física. Algo en mi cabeza se había roto desde hacía un tiempo porque ahí estaba, acariciando el chasis arañado de un deportivo al que le había puesto mi nombre sin entender porque nacía esa rabia en mí. Mi bebé, mi pequeña Fortaleza de la Soledad, mi refugio. La persona que menos esperaba apareció por la puerta del garaje. —Ala rota… —¿Sí? —Le mentí a Damian. Alcé la ceja. —¿Con qué? —Mi edad. —¿Por qué? No tiene sentido. Fang se rascó el hombro. —Lo sé. No sé qué me pasó en ese momento. Fang me habló de cómo se conocieron: primero, el juego de miradas del primer día. Segundo, sus días de castigo. Y por último, la bronca que tuvieron en el jardín a la vista de todos que hasta yo me enteré. “Fang lo había hecho de nuevo”, pero con esos rumores llegaron otros: comenzaron a hablar como si fueran amigos de toda la vida. Aunque fuera hablando del humano, compartir ese momento íntimo con ella nuevamente aceleró mi corazón y forzó mis mejillas en una sonrisa. Apoyé mis brazos en el coche mientras ella se acercaba lentamente intimando más. —...Yo le grité, él me gritó de vuelta. Y dijo de empezar de cero. Yo, no sé, algo, él, yo, solo dije que tenía 17 por reflejo. —Tienes 18. —¡LO SÉ! Lo sé… Luego me pidió que le ayudara con los pronombres neutrales del inglés, ¿quién hace eso? ¡Nadie se había parado a…! Hizo una pausa, buscando las palabras correctas que se negaban a salir de su pico. —¿Intentar entenderte? —terminé. —¡Exacto! Fang estaba receptivo, tal vez era el momento de bromear un poco como solíamos hacer de jóvenes. —¿Esa es tu manera de pedirme perdón por gritarme? Frunció el ceño y me golpeó el hombro con la mano, acompañado por una débil sonrisa. Hacía mucho tiempo que no teníamos tiempo así. —¿Qué debo hacer? No quiero… dejar esa mentira ahí. Podría haberle preguntado, “¿Por qué me haces a mí esa pregunta?” que era lo que quemaba mi interior en ese momento, pero mi instinto gritaba que de hacerlo Fang se cerraría en seco nuevamente y no volveríamos a hablar de esa manera. Callé mi curiosidad con una mirada comprensiva, evitando la sutil idea de que mi hermana mayor estaba enamorada de un humano y deseaba ser sincera con el homínido en todo sentido. Solo, eran amigos. Dos personas que se conocieron y tienen química, tanto como podría tener yo con los amigos del equipo de atletismo, baloncesto o fútbol. —¿Sabes? Creo que no le importará —dije con suavidad. —¿Y si lo hace? —Que deje aquí el pavo —sonreí. Volvió a golpearme el hombro, esta vez con una sonrisa que no pudo ocultar. —Tonto. Muy bien, hablaré con él. Gracias, Naser. ¿Gracias? ¿Fang? ¿Lucy? Pestañeé inmovil varias veces mientras la veía entrar en casa. ¿Qué había pasado? Fang se había convertido en la Lucy que yo recordaba, la de antes de mi accidente, aunque solo fuera por unos instantes… La vi. Ahí estaba. Mi boca se secó y pude sentir como mi corazón latía a más velocidad de lo que podría haberse puesto al terminar una carrera. Músculos tensos. Una emoción indescriptible subiendo desde los tobillos como la adrenalina antes de una competición. Caminé hasta entrar en casa, vi a esos dos riéndose como nunca pero esta vez no hubo nada de rabia o ira en mi ser. Solo la felicidad inenarrable de ver a mi hermana sonreír nuevamente. Llamaron al timbre. Había olvidado que hoy llegaba visita. Naomi salió corriendo hacia la puerta y, a pesar de yo estar muchísimo más cerca, abrió. Trish y Reed entraron, con la primera mirando a mi novia con un poco disimulado sentimiento de asco, aunque Naomi no se rindiera con intentar caerles bien. —¡Pasen, por favor! Papá gruñó, mamá apareció por la cocina y les saludó, y tras ella Fang salió a recibirles. Ella, el adicto al carfentalino y la triceratops se intercambiaron saludos rápidos para luego comenzar a hablar de su banda y de cosas musicales de las que yo apenas entendía así que fui a