El nacido para ver la justicia y hacer el bien Aquel que no tiene odio ni siente desprecio Con ojos brillantes y alma calida Ese que pisó el campo de batalla mil veces saliendo siempre vencedor Caballero de brillante armadura Asaetado por las flechas de tu propia gente Nunca te retiraste, nunca bajaste los brazos A pesar del dolor luchaste y triunfaste Señor mortal recubierto de hierro y sangre Dejado a su suerte frente a las huestes enemigas Sufriendo hasta el final de tus días Sin siquiera una ayuda divina Fuerte espada blandiste sin temor Por aquellos que no creían en un futuro mejor Cuanta fuerza se veía en ti señor Valor incalculable portabas, ser de mansa cuna Conquistador de fe, corazón devoto Inexpugnable pureza se hallaba en tu mente Te ofrecemos un minuto de silencio Para preservarte luego de la eterna muerte Refrescando nuestras vidas marchabas Blasonado por la gloria, hacia la distante frontera Cabalgando en tu venerado rocín Portando con tus brazos el rastrillo de un benevolente granjero Tu historia quedó plasmada en el tiempo Al momento en que el rey ordenó tu muerte Allí se acabó tu suerte, abandonado y desdichado Ardiendo en lo que siempre habías trabajado Si tan solo hubiésemos aceptado Darte una mano y no dejarte tirado Ya no sufriríamos el tormento Del que nunca dejó de ser nuestro emperador tirano.