[NOTES] Pequeñas correcciones a este segundo capitulo, dado que se le hizo una revisión gramática y este no se encontraba a la altura deseada. A la vez se completo un párrafo faltante, así como se añadieron detalles, pero si se leyó previamente, no se ha cambiado nada significativo en si. Disculpas por ello, y espero que disfruten mi trabajo hasta el momento [/NOTES] En menos de una hora he sido testigo de cómo será el resto del año. - Amber – Mi madre me fastidiara en las clases de música, por algo me busco entre los primeros años. Creí que me ignoraría y solo me trataría como otra estudiante, pero ver como sus ojos se iluminaron, como su pico se volvió en la misma sonrisa que le lanza a mi padre… supe que eso no sucedería. - Amber – Y ahora debo lidiar con el hermano de esa idiota del campamento. De seguro me querrá hacer pedazos luego de haberle destrozado el hocico a su hermana el año pasado. O sea, no creo que golpeé a una chica…pero en este mundo post empoderamiento puedo esperar cualquier cosa. Oh, Jesús Raptor, que no sea un imbécil misógino. No deseo tener un ojo morado, o mis padres metiéndose en todo esto. - ¡Amber! – Otra vez los insultos vendrán y… - ¡Amber, vamos! – Sera me saca de mis pensamientos. Sus ojos lilas nublados por preocupación me detienen en seguir. - Este… solo estoy meditando en unas cosas… – - Sabes que no soy ciega. Tu piel se puso pálida, si eso fuera posible – trata de bromear, pero mi débil reacción debe darle una idea sobre como pienso sobre todo ello -Y, además, tus alas… - lo noto. Otra vez se han puesto tensas, con mi ala derecha extendiéndose y manteniendo su forma rígida, pero la izquierda apenas tensándose, solo llegando a la mitad de distancia que la otra. He tenido especialistas que lo han visto, y a pesar de decirles a mis padres que no me produce problema, ellos insisten en que vea un fisioterapeuta especializado en alas y colas. Y en realidad no es problema alguno, excepto cuando algo me altera y mis alas funcionan como un medidor de estrés. Con Sera siendo la “experta” en leer mi estado. – Al parecer, no puedes evitar que ese tipo te moleste – veo que es imposible negarle ello, así que mejor calló. Llevamos mas de diez años juntas, y que una de nosotras se quede en silencio era nuestro código de: “Ahora mismo no quiero lidiar o hablar de esto”, y la otra respondía siempre de la misma manera, con un callar acompañante. Nos levantamos de los asientos. Al parecer, me encerré en mis pensamientos más de lo que creí en un inicio. Ya no hay estudiantes en el auditorio, incluso las parejas y raros de la clase que se ocultaban en las butacas de atrás se han marchado, dejando solo una que otra envoltura de algún dulce o bebida. En cuanto damos pasos fuera del auditorio, nos embosca una figura esbelta y larga, casi igual de alto que mi padre. Sus plumas blancas y traje beige me hacen identificarle de inmediato. - Director Damagi – exclamo, casi atropellando mis palabras por la sorpresa. Este solo nos hace un gesto con la mano, deteniéndonos frente a la entrada del auditorio. Nos mira a las dos, con esa misma posición dignificada que no parece abandonarle en algún momento. - Espero que no se hayan tardado por algún inconveniente dentro – señala el auditorio, y se de inmediato que nos está acusando por quedarnos detrás de todos e incluso tardarnos en marcharnos. - Amber y yo solo nos estábamos poniendo al día. Usted sabe, vacaciones y todo ello – la astucia de Sera para mentir siempre me sorprende. - ¿Amber? – exclama mi director. Al parecer, mi nombre le llama la atención, aunque se de inmediato cual será la continuación de esa pregunta – Tu apellido es Mous, ¿correcto? – Asiento, y el pterosaurio casi albino sin detenerse. - Eso explica mucho. Eres la viva imagen de tu madre, solo que tus ojos son de un color menos… - - Si, no son del mismo color que mi madre, Lucy – intento hacer caso omiso de él, aunque admito sentirme un poco aliviada y desilusionada a la vez, al señalar las