la cocina para hablar con la única persona con la que parecía poder entablar una conversación normal: el mono. Él parecía estar pasando toda la carne de cerdo que había masajeado en la picadora junto a otras cosas que no llegué a ver, pero juraba que la cebolla estaba ahí. —¿Qué haces? —le pregunté. — Farsa —me respondió de la manera más automática que había visto en nadie. —¿En inglés? Me miró. Fueron segundos en los que parecía no reconocerme e incluso parecía calcular si era una potencial amenaza o no. Abrió la boca, cerró. Abrió. Parecía buscar las palabras adecuadas y estar traduciendo en ese preciso momento de su idioma al mío. —El relleno —dijo, cuando ya era él—, debe ir picado, se le llama farsa . Luego lo enrollamos en el pavo y cerramos los bordes, de modo que quede envuelto como un caramelo. Lo metemos en la malla que tiene tu madre y luego al horno a 180ºC hasta que dore. Me sorprendí por la rápida explicación gastronómica que me dio en ese momento. —¿Y está bueno? —Oh, sí. Lo está, ¿no confías? —Es una idea que presentaste ayer a mi madre, y aunque ella haya dado el visto bueno, yo tengo mis dudas. Sonrió. Fang tenía razón: cada vez que habla de algo de lo que está completamente confiado sonríe. —El pavo es una carne que se queda seca por dentro, y el cerdo es jugoso por sí mismo. Al usar el cerdo de relleno la sensación de sequedad desaparece. Creeme, te encantará. Lo único difícil es meterlo todo en la malla. —Ya veo. Por cierto, el resto de la banda ha llegado. Él inclinó la espalda hacia atrás viendo como los tres integrantes de la banda hablaban en mitad del salón. Trish nos sacó el dedo de en medio entre palabra y palabra, y el humano se lo devolvió. —No puedo dejar esto ahora mismo. Búscame un cuenco o algo así. —¿Para? Encendió la máquina, y el ruido del motor que daba fuerza a las cuchillas me dio la respuesta. Mamá guardaba los cacharros de cocina en los armarios de la parte de abajo, contigua al fregadero. Allí encontré un cuenco grande de plástico azul semitransparente en el que Damian volcó los ingredientes empujándolos con una cuchara, y echó más de esa carne dentro de la picadora. —¿Vas a picarla toda? —Yuup, aunque no creo que sobre mucho. Fang entró en la cocina antes de que él se pusiera a picar nuevamente. —¡Ey! ¿Qué haces ahí? ¡Ven a saludar a…! —puso la picadora al máximo con una sonrisa que solo podía describir como… de villano de dibujos animados. —¿Qué? No te oigo. —¡Que salgas a saludar a…! Nuevamente puso la picadora. —¿Qué? —insistió. —¡Que eres gilipollas, y un retrasado mental! —gruñó. Fue a él y le quitó las manos de la picadora—. Tenemos que discutir las canciones que vamos a tocar el 6. —¿Lo habéis metido en la banda? —la voz de Naomi. —No te importa, plastazo naranja —la réplica de Fang. —¡Claro que sí! —La voz de Naomi se puso tan aguda que hasta a mi me hizo daño en el tímpano—. ¿Estás tocando el saxofón? —No, doble guitarra —respondió él—. Mi clásica electrificada y la suya eléctrica. Espera… ¿Fang está tocando la guitarra? ¿Dónde fue esa estupidez del doble bajo que Trish tanto comentaba que les iba a catapultar a la cima? —¡Damian! ¡Eso son cosas privadas de la banda! Fue castigado con un golpe en el hombro, lo suficientemente fuerte como para hacer que él diera un quejido y se frotara. —Lo siento, pero ¿qué pasa con la carne picada? —Puedo encargarme —dije con la sonrisa contagiosa de mi hermana en la boca—. Solo dime qué debo hacer. —Eh… No tienes que hacer mucho. Pícalo todo y déjalo como una pasta. Usa el papel film para … —se le atascaba dar instrucciones de gastronomía. Por la interacción anterior, estaba seguro que era porque desconocía la terminología que se usaba en inglés y debía luchar para buscarle la traducción a la terminología española—. Taparlo, pero lo tapas a pelo, pegado a la comida. Luego cubres eso con más