Bien, hagamos esto una vez más. Soy Damian, y por un año entero voy a ser el único humano en el Instituto Volcano. Vivía en una isla, así que tras cruzar el atlántico es reconfortante encontrar algo que me recuerde a casa. Aún hace calor, pero me han dicho que cuanto más se acerque el invierno más frío hará. —¿Pero eso no es lo que pasa en todos lados? —pregunté con sorna ese día. —No tienes, ni, idea —me respondió el lagarto, de manera pausada y calmada pero visiblemente molesto. Fuera como fuese, me tocaba caminar desde Skin Row, un pintoresco barrio lleno de criminalidad que me recordaba mucho al hogar. Recuerdo mi primer día cuando entré, solo, en mi nueva casa, solo, tiré mi equipaje y me dejé caer en la cama, solo, y escuché un disparo. Primero me sobresalté, y luego suspiré con alivio: en casa. … Será mejor bajar esa cortina … Y alejarse de la ventana. No importa. Volviendo a mi cabeza presente. Sometimes, I can… La música aporreaba mis tímpanos de camino a clase, un paso sobre otro. Un ritmo solo audible en mi cabeza. Un giro. Miradas de extrañeza ignoradas con éxito. Esquivar colas. I can get… Las puertas del instituto. Último curso. Subo las escaleras con energía, quizás el único ser de la tierra que lo haga a principio de curso, pero aún no hay estúpidos lagartos de colores para juzgar. Así que suspiré con alivio y saqué mi teléfono del bolsillo. Buena cobertura. Perfecto. Mensajes de mi madre, mensajes de mi padre. La diferencia horaria hace estragos en mi sistema y me hace sentarme en uno de los muros de piedra que hacían las veces de pasamanos en las escaleras. Ahí estaban mis padres, en el aeropuerto, despidiéndose. Mano en alto. Sonrisa en boca. Lágrimas en ojos. Fondo azul tras ellos. No recuerdo las caras. La música me devuelve a la realidad una vez más. Sometimes… Rojo. Respirando. Los colores extraños se van… pero no del todo. Una paleta de colores se aproximaba por la escalera con el ruido que causa el barullo de múltiples voces unidas. Debo quitarme los auriculares en el mejor momento de la canción, dos vómitos de unicornio drogado se me acercaron y lo que parece una chica me saludó con la mano con una pequeña carpeta en su otra extremidad. Parece cotejar algo con mi cara y frunzo el ceño. Me levanto. El bullicio de la gente me impide escucharles hasta que no se acercan del todo. Piel gris oscuro, una enorme veleta en su cabeza de color naranja como sus ojos. Más alto, pero definitivamente más delgado que yo. La mujer, piel naranja-rosada, rubia, ojos turquesa. Me sorprende cuando su voz es capaz de sobreponerse ante la gente. —¡Damian! —gritó. —Puta madre, ya quiero que se calle —pensé. Algo tenía su voz que irritaba mis oídos de humano. No era muy distinto a que un gato afilara sus garras en una pizarra. Habló, habló y habló, pero por alguna razón solo podía ver los movimientos de sus labios como si mi cerebro se hubiera protegido ante semejante asesinato de sentidos. Mi vista se distorsionaba. Ruido en mi cabeza. Todo a su alrededor se retorcía en espirales que bailaban en colores morado y verde esmeralda. Cuanto más fuerzo la vista en su hocico bicolor más espirales aparecen distorsionando aún más mi vista. —¿Damian? —su voz volvió a encontrarme—. Tienes la mirada perdida, ¿estás bien? —Perdona, ¿puedes repetirlo? —noto mi pecho acelerado. Mierda—, no he podido dormir bien. —¡Ya veo! ¡Deben ser nervios! —su voz se calmó. Puedo prestar atención—. Decía que somos parte del consejo estudiantil y el director Spears nos ha pedido que te acompañemos. Tienes suerte, haberte unido a principio de curso no te hará tener que recuperar materia. Yo soy Naomi, y él es Naser. Cuanto más soy capaz de recuperar de mis sentidos más me hubiera gustado perderlos: la camisa verde con estampado de flores de lo que sea esa cosa es francamente horrorosa. Vamos a llamarle “cosa voladora 1”. Y la muchacha parasa… Parasu… Paralo… … Bicho naranja con cresta, parece vestida como una mojigata de los años veinte. ¡Parasaurolophus! Esa es. Lo siento, chica. Los dinosaurios me caéis mal. Ella me tendió un folleto que yo recogí, y fingí mirar. Fingí era la palabra clave porque en seguida miré los precios del comedor. —Oh, mama… Mi moreno de irlandés alcanzó cotas de blancura nunca antes vistas. Diablos. Hice bien en traerme el desayuno de casa. —¿Pasa algo? —preguntó Naomi. —... —tardé en responder, pero