diferencias. - ¿Alguna mutación debido a tener padres de distintas especies? – … ¿qué acaba de decir delante de mí? En el momento en que abriría mi hocico, fue Sera quien se me adelanta, con una obvia frustración en su ceño. - Director, si solo iba a hablarnos sobre no quedarnos en el auditorio, creo que ambas lo hemos entendido. No volverá a suceder – me toma de la mano, dejando atrás la incomodidad de la escena. - Esperen – las palabras aterciopeladas pero firmes de Damagi hicieron hasta a una triceratops molesta, detenerse – No deseaba expresarme de esa forma. Solo sentí curiosidad por lo peculiar del caso de Amber – no eran tampoco las palabras que deseo escuchar, pero no veo en este una mala intención. Al parecer tampoco Sera sintió un indicio de una mala intención en lo que ha dicho. Al ver que nos detenemos, nuestro director prosigue. - Tu padre es un humano, según escuche – bueno, al menos no le dice cavernícola, mono, o skinnie a la especie de mi padre – En los últimos años me he enterado que más parejas entre dinos y humanos han aparecido – ¿En serio? Pues puedes irme presentármelos, porque al menos en Volcadera Bluffs, los únicos “mezclados” son entre dinosaurios, pero no entre otras especies. Aunque bueno, mi padre consiguió pareja en una de las cuantas ciudades del país donde hay 1 a 1000 humanos por dinos. Así que no puedo culpar el hecho de no haber encontrado alguno a simple suerte, o pensar que el director miente. Este parece leer mi expresión. - Volcadera Bluffs es una ciudad tradicionalista en esos aspectos; esos cambios suelen tardar un poco en llegar a estas partes, pero créeme, llegarán de una manera u otra – al decir eso, los ojos rojos del director Raight se posan en algún punto en la lejanía. El monologo de Damagi me hace olvidar de que las clases estaban por comenzar. Fue Sera, quien otra vez, intenta escapar de su presencia. - Eso es interesante. Espero que eso significa que Amber no tenga problemas – algunas veces me protege más que mi propia familia. Con todo el tiempo que llevamos juntas ¿podría considerarla más una hermana que amiga? El director se ríe mientras nos da el paso para avanzar por el pasillo. - Créeme. Para mí, los estudiantes como Amber son muy importantes, ¿señorita…? – - Majestic – dijo mientras me aleja de ahí. - Gracias por la charla – me despido, dando por sentada esa platica tan… ¿extraña? No sentí una mala intención, ni malicia, pero no puedo evitar sentirme incomoda al ver como Damagi se refiere a mi padre, o humanos en general. Un último vistazo a este, solo para encontrarle escribiendo en un libro negro, con una sonrisa que adorna su pico. Puedo apreciar que el libro tiene grabadas las letras “N.D” en la portada. Muy bien, es oficial, el director me da un terrible presentimiento. Este solo me da esa fría sonrisa amable y educada, cuando me atrapa observándole. El discurso de Damagi casi nos hace llegar tarde a la primera clase. Ciencias. Por suerte, al ser el primer día, solo tenemos introducciones en los primeros minutos, y solo van por el segundo estudiante por el momento. El profesor, Will Nyeg, un parasaurolophus color melocotón que viste una gabacha de laboratorio celeste con un corbatín rojo, nos deja pasar sin llamarnos la atención. Al llegar tarde, solo tenemos la opción de tomar los asientos delanteros de la clase. Será para la otra que quizás tengamos mejores asientos. Los estudiantes se siguen presentando. Nadie quien destaque (dentro de lo que un instituto lleno de estudiantes multicolor cabe), así que solo estoy pendiente de cuando sea mi turno. Llego el momento de Sera, primero, quien con un movimiento jovial se puso delante de la clase. Su sonrisa y actitud de total control es algo que siempre envidio. Puede estar molesta en minutos previos, para luego pasar a una expresión calmada si la situación lo requiere, una verdadera actriz frente a quienes no la conocen. Y yo se lo que esconde detrás: molestia, más por lo que vendrá a continuación. - Mi nombre es