papel y lo metes en la nevera, junto al pavo. Más tarde rellenamos el pavo e irá todo nuevamente la nevera, ¿lo tienes? —Lo tengo. —Perfecto, compañero. Todo tuyo —me dio un golpecito en el hombro con su mano, y salió de la cocina. —¡Lucy! ¡Recuerda las normas! —gritó papá. Fang suspiró pesadamente, se llevó las manos a su tabique y respondió con voz agotada. —Papá, se me ocurren sitios mas eróticos para montar una orgia. —¡¡LUCY!! —¡¡FANG!! La voz de mi padre y el humano a la vez. Mi padre que se había levantado del sillón de un salto, rojo de ira, Damian, rojo de vergüenza. Después de cuatro parejas ¿era tan tímido en esas cosas? Supongo que no era el depredador sexual que imaginaba, no era como la imagen de homínidos todo el día en celo que me habían vendido. —Vamos, querido —mamá estaba en el sillón, tomando otra taza de té. No tener que preocuparse por la cena le había dado horas de infructuosa libertad—. Lucy está bromeando, es humor de jóvenes. Pude ver un intercambio rápido de miradas entre el humano y mi hermana, el rostro suplicante aun rojo de él, y un suspiro de aceptación por parte de ella. —Papá, si no cerramos la puerta te molestaremos con la música. Él gruñó, sabiendo que eso era verdad. Fang tenía buena voz y unas habilidades de bajo decentes, y según contaba Reed era un genio con la batería y Trish era tan confiada con sus habilidades que incluso mandó a poner un "trémolo" a su bajo hacía medio año. Fuera lo que fuera eso. Por otra parte, sabía que Damian era bueno tocando algunos instrumentos por lo que yo mismo había escuchado tanto de mi propia mano como de ella. Pero eso no significaba nada, ya que tres dinosaurios que supuestamente tocaban bien eran el hazmereir del instituto por su horrenda música y en mi interior la idea de meter un cuarto integrante era como echarle gasolina a un incendio forestal: pésima idea. En la otra cara, ella hasta ahora había mantenido un perfil bajo de su grupo en casa y esta podría ser la primera vez que Fang permitía que los demás escucháramos su música por lo que intuí un aumento en su confianza para lo que iba a presentar. Papá dejó que subieran, y yo seguí picando la carne un rato más hasta dejarla como una pasta, siguiendo las indicaciones que Damian me había dado. La música comenzó a sonar, definitivamente era… mucho mejor de lo que me esperaba. Pero la letra de la canción… LES PUSO UN POCO DE VENENO PARA RATAS EN SUS BEBIDAS, TODOS LOS DEMÁS PRESOS DE MIERDA ME MIRAN RARO Y SE LAMENTAN ¡JURO POR JESÚS RAPTOR QUE ESTOY AL BORDE DEL ABISMO! Oh, Dios mio… Esa letra… ¡¡LES DI A LOS NIÑOS ESPECIALES EL ESPECIAL DE JONESTOWN!! Esa letra era … Oh, Dios… ¡¡Y AHORA VOY A LA CÁAAAAAAAAAAARCEEEEEEEEEEEEL!! Esa letra… Mis lamentos terminan cuando la voz grabada de Fang deja de cantar a pleno pulmón. Les escucho reírse, la puerta abrirse, y Naomi se acercó a mi. —Naser, me debo ir. —¿Tienes planes? —Sí, cielo. Debo decir que eso me dejó un poco extrañado. Naomi solía decirme hasta sus problemas íntimos. Levanté la ceja. —¿A dónde vas? —pregunté con curiosidad, tal vez se le olvidó decirme. —He quedado con un grupo de amigos que también están interesados en antropología —respondió sonriendo como siempre—. ¡Los conocí a mediados de Diciembre! ¡Te lo conté! —No, no lo hiciste —mi voz estaba calmada. No me lo había dicho, estaba seguro de ello. No habían habido tantos incidentes en casa como para haberme dormido los recreos y que ella hablara sin escucharla. —Estoy segura de que sí lo hice, Naser —puso una extraña cara triste que se me antojaba como plástica, pero esa idea pudo haber sido por el sentimiento de inseguridad e incomodidad que estaba naciendo en mi estómago en ese momento. En seguida sonrió a su habitual estado de humor—. Seguramente se te pasó, has estado ocupado con la competición de atletismo de Enero. —Está bien, ¿quieres que