Como un perrito La vida es como un perrito pués de punta a punta intriga: con el hocico húmedo, esconde colmillos y con una cola, presa de una felicidad azarosa, qué muy pocas veces controlan. Las lágrimas son como un perrito que corre libremente por las veredas de tu rostro, atentas a cualquier ruido que lastime tu corazón así caen y se acurrucan en un charco cuando se cansan de trotar. El dolor es como un perrito porque bien ladra y advierte el daño, se te echa encima cargoseandote y dejandote las uñas de las patas marcadas, con un ardor inconfundible. La soledad es como un perrito que aúlla en la oscuridad de la noche, con el viento helado erizando el pelaje y una picazón cerca del cuello por donde la pata no alcanza. La compasión es como un perrito, te gruñe cuando no te la mereces, a veces te ignora por cansancio, corre la cabeza y te esquiva la mirada pero al final siempre viene corriendo. Porque ladra, gruñe y aúlla, da cariño con su lengua babosa, gira mil veces hasta echarse y se encarga de empaparte si está mojado, la vida es como un perrito.