Sera Majestic, tengo quince años y mis pasatiempos son… - antes de terminar su introducción, alguien ya la está interrumpiendo. - ¿Eres la hija de LeBrok Majestic? – pregunta alguien detrás. Puedo ver una fisura en la falsa y modesta sonrisa de mi amiga. - Eso no es parte de mi introducción – dice, sin emoción alguna detrás de sus palabras. - ¿Puedes conseguirme su autógrafo? – - Yo me conformo con su número – otra petición. - ¡Yo quiero TU número! – bromea (creo) alguien desde el fondo del salón. El profesor Nyeg interrumpe a la clase, al ver como la sonrisa de Sera se vuelve con cada pregunta que pasa, más estéril de emoción alguna. - No es necesario responder eso, Sera. Puedes regresar a tu asiento – dice mientras con una mano en la espalda, la mueve hacia su asiento. Bueno, eso fue esperado; estas cosas vienen pasando desde que su apellido en Volcadera se ha hecho sinónimo de excelencia, gracias a su padre, LeBrok Majestic. El mejor jugador de baloncesto que esta ciudad ha producido, una celebridad regional y ahora, retirado, apareciendo en un podcast que solo lo ha hecho más reconocido. Y la otra razón de porque sucede todo ello, vamos, que es obvio. La hija adolescente de una celebridad, con suficiente dinero para no preocuparse de nada inmediato, con una belleza la cual la ha hecho merecedora de palabras como “cuerpo del pecado”, “carnada para cárcel”, “la razón para perder en septiembre”. Y ninguno lo he pensado, solo tomó los recuerdos de nuestras salidas desde que dejamos de ser simples niñas que jugábamos a la casita. Sin lugar a dudas, Sera tiene todas las cartas de una vida exitosa e incluso llegar a elegir a cualquier chico (u hombre dispuesto a arriesgarse a una condena de años y una paliza del mismísimo Majestic) en sus manos, si no fuera porque es molesto para ella. Ese suspiro que da al regresar a su asiento me da la razón de ello. Las siguientes presentaciones prosiguen sin nada que resaltar. - Muy bien, es tu turno ahora – un estudiante del fondo del salón se levanta ante la indicación del profesor de ciencias. Puedo sentir como unos ojos se clavan sobre mí, con una intensidad que me saca de las canciones que estoy componiendo en medio de la clase. Ah… mierda. No tengo descansos este día. - Mi nombre es Jackmore Grant – sus iris de un color zafiro se detienen en mi – Pero pueden decirme Jack, Tengo quince años, y disfruto los deportes, hasta ya me he unido al equipo de futbol. Es un gusto conocerlos – estas últimas palabras son masticadas, y si, se que son dirigidas a mi posición. Ahí está, el raptor azul capri con su camisa polo, reluciendo una confianza de como si ese instituto no solo le pertenece. Le obedece. Y el respeto que se inclina en el silencio de mis compañeros solo me confirma ello. Cuando regresa a su asiento, su cola pasa a centímetros de mi rostro, sintiendo la corriente de aire golpeando contra mis escamas. Es oficial, no seremos amigos. Sera se giro en su asiento, esta vez sin disimular su disgusto hacia este “Jack”. Solo le hago un gesto a ella de olvidar todo ello ya que puedo soportar un poco de pasivo-agresividad en la mañana, además, no ha habido alguna humillación frente a la clase, haciendo que ignore ello de forma más fácil. Pero, Sera solo señala mis alas. No otra vez. Comencé a respirar de forma profunda. Al poco tiempo mis alas volvieron a recogerse detrás de mi espalda. Todo en su lugar. - Ahora es su turno – el profesor me señala. Justo cuando me relajo debo de lidiar con la incómoda presentación. Mejor terminar esto cuanto antes. Por suerte la mirada asesina no puede lograr lo que su nombre indica, o Jack me estaría perforando la cabeza en el instante en que me paro frente a la clase. Y el resto de los compañeros con su curiosidad momentánea para luego desvanecerse en el instante en que se dieran cuenta de una simple chica ptero, con alas un poco más pequeñas que el promedio, ayuda a que controle la situación. Puedo tener una buena cara de póker, pero esto casi está