te lleve? —¡No! —su respuesta, demasiado rápida, Brusca. Repentina. Naomi se estaba comportando de manera extraña. La última vez que se puso así fue el 18 de Octubre, para darme una fiesta sorpresa de cumpleaños junto al resto del equipo de atletismo. Pero aún quedaba muchísimo para un próximo cumpleaños, y esa inseguridad creció. —¿Segura? —¡Sí! No te preocupes, Naser. Vendré mañana a felicitarte por el fin de año, ¿de acuerdo? Me dejó un beso en la mejilla y se marchó despidiéndose de mis padres a más velocidad de lo que solía hacer. Recordando, desde mediados de Diciembre que no tenemos nada más que besos en la mejilla. Pero, eso no significaba nada, pasábamos por esas épocas y no es que hubiéramos hecho nada a mayores de todas formas. Así que… ¿Por qué me estaba haciendo daño apretando la mandíbula? ¿Por qué mis puños estaban tan apretados que se negaban a abrirse? ¿Y qué es esa sensación asquerosa que sube por mi garganta? —Son celos, bro —la voz de Reed. —¿Qué? —Celos. —¿A qué bajaste? Me enseñó el termo. —Agua. Fang y Damian solían mencionar muchas veces como Reed era capaz de soltar comentarios sin sentido en el momento más oportuno tal como si leyera mentes. O como, dicho literalmente por ellos, si las drogas le hubieran dado la capacidad de estar en un plano superior de consciencia. Pensé que exageraban. Abrió la llave del agua caliente y esperó a que saliera humeante para llenar su termo. —¿Tienes bolsitas de té? —preguntó. Le bajé una del bote que mi madre guardaba en los armarios colgados a la pared, él abrió el envoltorio de plástico y se sentó en una de las sillas de la cocina mientras subía y bajaba la bolsita en su agua caliente. Suspiré, llevándome la mano a la cabeza. —Deja que fluya, bro. Deja que todo fluya. Si estancas el agua se ensucia, si va muy rápido te lleva. —¿Qué quieres decir? Los ojos despiertos del velociraptor me miraron. Pocas veces estaba tan sobrio como en ese instante. —Habla con Naomi de tus sentimientos —explicó, y le dio un sorbo a su té—. Si te lo guardas te hará daño, si lo dejas pasar será malo a futuro. —Eso tiene sentido. Reed parecía complacido por mi respuesta. Agitó suavemente el termo en su mano antes de darle otro sorbo a su bebida y dejar que un suspiro subiera por su boca dentada. —Mientras tanto, ¿por qué no subes a escuchar música? —Fang no me dejaría. Nunca me ha permitido escuchar nada vuestro, ni siquiera en concierto. Y eso que yo soy el que tiene que rellenar los papeles de permisos. —Brooo… Inténtalo, y deja que todo fluuuuuya. De nuevo estaba en esa personalidad mística-drogadicta que encajaba más con su yo constante. Definitivamente, ese té no tenía sacarina. Miré la carne picada, ya prácticamente solo necesitaba meterlo en la nevera así que volqué el resto con lo picado anteriormente y lo tapé con el papel transparente como Damian había dicho. ¿Expectativa? No perdía nada por intentarlo. ¿Me dejaría? Ya estaba subiendo las escaleras en mitad de mis pensamientos. Quería llamar a la puerta, pero Reed se me adelantó y entró. —¡Faaang! Tu hermano quiere venir a escuchar. —No jodas —soltó Trish. —Prometo no molestar. Fang se rascó la cabeza, miró a Trish que negaba con la cabeza, miró a Damian que parecía tener complejo de cachorrito y luego a Reed, completamente ido. Pero ella era quien debía decidir: era su habitación. Apretó las manos y lanzó su veredicto levantando la voz. —¡Está bien! ¡Puedes quedarte si te mantienes callado! ¿Por donde íbamos? Trish suspiró con pesadez, Damian sonrió victorioso y Reed… Reed creo que se había pasado con la dosis. —Ya habíamos dicho de tocar “El” y “Le di a los niños especiales el Especial de Jonestown” —respondió Trish—. Pero no entiendo porqué quieres tocar la canción de Damian. —Francamente, yo tampoco. —Cállate, skinnie. —Que te jodan, arándano. —Pensaba en lo que dijo él al