lo hice con un suspiro que no pareció sonarle convincente—: nada. Sí. Ella dejó la sonrisa de ¿conducto auditivo a conducto auditivo? Por una fracción de segundo. Parecía cansada, hastiada. Molesta. Enfadada. Mis ojos se entrecerraron por un momento para enfocarme en ella. Naomi era más baja que yo. Naser más alto. Se me complicaba mirar a ambos y mi cuello no daba para todo. Naser debió de ver mi apuro, aunque no el porqué de ello: carraspeó y me tendió su mano escamosa. —Probablemente aún necesites ayuda para adaptarte —dijo con calma, su voz era extrañamente profunda y cálida. Confiable. Tomé su mano—. ¿Nos reunimos en la cafetería en el descanso? —Sí, por supuesto. Coño. Esa voz tan serena y amable pudo conmigo y bajé la guardia. Accedí, o ese mono amaestrado de mierda de mi cerebro accedió. Ya no importaba. Francamente, esperaba que el idioma se me atascara más pero lo estaba llevando ¡bastante bien! Y de nuevo ese chillido rompecristales me hizo retroceder. —¡Tenemos clases comunes! —me tendió el horario. —Ah, ¿sí? … Que alegría… —no, no lo era. —También vi que cogiste la optativa de música, ¿Te gusta la música? De repente me sentí como en un interrogatorio, y Naomi me miraba fijamente sin dar un solo pestañeo con esos ojos turquesa gigantes. Parecía esperar algo de mi, tal vez un Sí. Quizás buscaba puntos en común y lo siguiente seria "¿que escuchas?". Salvado por la campana de inicio de clases. Entré el primero para alejarme de Naomi y ese esperpento de camisa verde, pero no di más de dos pasos y una mano gigante me detuvo. La mano de un cavernícola con la mayor facha que había visto. —Damian, ven a mi despacho —su voz era profunda, ronca. La sonoridad de ese hombre se abrió paso entre la multitud de colorido subidón de azúcar como si no fueran más que susurros. Tragué saliva. No solo era intimidante, también emitía un aura de sabiduría similar a esos simios de gran edad de películas infantiles. Serio semblante que pasó a una sonrisa, y yo me paralizé como un tiburón puesto bocabajo. Miré atrás en busca de Naser, Naomi también me valía. Pero ya habían ido a sus clases y mis piernas obedecieron la orden como un perro amaestrado. Llegamos al despacho. Él me miró a mis ojos azules ocultos tras un manojo de cabello rubio, a través de mis gafas. Seguía sonriente. Y daba miedo. En fin, yo era corpulento pero ¿ese hombre? Era un jodido armario. Y me sentí encogido. —Damian Ríos, ¿verdad? —preguntó sacándome de mis pensamientos, devolviéndome a la realidad. —Sí, señor —dije de manera mecánica. —Soy el director Spears, he estado revisando tu caso y … —Me gustaría no hablar de ello —le corté poniendo una mano en el escritorio, con la respiración acelerada. Y desesperación en mi rostro aparentemente, por como se veía mi cara en el reflejo de sus gafas. Tal vez lo que para mi fue "poner la mano" sonó como un manotazo sobre la mesa—. Es decir… he estado tres meses sin incidentes —me fui recogiendo despacio—. Yo… prefiero que se enteren las personas justas y concretas. Nadie más. Se levantó, puso las manos en mis hombros. De alguna manera en vez de sentir que me iba a aplastar… fue reconfortante. —Tranquilo, hijo. Iba a decirte que tendrás que adaptarte a nuestro plan de estudio. Tienes un caso complicado, no solo país nuevo sino idioma nuevo así que la jefa del cuerpo estudiantil te estará ayudando por unas semanas, en lo que te adaptas. Debo recordarte también las normas del centro —volvió a su asiento—. No puedes fumar ni beber dentro… —¿Tatuajes? —Solo… —la pregunta le tomó desprevenido—, ocúltalos, si puedes. Ya lo hacía. Estábamos a finales de agosto pero era el único estúpido con una chaqueta con capucha. Tenía calor. —¿Quien es esa persona que me va a ayudar? —¡PASA! —rugió con la fuerza de un león, sonoro como un cantante de metal. Potente como el claxon de un camión. Y con el grave vino el agudo. —¡Voy! Con sus dedos entrelazados, manos cerca del pecho, y una voz chirriosa y excesivamente dulce no me hizo falta ni darme la vuelta para saber quién era, lo que había captado el rabillo de mi ojo era suficiente. Juro que ese color anaranjado pastel se podría ver en la oscuridad. —Naomi —saludé, sin mirarla. Su nombre era evocar al Diablo. —¡Hola, Damian! —Ayudarás al señor Ríos por un tiempo a adecuarse. Vayan a clase. Naomi y yo fuimos a la puerta. Parecíamos compartir la misma clase de