superando mi resistencia mental. ¡Vamos, Amber! Me digo. - Soy Amber She Mous, tengo quince años y mis pasatiempos son componer música, tocar mi guitarra… jugar videojuegos. Y ahora, estar atrapada aquí por ocho horas cada día de la semana – unos cuantos compañeros se ríen. Siempre mi sentido de humor ayudándome a lidiar con mis nervios. Me preparo a regresar a mi asiento, a pesar de que el señor Nyeg me da una expresión de desaprobación con respecto a mi broma, para ser detenida por una pregunta. No recuerdo en que momento de mi vida me detuvieron por ultima vez cuando me presentaba en una clase, así que la sorpresa que ocurriese ahora solo fue sobrepasada por la voz de quien hizo la pregunta en sí. - ¿Aprendiste tu sola a tocar la guitarra o lo aprendiste de algún lugar? – justo donde me deseaba. Jack, el raptor, solo se mofa con su tono de voz, haciendo parecer que tiene curiosidad sobre algo tan trivial. Desea mostrar que soy “la hija de la profesora de música”. No es un suicidio social, pero solo haría que los comentarios sobre mi madre aumenten para molestarme, así como cualquier logro que consiga y tenga que ver con música los demás lo atribuirán a que mi madre ha hecho algo y no se fijaran en mi talento, y si lo reconocen, pues solo lo pensaran qué con una madre como la mía, tocar una guitarra sería sencillo para cualquiera. Solo dolores de cabeza. No le daré la satisfacción. - Que puedo decir. La música corre por mi familia – respondo, con la sonrisa más confiada que conozco. Imito a mi padre cuando gana alguna discusión a mi madre o a mi tío. - Esa no es una respuesta – replica Jack. - ¿No sabía que tengo pocas opciones de respuestas? – respondo de inmediato. - Chicos, es solo el primer día. La señorita Mous puede reservar su deseo de responder las preguntas que quiera – a pesar que el profesor Nyeg, sea un bobalicón con ese corbatín, al menos agradezco su rápida intervención – También usted, señorita, si hay algo que le molesta, puede decirlo antes de actuar de forma hostil – si tan solo supiera, Nyeg, si tan solo supiera de la guerra fría entre nosotros. Jack solo se encoge de hombros, refunfuñando en el proceso. Y yo me regreso a mi asiento sin mis alas tensionadas… por que son mis piernas las cuales tiemblan ante lo sucedido. Al menos este temblor se nota menos que la tensión en mis plumas. - Bien hecho – me susurra, Sera. - Si, se que me deseaba joder – respondo. Y a pesar de eso, siento que fui demasiado pesada, agresiva. A veces me sucede, cuando me siento acorralada. Hundo mis uñas en las manos, agradeciendo no tener garras como el lado dino de mi familia, o mis palmas ya tendrían varias marcas. Mis piernas tiemblan y puedo estar segura que mi temperatura aumenta por el calor que abraza mi rostro. Aun así, mi boca no se calla, tomo esta actitud de sarcasmo y burla, nunca retrocediendo ante lo que me lanzan. Me he metido en muchos problemas por mi boca, incluso con mis padres… La razón por la cual la hermana de Jack termino con su hocico roto, y ahora este busca fastidiarme ¿De donde proviene mi razón de ser un manojo de nervios, pero ser una idiota confiada a la vez? - Con ello ya tenemos todas las introducciones. Ahora solo queda una cosa por hacer: ciencia. Y yo soy el tipo de la ciencia – el profesor Will Nyeg comienza la clase con… ese intento de broma. Bufo, la clase no mejorara mi humor. Termino la primera clase de la mañana, y con ello también mi tiempo con Sera por el momento. Ella se dirige a su primera clase optativa, yo en cambio me dirijo a estudios sociales. Con un leve abrazo y apretón en mi espalda, ella se despide sin mayor contemplación. Camino por el pasillo, llegando al final de este frente a la vitrina que antes ignore por el tiempo. Todavía faltan unos minutos antes de que lleguen todos al salón y no siento nada más triste que el ver un salón vacío, por lo tanto, unos momentos admirando lo que será mi alma mater no lo veo como perder el tiempo. Las fotos de la vitrina serán el