principio, eso de ir practicando sonidos. Y creo que esa es buena para mitigar tanto grunge y no cansar el oído de la gente. —Solo la hemos tocado un par de veces desde que mi abuela murió, ¿estás seguro? —¡Me sorprende que recuerdes la cantidad de veces que la hemos tocado, cuando prácticamente te pasaste como dos meses con el cerebro desconectado! —replicó Trish. —Eran los únicos momentos en los que estaba consciente —reconoció. Dos suspiros: el de mi hermana y el de Trish, uno que podría considerarse de alivio y nostalgia y el otro de pura pesadez. Fang golpeó el hombro del humano con el suyo tambaleando el cuerpo hacia un lateral, estaban tan cerca que apenas sí necesitaba un pequeño movimiento. —Entonces bauticémosla —dijo Reed, despertando. —¿Y dejar que le pongas tú un título blasfemo? —preguntó Damian—. Ni de coña. —Hay que ponerle título, bobo. ¿Se te ocurre algo mejor? Él se levantó. Miró por la ventana y chascó la lengua susurrando “desde aquí no se ve el mar”. Luego nos miró a todos rápidamente y sonrió. —Yo ya tengo un título, vosotros centraros en la música. —Muy buen, bro. —¿Y la letra? —preguntó Trish—. Debe tener una letra, y Fang ya no tenemos tiempo de ensayar. —Yo la escribiré y la cantaré. Es mi canción de todas maneras. —¿Sabes cantar? —volvió a preguntar Trish, levantando la ceja. —Claro que sí. Canto muy bien en la ducha —bromeó. —Yo les puedo conseguir público —hablé. Me miraron. Los deseos de Trish por echarme ahí eran palpables. —La gente del instituto no me agrada —reconoció Fang. —Pero vamos a tocar ahí de todas maneras, ¿no? Ya por morbo van a entrar varios —argumentó el humano. Fang se llevó una mano a la cabeza exasperándose. —No, a ver. Paren el carro —Trish se levantó del suelo, colocándose en el centro de todos para mirar a Damian a los ojos—. Esto es importante, skinnie. ¿De verdad sabes cantar? Volví a interponerme en la conversación. —Cantó aquí un poco, yo creo que lo hace bien. Trish me miró con furia. —Hacerlo “bien” para ti no significa nada, boy scout. Cuando Trish y yo nos dimos cuenta el sonido de un piano y una guitarra salieron por el altavoz de un teléfono móvil viejo. La voz del humano salió poco después, su tono agudo resultaba ser suave y agradable, muy acorde al tipo de canción que estaba saliendo. In a little while from now If I'm not feeling any less sour I promise myself to treat myself And visit a nearby tower And climbing to the top Will throw myself off In an effort to Make it clear to whoever Wants to know what it's like when you're shattered El altavoz era tan malo que su voz apagaba totalmente la del cantante, y apenas sí era capaz de escuchar la música. No soy músico, ni entiendo de música, pero parecía que él podía alcanzar notas bastante altas si se lo proponía. Trish no hizo ningún movimiento. Left standing in the lurch at a church Were people saying, My God, that's tough She stood him up No point in us remaining We may as well go home As I did on my own Alone again, naturally —Vale, nada mal pero ¿Tienes otra cosa menos triste? —pidió la triceratops, tras un minuto de canción llevándose los dedos tras el cuerno. —Diablos, ¿acaso quieres que cante algo de Green Day? —¿Por qué le tienes tanto asco a Green Day? —preguntó Fang. —Solo… Ugg… —Seh, canta una —Trish dibujó esa típica sonrisa de superioridad en su rostro, de cuando sabía que podía atrapar a alguien con esa—. ¿Sabes alguna? —Varias … —reconoció llevándose las manos a la cabeza. Sé muy bien cuando alguien comienza a odiar algo porque “debe” odiarlo. Trish le susurró algo a Fang en el oído y ambas fueron a por un bajo y una guitarra colgadas de la pared, Reed aparentemente ya sabía donde estaba el altavoz y los cables, y no dudó en enchufarlos. —¿Creen que eso sea prudente? —pregunté. —No, no lo creo —respondió Fang—. Pero será divertido. Fang comenzó a tocar con una