ciencias por la mañana así que ella me llevó gustosa hablándome de… la verdad no le presté atención. Un armario vitrina lleno de trofeos me llamó la atención, fotos de Naser. El chico parecía muy atlético, para nada lo esperaba como uno de esos capitanes de las series americanas: el típico bully. No, de hecho parecía bastante tímido en las fotografías. —Naser es estupendo, ¿verdad? —preguntó ella. —Se le ve majo. —¿majo? …Español… —Simpático —traduje. —Naser es un novio perfecto —me asusté, se tomó así misma de las manos y uno de sus pies se levantó ligeramente del suelo… ella haría esa pose muchas veces más a lo largo del año—. ¡Es fuerte! Guapo, inteligente, agradable —¿me lo estaba intentando vender? Me estaba poniendo nervioso…—. Le quiero mucho. ¡FALSA ALARMA! Son pareja, no intentaba echarme a su "amigo soltero". No pude evitar suspirar con alivio. Ella pareció notar el cambio de humor en mí y rápidamente busqué a otra cosa de la que hablar, ¡perfecto¡ ella también tiene varios trofeos. —Parece que se te da bien estudiar. Buen trabajo. Ella parecía complacida. ¿Saben? Cuando ella no chilla, y consigue hablar de manera normal, es hasta agradable tenerla cerca. —Intento ser perfecta —ahí estaba, ese tono de voz real. Indudablemente alegre y enérgico pero con un deje de nostalgia. Duró dos segundos pues en seguida su voz volvió a arañarme los tímpanos—. ¡Vamos a llegar tarde a clase! ¡Sígueme, Damian!. —¿Eres siempre tan enérgica? No hubo respuesta, solo sonrisas. Llegamos un poco tarde, pero Naomi rápidamente explicó el problema y, con agilidad, el anciano dinosaurio blanco la detuvo. Naomi se sentó pero yo sentí la débil mano del anciano en mi hombro para que no me moviera. —¡Buenas noticias, chicos! Este año tenemos un nuevo alumno, ¿cómo te llamas, jovencito? —Damian, Damian Ríos. Vi la clase con hastío. Mis ojos estaban hartos de tantas paletas de colores así que no fueron discretos cuando vieron su vista en el único punto negro del salón: cruzada de brazos, con poca o nula gana de atender. La cabeza agachada y mis años en colegios públicos me hacía saber que estaba mirando el móvil disimuladamente, estando el teléfono o bien en su muslo o entre sus piernas. A decir verdad, no sabía si era una chica o un rockero de pelo largo. —¿¡De donde eres!? —gritó Naomi. —¡Viste mi ficha! —le respondí con el mismo volumen de voz, levantando la mano hacia ella con la palma hacia el techo—. Oh, diablos. Soy de España. Aún estoy aprendiendo el idioma así que ténganme paciencia. —¿¡Cuánto tiempo llevas estudiando inglés!? Hice una mueca de fastidio. —Nos enseñan inglés desde preescolar, pero nunca he sido bueno. No ha sido hasta hace tres meses que me puse enserio. —¿¡Tienes algún hobby!? Cerré los ojos con el ceño fruncido, ¿solo iba a preguntar ella…? —Me gusta la música. —¿Qué tocas? —me preguntó otro dinosaurio, por fin una voz distinta. Creo que era mujer. Yo ya no sé. —Con el tiempo suficiente, lo que quieras. Bravo, Damian. ¿Puedes dejar tu sangre gitana por un minuto y dejar de intentar ligar con esquivadores de meteoritos? Soy un imbécil. Ella parecía incómoda, normal. Hice reír a la clase, aunque sentía que se estaban riendo de mí… o de ella. Ambas cosas eran válidas. Hasta la cosa plateada y negra del fondo hizo una mueca divertida. El profesor me hizo tomar asiento y estuve las siguientes clases con lo mismo: Damian, 17 años, España, música. Naomi intentó sacarme más información pero con cada intento de nuevas preguntas yo me sentía más y más como si me estuviera interrogando otra vez. Pero, al fin, pude sentarme en el comedor y sacar mi desayuno de una tartera de metal y por mucho que me escondiera era el único humano albino rubio de todo el centro así que Naser y Naomi me encontraron en seguida. Pidieron permiso para sentarse. —¿No comes del restaurante? —me preguntó Naser con una mueca de sorpresa. No, ¿comida norteamericana y encima hecha por dinosaurios? Me da igual lo caro que pueda estar ese filete mignon, simplemente notenéiselpaladarlosuficienteparaapreciarlaverdaderagastrono… —No —mi mente seguía echando pestes—, no me lo podría permitir de todas maneras. ¡Buena excusa! Aunque ciertamente los precios son ¡JODIDAMENTE ALTOS! Los dos me miraron con cara de pena mientras masticaba los macarrones con queso metidos en el tupper, que había guardado en la tartera. Sí, como una matrioska. Déjame