perfecto distractor. De inmediato identifico al capitán del equipo de futbol, Dylan Nedry, con algunos trofeos alrededor a su nombre como a los Reyes Rex. Hay otros que nombran logros académicos en matemáticas o debates; incluso hay una foto del actual consejo escolar. No conozco a ninguno de esos estudiantes de cursos superiores. Mi mirada vaga hasta que me encuentro con una vitrina separada. Arriba reza: Para los estudiantes que se alzaron en honor. Una frase que me hizo revolverme por dentro de lo cursi que suena. Dejando al lado el dolor emocional de haber leído eso, puedo enfocarme en las fotografías de esas leyendas de Volcano High. Jesús Raptor, que pena pensar en ello. Un pterosaurio de color gris, con su cresta naranja y un ala dañada me saluda con una expresión presumida en la foto de “El triple ganador de los juegos estatales y capitán del equipo de atletismo…”. - Tío Naser – se me escapa. A su lado esta una parasaurolophus de color mandarín. La mueca de felicidad de esta me incomoda. No se si es posible encapsular la falsedad de alguien por medio de la fotografía, pero quien sea que le tomo la foto pudo capturar su espíritu de “perra falsa”. Al leer debajo puedo enterarme que fue tanto la presidenta del consejo escolar como la que mayor aprobación popular ha tenido en la historia del instituto. Su nombre, Naomi… mi madre también tiene una amiga llamada Naomi, que es una parasaurolophus, si recuerdo bien… Coincidencias, o eso espero, porque acabo de decirle “perra” a una amiga de mi madre, la cual no recuerdo si la conocí tan siquiera. Luego hay fotos, pocas, del evento de baile de graduación del ´20. Ahí se encuentran esos dos como reyes, con esa Naomi rodeando el brazo de mi tío, cuya mirada se dirigía a un punto fuera de la cámara o de su reina. - ¿Con qué mi tío y la señorita perfecta? Debo molestarle la próxima vez que este de visita. De seguro eso lo sorprende… aunque no lo haré mientras conduce – Sigo repasando las fotos para estar frente a “Mejor presentación artística de la clase del ´20”. La tomaron en el escenario, detrás de las cortinas, permitiendo fotografiar la escena desde la derecha. Ahí estaba, con un vestido de dos piezas, morado y lo suficiente estrecho para hacerla parecer una celebridad, un collar dorado en su cuello y tocando una guitarra eléctrica en el escenario montado en el gimnasio. En su pico esta la más clara cara de jubilo y sus ojos ámbar brillando bajo las luces. Pero su mirada tiene una expresión que conozco bien. Familiar para mis quince años de vida. Entre la multitud congelada en el tiempo, se alza una cabeza que se distingue de los demás dinos, porque esta es de piel y no escamas multicolor. Ambas figuras intercambiaban miradas, y joder, si es cierto lo de una foto puede expresar más de mil palabras. “Lucy Aaron, cantando Goodbye Volcano High” Si pudiera añadir algo a ese recuerdo, solo sería: “Tocando esa canción para quien sería su futuro esposo, Anon Y. Mous”. Ver esa escena congelada me hace sentirme con vergüenza, pero a la vez, no puedo evitar ser invadida por una calidez interna. - Vaya que son un par de bobos enamorados – digo eso en voz alta, como si fuera a llegar a mis padres del pasado. Quien sabe porque hice eso realmente. En una esquina de la vitrina hay una pequeña placa grabada en letras doradas, la cual rezaba: Estos honores han sido iniciados y otorgados por el director Spears (periodo de oficio en los años 201x – 202x), cuyo trabajo y logros que sembraron en los estudiantes, llevaron a Instituto Volcano a un paso más hacia la excelencia académica. Creo que mis padres han hablado de ese director y sobre como lanzó una puerta por los aires. Aun pienso que es una exageración de ambos. Disfruto más de la escena, hasta que una palma golpea a mi lado, con la suficiente fuerza para sacudir el cristal. Me giro solo para ver a Jack. - ¿Qué pequeño es el mundo? – dice. Trato de alejarme de él, pero coloca la otra palma a mi lado, encerrándome. Joder, en las