pua, Reed improvisó rápidamente una batería con unos lápices y varios muebles, Trish siguió al grupo con un pesado bajo que hacía retumbar la canción y las paredes. Las cuerdas de Fang cambiaron. —¡Vamos, Damian! ¡Canta! Apretó los dientes, parecía que ya se había saltado una estrofa. Hear the sound of the falling rain Coming down like an Armageddon flame The shame, the ones who died without a name Se le notaba incómodo. Hear the dogs howling out of key To a hymn called "Faith and Misery” And bleed, the company lost the war today, and Muy incómodo. Oh I beg to dream and differ from the hollow lies This is the dawning of the rest of our lives —¡MÁS ALTO! —gritó Fang, sobre la música. Y tal como Fang pidió, la voz del humano se puso por encima de las cuerdas. ON HOLIDAAAAAAAYY! Hasta yo conocía esa canción, pero era porque Fang solía ponerla hasta que su música comenzó a molestar a papá. Hear the drum pounding out of time Another protester has crossed the line To find the money's on the other side Él comenzaba a divertirse, tomó su móvil como un micrófono. Can I get another amen? Puso la mano en su oreja para que los demás siguieran. —¡ AMEN ! —gritó la banda, y probablemente yo también lo hiciera. Comenzaron a reír, mientras él seguía cantando. There's a flag wrapped around a score of men A gag, a plastic bag on a monument Oh I beg to dream and differ from the hollow lies This is the dawning of the rest of our lives ON HOLIDAAAAAY! Podía sentir cómo se divertían. Ver a mi hermana tocar de manera tan animada, tan radiante, dejándome compartir ese momento. Era como un sueño, y tenía miedo de despertar. Three, Four… Fang nos sorprendió tomando la delantera en la canción y, con un gutural, pasando a esa frase que sonaba a radio vieja. — The representative from Dinofornia has the floor "Sieg Heil" to the president Gasman Bombs away is your —PUNISHMENT! —cantaron los cuatro. Pulverize the Eiffel towers Who criticize your —GOVERNMENT "Bang! Bang!" goes the broken glass, and Kill all the fags that —DON’T AGREE! Try to fight fire, setting fire Is not a way that's —Meant for me! Just 'cause —Hey! Hey! —ahora los tres estaban haciéndole los coros. Probablemente yo también lo hacía, prácticamente me la sé de memoria—. Hey! Hey! Just 'cause, —Hey! because we're outlaws. Oh I beg to dream and differ from the hollow lies This is the dawning of the rest of our liiiiives I beg to dream and differ from the hollow lies This is the dawning of the rest of our liiives Venía la parte final, no estaba seguro si él iba a poder mantener el diafragma… This is our lives on HOLIDAAAAAAAAAAAAAAY! Fue perfecto. Lo mantuvo perfecto tal como lo recordaba, iniciando con el tono alto y luego bajándolo a modo de tomar aire. Papá llegó momentos antes y no nos dimos cuenta hasta que carraspeó. Pasó la mirada por todos rápidamente como un depredador mirando la presa, y sus furiosos ojos se calmaron cuando nos vio a Fang y a mi. Pude ver su cuerpo tensarse por un segundo y luego sus hombros bajar con una exhalación lenta y suave. —Si van a seguir tocando bajen el volumen —gruñó. Fang y yo nos miramos completamente estupefactos, no necesitábamos ningún movimiento de labios para preguntarnos si mamá le había dejado beberse "una de más" y ahora su mente estaba sedada. —No, está bien —decía mi hermana quitándose la guitarra de encima—. Solo fue… algo puntual. —"Está bien" —le escuché susurrar. Cerró la puerta tras de sí y el raptor desenchufó los aparatos. No nos atrevimos a hacer ningún otro ruido en lo que parecían minutos. —Bro… eso si fue tenso. —Creo que debería terminar con ese pavo relleno antes de que el buen humor de vuestro padre se termine y nos eche. —Sí… —puntualizó Fang. —Yo te ayudaré —le dije. —Entonces… —Trish fue la última en salir de su estado catatónico—, terminemos nosotros tres con los temas post descanso.