en paz. —Oh… —fue lo que dijeron ambos, al unísono. Entendí que mi excusa resultó como una autopatada en mis bolas, ¿cómo iba a decir eso en mitad del comedor de un instituto de niños pijos? —Damian, ¿tienes problemas económicos? —preguntó Naser con esa infinita bondad en su voz. —¿Eh? ¡No! ¡Yo solo…! —¡Puedo ayudarte a comprar comida barata después de clase! —gritó Naomi con alegría… —Chicos yo no… en serio. No necesito ayuda. Naomi no parecía convencida, pero rápidamente empezó otro bombardeo de preguntas sobre mis gustos musicales. Las preguntas iban demasiado rápido, demasiado juntas, no tenía ni ganas ni espacio para responder. Era un paredón de fusilamiento, y yo el fusilado. Sentí mi pecho subir y bajar ajeno a mi control, respiración superficial, y por la sensación húmeda recorriendo mi espalda estaba transpirando. Espirales devorando mi visión… Verde… y luego rojo. Apreté los dientes. —Querida, deja de bombardearle con preguntas. Fue mi salvación. Al carajo Jesús Raptor, Naser es mi nuevo Dios. Me quité las gafas del rostro y apreté mi tabique nasal mientras pestañeaba constantemente para recuperar los colores normales y eliminar las espirales de mi visión. Mi pecho temblaba. —Necesito coger aire —estaba desesperado. Cerré el tupper, la tartera de metal y la arrojé dentro de mi mochila. La puerta estaba abierta, y nuevamente mi pecho y las espirales volvieron a apoderarse lentamente de mi al ver el gigantesco manchón tecnicolor que había delante de mí. Salté el muro de las escaleras con agilidad y me oculté detrás del instituto, cerca de donde había un destartalado banco de madera en el que nadie se había sentado en mucho tiempo. Esa cosa iba a romperse a la menor presión, y mi culo no iba a ser quien lo hiciera. Me puse los auriculares, y le di el play a cualquier canción mientras buscaba el paquete de tabaco de uno de los bolsillos internos de la mochila desesperadamente. … Lonely. Some nights, I get a little lonely It's even when there's people all around me Por fin, el humo invadiendo mis pulmones. Calma. Todo estaba bien. Todo estaba bien. Sometimes, I get a little anxious Una pastilla pequeña y blanca aguardaba mi boca desde hacía días, y no tuve otra que tomármela con la botella de agua que siempre llevaba conmigo. 'Cause these pills don't work the way the doctor played it La música ayudaba. Mi pecho parecía poder concentrarse en MI respiración. I'm startin' to spin, needles and pins Mi respiración. Right on the brim, hand on a limb, takin' it in Sleep it away, life in a day, and a day in a life Por fin… Calmada. Me subí la capucha, como un gato escondiéndose en una caja. I hide in corners, hope that no one sees me Tal vez era la pastilla, tal vez mi corazón por fin pudo detenerse de una vez, pero comenzaba a relajarme y a poder disfrutar el cigarro. ¿Qué dirían mis padres? Look at me now, talkin' about pills in my mouth Under the tongue, isn't it fun? Debo pedirles perdón por mi comportamiento. Me fui levantando poco a poco y sacudiendo la tierra del suelo. Lights, camera, action and scene Story of my life, oh-oh Pude entrar y deslizarme de nuevo al comedor, afortunadamente Naser y Naomi seguían ahí comiendo, no debieron de pasar más de cinco o seis minutos. Pero, junto a ellos, la figura de cuero y plata. Oh, love Figura esbelta donde las hubieran. Espalda encorvada con rostro rugiente hacia Naser. Alas levantadas.. El cuero ceñido a su tórax ilustraba una figura de calco a carbón de músculo y pecho. Have mercy Me miró mientras me acercaba. On me Los impactantes ojos ámbar se clavaron en los azules de mis cuencas. Sin darme cuenta me perdí en el reflejo de esos ojos amarillentos tal si no hubiera nada más que abismo y ellos. Hizo una mueca de fastidio hacia Naser. And keep me company Y me quité los auriculares. Pasó por mi lado dando pasos gigantes, gruñó cuando intenté hablar con ella. Y me senté al lado de Naser en cuanto la visión plateada se marchó. —¿Quién era? —Fang —respondió él, terminándose el sandwich de carne—. Mi … Familiar. —Bonitos ojos —comenté, y fue Naser quien rugió con el ceño fruncido, pero no digo nada al respecto. El resto del día lo pasé sin demasiados incidentes ni preguntas, tal vez Naser le dijera algo. Pero, lo sorprendente, es que a nadie le importaba, todas esas veces posteriores yo hablaba a la pared… Y eso, me hacía sentir mejor. Tal vez.