películas para chicas, esto te lo haría el chico malo de ensueño que no desea dejar escapar a la protagonista y obligarle a confesar su amor por este. En estos momentos no hay un momento de ensueño, no hay un chico malo que me haga suspirar y aseguro por todos los panteones de los dioses, que la emoción del amor no está presente en ninguno de los dos. - Si, muy pequeño, y tu estas quitando el poco espacio que queda. Así que hazme un favor y vete a fastidiar a otro – mi boca, otra vez mi boca no obedece el miedo en mi cuerpo. Jack solo lanza una carcajada controlada, llena de sarcasmo. Aprieto mi mandíbula ante eso. - ¿Así como fastidiaste a mi hermana? – bueno, tendré que enfrentar esto el primer día de clases. Esperaba tener más tiempo para evitar recibir una paliza. - Tu hermana fue quien se lo busco – espeto. Ahora dejo de haber una mueca burlona, a una de enfado genuino. Oh, aquí vendrá el golpe… ¿No viene? No. En lugar de eso, Jack respira de forma profunda, mientras tiene puesta su atención en algún punto del suelo. Sea lo que sea, parece evitar que sufra el mismo destino que le di a su hermana. - Esto es lo que haremos. Aquí no se permite el acoso y yo quiero un futuro brillante con el equipo de futbol, así que no te preocupes, no te haré lo mismo que hiciste pasar a mi familia. Oh, eso no significa, pequeño fenómeno malformado… – ouch, sé que no me golpeara, pero eso también duele - … eso no significa la falta de justicia. Tu vienes al instituto como si nada, mientras mi hermana tuvo que recuperarse por tres meses. Todo por el desastre que hiciste – muy bien, esa parte no lo sabía. Ahora en mi enojo hay pena y culpa. Mi estomago se siente un desastre. - Me he disculpado… – - Sin pagar un castigo. Con esos antecedentes tuviste que tener dificultades para encontrar una escuela que te tomará. Debiste ir a Riff City, pero aquí estas. No, no se ha perdonado nada – demonios, no parece rendirse. Algunos estudiantes nos están viendo. - Entiendo, solo aléjate. Los demás… - - Me importa una mierda los demás – es oficial, estoy frente a un desquiciado – Te dejare por el momento. Sigue disfrutando ver a tu querida madre y no seas una soplona. No quiero que la profesora Lucy vea a su hija llorando por un poco de retribución – por fin me deja fuera de la jaula formada por sus brazos y se va por el pasillo en dirección opuesta a la cual debo ir. Respiro de forma tranquila y mis alas lo agradecen. Aunque eso no quita el disgusto de sentirme acorralada, como ante un depredador y yo sin poder defenderme… A pensar en eso en otro momento. Se que después de este… maldito ataque de raptor con tendencias psicópatas, no lo veré por el resto del día. Solo me falta la clase de matemáticas, luego mi clase optativa y el resto del día, a ver películas de comedia o de ninjas, con Sera. Ignoro las miradas de los espectadores (desgraciados que casi ven a su compañera ser aplastada por un perro rabioso en la forma de un raptor sin siquiera dar una mano), y sigo a mi siguiente clase, entrando a esta con solo un par de minutos antes de empezar. Mi temor y frustración ya ha pasado a enojo. Ese… ¡Esa maldita lagartija imbécil! Y pensar que me apene por haberle tratado mal en las presentaciones. … Necesito respirar, calmada. Vamos, relaja las manos, baja los hombros; esto no tiene que importarte, solo te puede lanzar los mismos insultos, nada nuevo que no hayas escuchado. Entro al salón y tomo asiento, presto atención a mi alrededor para alejar los pensamientos que tengan a Jackmore. Ninguno de mis compañeros los reconozco, salvo al humano y tiranosaurio que vi en el auditorio, quienes estaban en la fila detrás de mi asiento. Al parecer compartiré clases con ellos dos. No se tarda en entrar la profesora de matemáticas, quien solo lanza sus pertenencias sobre su escritorio. No reconozco que dino es, pero su esbelta como alta figura cubierta de escamas rojas y su cola larga llena de espinas intimidan. A través de los mechones ondulados de pelo desordenados