Ladrido a la muerte Un suspiro en el frío viento de la noche es una invitación a ahogarse entre tinieblas. Es el genocidio de tus ilusiones sin dar reproche, es aceptar la derrota, admitir que tiemblas al ver su sombra pasar, es lo que temes realizar. Los cuervos son tus amigos porque están teñidos del color del abismo, ese hueco profundo que se dibuja ojos a cada sol que se oculta y es lo mismo a transitar tranquilo una hoja en tu ébano destino. Eres mi traje de gala al reverso, eres mis uñas calando mi carne, la culpa y el enjambre de un espectáculo perverso. La dama que el susurro de locura dijo atarme. Y a cada sol queda tu luna, roja como ninguna. Las carcajadas del público me agobian a razón de no tener un atisbo de cordura sean mías las lastimaduras que entibian tus labios negros carentes de dulzura. A la fragilidad del alma, bien negra antes del alba. Y llegar al final del río muerto es una recompensa en toda ley. Es regalarle un ojo a un tuerto y bailar de igual a igual con un rey. Es descansar en paz sin tener que verte más.