mira a la clase con cierta… ¿hostilidad? - Pueden llamarme señorita Goodwill. Es un placer conocerlos – no sonaba honesta en eso último. Señala a alguien de la clase – Vamos, debemos presentarnos. Rápido – se sienta sobre su silla reclinable, colocando sus pies sobre el escritorio sin la mayor consideración de que es la profesora a cargo. Siento que venir a este lugar ha sido un pésimo error. En el instante en que alguien terminaba de presentarse, la señorita Goodwill ordena de inmediato que llegue el siguiente. Esta vez, cuando ha sido mi turno al pasar, no tuve que contar un chiste para manejar mi nerviosismo, o ser atacada al azar por una pregunta inesperada. El resto de las presentaciones sucede sin problemas. Descubro que el tiranosaurio, quien sin duda tiene mi mismo tamaño, se llama Jay Hammond. Curioso nombre, aunque yo no tengo derecho para criticar el nombre de otros; habla sobre como su pasatiempo tiene que ver con programar. No indaga demasiado en la respuesta, ya que la profesora comienza a chascar su lengua, indicando que su introducción es un poco larga para su gusto. Tomo su asiento un poco decepcionado. No te culpo, esa sádica pasando por profesora no es la mejor motivación, menos en una clase como matemáticas. Quien le sigue en las presentaciones es el humano. Con su chaqueta color crema, con una camisa rosa debajo y ese pelo desordenado, pues decir que su apariencia es estrafalaria es quedarse corto, más cuando es el único humano en la clase. Al pasar por los asientos de los demás puedo ver como le hacen muecas, hasta uno imita a un mono. Si, esto me espera en cuanto, Jack, les revele a todos de esa parte de mi vida que no quiero tocar. Al menos con ese humano aquí, la humillación no pesara toda sobre mí… Vamos, Amber, él lo esta pasando peor que ti en estos momentos, ten un poco de empatía. - H-hola, mi nombre es Orwilkowperson Patrudge – sí, sin duda lo debe estar pasando peor que cualquiera en esta prisión llamada instituto ¿Acaso tuve un ataque y escuché mal el nombre? Un ruido de un asiento arrastrándose me hace voltear. Detrás, Jay el tiranosaurio, intenta decir algo con señas, moviendo sus pequeñas garras en gestos que hasta un sordo no podría entender. Aunque creo que eso basto para Orwi… el humano, en entender. - A-aunque me pueden llamar OP. E-es un gusto – se salta decir cuales son sus pasatiempos, claro, a este punto lo ideal es regresar cuanto antes a tu asiento. Después de una mirada cruel por parte de la profesora, cualquier intento de risa cesó entre los demás, y con ello, ordena a OP en volver a sentarse. En cuanto terminaron las presentaciones, la señorita Goodwill comienza su clase, la cual en cualquier momento se puede interpretar como un castigo psíquico al solo ser explicaciones a medias y resolver ejercicios, por lo menos, cinco grados de dificultad a lo que estamos estudiando. Pienso que matemática no será mi clase preferida del año. El resto de la clase pasa sin problemas, si descontamos toda esa explotación algebraica, encontrándome yendo en dirección a la siguiente clase, con un conflicto claro. Es mi optativa y es algo que amo, realmente me apasiona. Lo negativo, los estudiantes que no prestaron atención en la asamblea (casi todos), podrán ver las obvias similitudes entre la profesora de música y yo. Supongo que solo es cuestión de tiempo en ser conocida como la hija de la profesora de música, nada grave siempre que me dejen tocar en paz, aunque eso me de la etiqueta de la chica recluida, hija de la maestra. Entro al salón, una habitación ovalada con una separación entre los asientos y escritorios como para usar un instrumento mediano sin ningún problema de alguien interfiriendo. Soy la primera en entrar, esperando encontrar silencio o solo unos murmullos de algunos estudiantes tan apasionados a la música como yo, que decidieron llegar aún más temprano; pero no fue ninguno de ellos. Sino una guitarra siendo afinada se escucha. Casi de inmediato reconozco a quien afina sin dificultad alguna el instrumento, ya entrenada en esto por años de experiencia que se vuelve segunda naturaleza para ella. Me esta dando la espalda, siendo iluminada por los rayos del sol cayendo por la ventana, con sus alas blancas brillando por ello. Me dirijo a un asiento de forma discreta, cosa que hubiera logrado si no fuese por tropezarme con un escalón que se mimetizaba con el suelo. Un suspiro acompaña el final de mi tropiezo. - Eres muy parecida a tu padre ¿lo sabes? – se da la vuelta, con una sonrisa tan amplia que no disimula sus colmillos. Ya he adoptado una pose de recuperación, como si estoy recostada contra la engañosa elevación. - No se dé que hablas – mi madre, la profesora Lucy, solo alza una ceja. - Como tu digas. Me alegra que hayas tomado esta optativa – me da la mano. La tomo y ayuda en levantarme. - Bueno, siempre me has dicho que tengo talento para la música… - - ¿Solo por eso? – me cuestiona. - También esta el hecho que me gusta – es verdad, pero admitirlo a mi madre siempre me da un poco de… - ¡Lo sé! Tienes la música en la sangre – su ala no puede evitar darme un leve abrazo. Sus plumas son cómodas y me envuelven, algo habitual para mí porque las he experimentado varias veces – Lo siento, es que siempre me emociono cuando me lo dices – su posición llena de orgullo refuerza lo dicho. Me hubiera gustado hablar más, pero los primeros estudiantes en llegar nos interrumpen. - Es un gusto conocerla, señorita Mous – dice, mientras guiña un ojo. Buena forma de disimular. Esa es mi señal de dirigirme al fondo del salón; quizás todos estarán ocupados en sus teléfonos como para evitar mostrar mi parentesco al menos en esta clase. Necesito un poco de paz y este lugar puede ser mi perfecto refugio y a pesar que considero que mi madre podría traerme problemas si quiero pasar desapercibida, se sobre sus capacidades como maestra. No hay nadie mejor que ella para el trabajo. La clase continuo sin problema alguno. No hay un Jackmore Grant amenazándome, ni un director recordándome que soy una mutante, tampoco unos estudiantes riéndose de los diferentes. Solo yo, una guitarra en mano y una profesora que me ponía un poco más de atención que a los demás, pero todos están en sus móviles y eso pasa fácilmente desapercibido. Si, una clase perfecta. Lo que necesito. No pensé en hablarle a mi madre sobre mi problema de Jack, ni nunca lo haría. Pasaría de ser una simple presencia que puedes ignorar, a ser la chica que debes evitar o te dará problemas con su “mami”. Un suicidio social en toda la regla, dato que Jackmore esta explotando… Estoy en clase de música, y eso es todo lo que importa ahora mismo. Punteo la guitarra, practico los acordes. Pienso de nuevo en el campamento. Pierdo el control en mis dedos y falló una nota. Mi matriarca dirige su vista a mi patética práctica. Solo le saco la lengua mientras niego con la cabeza. “Me desconcentre” le intento comunicar, y parece que lo entiende ya que me deja ser. Una vez terminada la clase, con eso doy concluido el primer día del instituto Volcano. Le doy un cinco sobre diez. Ser casi molida a golpes le resta, pero por lo demás estuvo disfrutable. Así que me iré a casa con Sera y… - ¿Adonde crees que vas? – la profesora Lucy me detiene. - A casa, señora Mous – trato de responder con naturalidad. - Vaya, y aquí pensé que mi estudiante me echaría una mano en guardar los instrumentos – - Vamos, no soy la única aquí… - mierda, si lo soy, nadie más esta en la habitación, salvo mi madre y yo. No puedo evitar lanzar un quejido. Mi madre solo se ríe. - Ya verás que no es tan malo. Además, ven, te quiero enseñar algo, y no te preocupes por tu padre – toma dos guitarras, mientras yo ordeno todo lo desperdigado en el suelo – Ya le he avisado que te espere junto a Sera – no se porque saber que mi padre se quedara un rato con Sera me pone incomoda. Hago a un lado esa preocupación, si esas guitarras son parte de lo que me desea enseñar mi madre, el día solo puede mejorar ¿Verdad?